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Andrea Bravo, el 'ángel de la guarda' de las motos en Guayaquil
Esta mujer trans se diferencia de otros vigilantes informales en el centro de la ciudad. Cuida las motocicletas contra el hampa, pero también contra el sol y el polvo con coloridos cobertores. Conozca su historia
Quién no conoce la fama de 'jodido' que tiene el tránsito vehicular en el centro de Guayaquil. Sin embargo, para muchos conductores, esta problemática no se compara con la de buscar y hallar un hueco donde parquear el auto. Ante tales situaciones, algunos optan por dejarlo en casa y tomar buses o taxis para ir a esta zona. Otros no se hacen tanto lío y prefieren pagar espacios en los patios y edificios de parqueos; o jugársela con los 'cuida carros' esos acomodadores al aire libre que no siempre son garantía de seguridad. La mayoría de ellos ya no aceptan menos de $ 0,25 por mirártelo unos minutos; o sino se hacen los desentendidos cuando a tu 'nave' la han rayado, le falta algún accesorio o ha desaparecido.
Es tan negativa la imagen que irradian estos cuidadores que en los últimos años algunos han buscado distinguirse del común de ellos. Por ejemplo, han formado asociaciones y se han enfundado vistosos chalecos reflectivos con la palabra "Vigilante", para tratar de dar un poco de confianza a los dueños de los autos y motocicletas.
En este último grupo está Andrea Bravo, una transexual que aunque al momento no pertenece a ningún gremio, día a día se gana la confianza y el aprecio de los conductores, aunque en su caso, ella trabaja solo con motos, un tipo de vehículo que en Guayaquil bordea las 140.000 unidades.
UN 'OUTFIT' QUE CONFUNDE
El lugar de trabajo de Bravo está en la acera norte de la calle Colón, entre la Av. Malecón Simón Bolívar y Pichincha, frente a las bulliciosas bahías, donde hay otros cuidadores informales.
Su ajustado suéter color verde fosforescente, parecido al de los policías nacionales; sus grandes botas negras y una gorra deportiva con la palabra "Vigilante"; además de la bicicleta montañera que la acompaña, confunden, ya que luce en cierto modo como un agente mezcla de Policía, ATM y ciclista.
"La primera vez que la vi me pareció una de esas policías que hoy andan en bicicleta, pero al acercarme vi que se trataba solamente de una acomedida cuidadora", comenta Fabián González, un repartidor de encomiendas que acostumbra dejar su 'Ninja' color negro al cuidado de Bravo.
Sin embargo, la 'pinta' u outfit no es lo único llamativo en esta oriunda de Babahoyo, tez morena y 1,68 m de estatura. Sobre el 'mar' de motocicletas de toda marca, modelo y color que a diario cuida, sobresale un invento suyo que ha causado buena impresión en sus clientes y transeúntes: unos originales cubreasientos.
Se trata de cobertores hechos de cartón y láminas de plástico estampadas en varios diseños y colores que, a más de proteger las motos del sol abrasador, el polvo y otros elementos, ofrecen un descanso a la vista en ese sector lleno gente y bulliciosos automotores.
Estos accesorios, que son solo "prestaditos" a sus panas motociclistas que llegan, se diferencian mucho de los sencillos cartones que la gente suele ponerle a sus motos. Es más, la mayoría de cuidadores callejeros no tiene este pequeño gran detalle para sus clientes, que en su mayoría solo paga un cuarto de dólar por el servicio informal de custodia.
"Los inventé después de que falleció mi esposo, hace un año. Necesitaba algo para entretenerme", recuerda Bravo sobre su variopinta colección de cobertores, por los cuales no cobra un centavo más a sus clientes, aunque sí los vende en 5 dólares al que desea llevarlo.
La parte visible de estos cubreasientos tienen diferentes dibujos y temáticas. Por ejemplo, algunos llevan el escudo, colores y otras insignias de equipos de fútbol como el Barcelona S.C. y Emelec; otros tienen caricaturas y flores.
Jairo Pérez, es uno de esos clientes satisfechos con el servicio de Bravo. Este venezolano afirma que no importa la intensidad del sol, pues el invento de la vigilante permiten que la parte del asiento y el motor de su vehículo no se calienten mucho. "Solo aquí he visto esto", comenta a EXTRA.
POCAS GANACIAS Y DISPUTAS POR EL ESPACIO
El espacio, entre jardineras, que utiliza Bravo para el estacionamiento de sus clientes, es de unos 30 metros de largo por 5 ancho, suficiente para que entren unas 80 a cien motos al mismo tiempo. A cualquier hora del día, este parqueadero luce lleno, lo cual daría a entender que es un buen negocio para la cuidadora. Sin embargo, ella dice que la realidad es otra, pues muchos de los vehículos llegan en la mañana y se van en la tarde o la noche, cuando ella ya no está allí para cobrar a los motoristas.
"Yo trabajo solo hasta las dos de la tarde de lunes a sábados y luego de ese horario toma la guardia un compañero, entonces los 'huesos' o 'plomos' (llama así a los clientes poco rentables, porque dejan sus motos por muchas horas) le pagan a mi compañero", explica la mujer.
Y para demostrar sus pocas ganancias, saca un puñado de monedas la mayoría de $ 0,25 que ha ganado en toda la ajetreada mañana y que, según ella, en total no hacen ni ocho dólares.
"La gente cree que uno se hace la plata aquí y quieren sacarme de este lugar. Desde que murió mi esposo una asociación de cuida carros que me quiere sacar, gracias a Dios la gente del edificio donde está el parqueadero me apoya", denuncia.
Mientras habla, a Bravo se le acerca ronroneando "El Tigre" su gatito que le hace compañía y al que también le ha confeccionado su propio uniforme de vigilante.
"Tigre no sabe de injusticias pero su compañía también me fortalece día a día para seguir adelante", comenta la trans, quien se despide para recibir "la voluntad" de los motoristas.