La ciudad de Quito espera con expectativa la llegada del famoso Cordonazo de San Francisco, una tradición profundamente enraizada en la cultura de la capital ecuatoriana que señala el comienzo de la temporada de lluvias en la Sierra.

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Según la tradición popular, San Francisco de Asís, patrón de Quito, sacude las nubes con su cordón para bendecir la tierra y proporcionar el agua necesaria para la vida y la agricultura. Esta costumbre, que data de la época colonial y fue traída desde España, tiene un lugar especial en Quito debido a su fuerte vínculo con la orden franciscana, cuya influencia se siente en la arquitectura y leyendas locales, como la famosa historia de Cantuña. Aunque el "Cordonazo" también es celebrado en países como Colombia y México, ninguna otra ciudad lo vive con la intensidad de Quito.

La fecha más importante es el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, cuando los quiteños miran al cielo con devoción esperando que el santo "suelte su cordón" y las lluvias lleguen. Más allá de su componente religioso, el Cordonazo ha evolucionado en un evento cultural que une a familias y vecinos para reflexionar sobre el ciclo natural de la vida.

Si bien la tradición atribuye las lluvias a un acto divino, los meteorólogos ofrecen una explicación científica. El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (INAMHI) ha emitido un pronóstico para el 4 de octubre, prediciendo cielos parcialmente nublados con posibilidad de lluvias, lloviznas e incluso tormentas eléctricas. Este tipo de fenómeno es habitual en esta época del año, lo que sugiere que, aunque el inicio de las lluvias puede variar ligeramente, las condiciones suelen ser propicias para precipitaciones durante estas fechas.

El Cordonazo de San Francisco se ha convertido en un símbolo cultural que refleja la identidad de Quito. Para los habitantes de la ciudad, la llegada de la lluvia es motivo de celebración, un signo de renovación y abundancia. Este evento no solo marca el inicio de las lluvias, sino también un momento de unión familiar y de conexión con la naturaleza, consolidando su lugar en el corazón de los quiteños.

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