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Opinión
Editorial: ¡Un debate que ofendió nuestra inteligencia!
La vergüenza ya no es un límite para quienes aspiran al poder
El debate presidencial de la segunda vuelta se pareció más a un enfrentamiento callejero que a un ejercicio democrático. La diferencia es que este espectáculo se transmitió en televisión nacional y se replicó en redes sociales ante la mirada atónita del mundo. Y lo más indignante: fue financiado con los impuestos de los ecuatorianos. ¿Para qué? Para presenciar un intercambio de ataques vacíos, diseñados más para la propaganda que para el debate de ideas.
Lo ocurrido dejó en evidencia el deterioro de la política ecuatoriana. La vergüenza ya no es un límite para quienes aspiran al poder. Tanto así que a los candidatos les resulta indiferente ser señalados por presuntos vínculos con el contrabando o ser etiquetados como oportunistas sin escrúpulos. Da igual la gravedad de la acusación: ninguno mostró el carácter suficiente para desmentirlas con claridad.
Más que un debate, lo del domingo fue una exhibición descarada de cinismo. ¿Con qué autoridad prometen salvar la Seguridad Social si, cuando han tenido la oportunidad, no han hecho nada para resolver su crisis? Y este es solo un ejemplo de las promesas vacías que se repiten sin pudor.
En resumen, lo del domingo no fue un debate: fue una ofensa a la inteligencia de los votantes.