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Canchimalero sufrió los estragos del invierno.Luis Cheme

Esmeraldas: Aguaje destruye seis casas en Canchimalero

Casas, embarcaciones destruidas y familias sin hogar es el saldo del devastador aguaje que golpeó a Canchimalero

Las olas del mar, furiosas y descontroladas, reclaman su territorio en Canchimalero, un pequeño rincón del cantón Eloy Alfaro, en el norte de Esmeraldas. La devastación es palpable: casas que alguna vez fueron refugios cálidos ahora son sombras de lo que fueron, con sus paredes agrietadas y techos derrumbados. En esta comunidad, el aguaje dejó a decenas de familias sin hogar, obligándolas a buscar refugio en la escuela local, un espacio que ahora se ha convertido en un improvisado albergue.

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Las aulas, que antes resonaban con las risas de los niños, ahora están llenas de murmullos de desesperanza. Familias enteras se apiñan en los pasillos, rodeadas de pertenencias amontonadas: ropa empapada, juguetes rotos y recuerdos de una vida que se desvaneció bajo la fuerza del agua.

Los rostros de los damnificados cuentan historias de pérdida y sufrimiento. La mirada de María Monroy refleja la angustia de quienes han perdido no solo su hogar, sino también la seguridad de un futuro. “Nunca imaginé que el mar podría llevarse todo lo que amamos”, dice con la voz entrecortada, mientras abraza a su hijo menor, quien juega inconsciente en un rincón, ajeno al peligro que acecha.

A ella, la comunidad y el Municipio local la ayudó proporcionándole madera, clavos y la mano de obra para que pueda levantar una nueva casa en un solar cercano.

Paisaje desolador

Las calles de Canchimalero, antes llenas de vida, ahora son un paisaje desolador. Embarcaciones destruidas y escombros flotantes son el testimonio de la furia del mar. Las viviendas, muchas de ellas construidas con esfuerzo y dedicación, han sucumbido ante la fuerza de las marejadas. “He vivido aquí toda mi vida, y nunca había visto algo así”, comenta un anciano que observa con tristeza cómo su hogar, construido con amor y sacrificio, ha quedado reducido a escombros.

La salinización del suelo, consecuencia del aguaje, amenaza la agricultura local, y la calidad del agua potable se ha visto comprometida, dejando a la población en un estado de vulnerabilidad extrema.

Canchimalero sufrió los estragos del invierno.Luis Cheme

Los más afectados son, sin duda, los niños. Mientras sus padres intentan encontrar soluciones, ellos juegan en las aguas contaminadas, ajenos al riesgo que corren. “No saben lo que está pasando. Solo quieren jugar”, dice una madre con lágrimas en los ojos, consciente del peligro que acecha en cada charco. La falta de alcantarillado agrava la situación, y los pozos sépticos se mezclan con el agua salada, creando un caldo de cultivo para enfermedades que podrían devastar aún más a la comunidad.

A pesar de la magnitud de la tragedia, la respuesta de las autoridades ha sido insuficiente. Dixon Quintero Mina, presidente de la Asamblea Parroquial de Olmedo, ha solicitado maquinaria para construir un muro de contención, pero las gestiones avanzan lentamente. “Estamos expuestos al peligro y necesitamos ayuda urgente”, clama, mientras los habitantes miran con desconfianza hacia el horizonte, esperando que alguien escuche su súplica.

La municipalidad ha activado protocolos de emergencia y se encuentra gestionando ayudas humanitarias, pero el tiempo apremia. En medio de la tragedia, la solidaridad se convierte en un rayo de esperanza. Vecinos se unen para ayudar a quienes lo han perdido todo, compartiendo alimentos y materiales para reconstruir. En Canchimalero, el drama continúa, y las olas siguen golpeando con fuerza, llevándose consigo sueños, hogares y vidas.

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