Atacames, la joya costera de la provincia de Esmeraldas, despertó este viernes 29 de marzo con un abrazo cálido del sol y el rumor constante de las olas. En este feriado de Semana Santa, la playa se convierte en un hervidero de emociones, colores y sabores. Los turistas, en su mayoría provenientes de la Sierra, llegan ansiosos por sumergirse en la cultura playera, disfrutar de la brisa salada y por supuesto de la gastronomía esmeraldeña.

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Hasta el mediodía de este viernes, más de 15.000 turistas han desembarcado en Atacames, según estimaciones de la Cámara de Comercio local. Sus ojos se llenan de asombro al contemplar la extensión dorada de la playa, bordeada por palmeras. Las risas de los niños se mezclan con el sonido de las olas, y los vendedores ambulantes ofrecen helados, ceviches y artesanías.

La gastronomía es un pilar fundamental en la experiencia de los visitantes. Los restaurantes a lo largo del malecón sirven platos tradicionales como encocados, bollos de pescado y camarones al ajillo y otros manjares de la cocina esmeraldeña. Los turistas se sientan en las terrazas, disfrutando de la vista al mar mientras saborean estos manjares.

Para aquellos que buscan emociones fuertes, Atacames ofrece actividades acuáticas como surf, paddleboarding y parasailing. Los más intrépidos se lanzan desde las alturas, sintiendo la adrenalina mientras vuelan sobre las olas. Los instructores locales comparten sus conocimientos y aseguran que todos tengan una experiencia segura y emocionante.

“Vinimos de Quito, escapando del ritmo de la ciudad y aprovechamos este feriado para relajarnos un poco para volver recargados a los trabajos”, aseguró Karla Rivera, oriunda de la Capital.

Atacames no duerme durante la Semana Santa. Los bares y discotecas cobran vida al caer la noche. Los turistas se entregan al ritmo de la música, bailando bajo las estrellas. Los cócteles fluyen y las risas se mezclan con el sonido de las olas. Es una celebración que une a personas de diferentes orígenes en un solo abrazo festivo.

“Vamos a atender hasta la 1 de la mañana como dicta la ley, la diversión y la seguridad están garantizadas en Atacames”, enfatizó Darío Meza, dueño de un bar ubicado en el malecón de Atacames.

Los turistas de la Sierra encuentran en Atacames un refugio para el alma. La brisa marina se mezcla con la nostalgia de las montañas. Las conversaciones fluyen entre desconocidos, compartiendo historias y risas. Es un encuentro mágico entre dos mundos: la calidez de la costa y la frescura de la Sierra.

En Atacames, la Semana Santa es más que una pausa en la rutina. Es un abrazo de bienvenida, una fiesta de sabores y una danza de olas. Los turistas se llevan consigo recuerdos imborrables y la promesa de volver. Porque en esta playa, el tiempo se detiene y los corazones se llenan de alegría.

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