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El crudo que se traslada por los ríos amenaza la biodiversidad y las comunidades cercanas.Luis Cheme

Contaminación en Quinindé: Devastación ambiental y desesperanza comunitaria

El derrame de petróleo ha trastocado la vida de decenas de pobladores

El río Caple, que alguna vez un flujo de vida y esperanza para quienes habitan sus orillas, ahora es símbolo de sufrimiento y abandono. Este afluente también lleva consigo el peso de la contaminación por el derrame de petróleo tras la rotura del SOTE, en Quinindé, provincia de Esmeraldas.

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La magnitud del impacto que ha provocado este desastre la revela Kenya Delgado, quien vive en el recinto Chucaple, a escasos veinte metros del Caple, en una casa humilde de caña guadua y madera. Desde el día del desastre, su familia ha soportado un tormento constante.

“A mi hermanito, que recién lo operaron del corazón, le pica la piel y le salieron granos en la espalda y encima de los ojos”, dice Kenya con una voz cargada de preocupación. Ella misma muestra en su piel los rastros del desastre: tiene granos en su espalda.

La noche en que ocurrió el derrame, Kenya y su familia se vieron obligados a huir. “El olor era tan fuerte que no podíamos respirar, tuvimos que salir corriendo a la casa de unos familiares”, relata. Sin embargo, la realidad les obligó a regresar al día siguiente a su modesto hogar.

Ahora viven sin agua, porque el río que antes saciaba su sed se ha convertido en un flujo tóxico. “Ni siquiera podemos tirar la atarraya para pescar, el Caple está muerto”, añade Kenya con un suspiro que refleja impotencia.

En Chucaple, 350 familias comparten historias similares. Viviana Santos, quien vive junto a once miembros de su familia, observa desde su patio cómo las manchas de petróleo recorren el río. “El olor no se va y todos hemos tenido mareos y dolores de cabeza. Mi hijo con discapacidad no deja de rascarse los ojos”, lamenta Viviana.

Su hija embarazada tuvo que abandonar el recinto. “La llevamos al subcentro porque ya no escuchaban los latidos del corazón del bebé”, explica, mientras sus ojos se llenan de lágrimas.

Personal de Petroecuador trata de extraer el crudo de los ríos Caple y El Achiote.Luis Cheme

Unos animales han muerto

El impacto del derrame del crudo no se limita a la salud, pues el sustento de algunas personas también ha sido arrebatado.

Mary Santos, otra habitante de Chucaple, enfrenta un problema adicional. “No puedo cruzar el río para ir a trabajar en mi plantación de cacao ni para alimentar a mis animales. Perdí un caballo y dos chanchos que bajaron al río a tomar agua contaminada y murieron”, cuenta con su voz quebrada por la frustración y el dolor.

En los cacaotales, en las plantaciones de banano y de caña dulce empiezan a evidenciarse las consecuencias de la contaminación. Sus hojas revelan que se están marchitando.

El río Caple, en su agonía, también lleva consigo los sueños de una comunidad que dependía de sus aguas para vivir.

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