Por Roberto Carlos, todo. Así lo entendió el abogado manabita Daniel Briones, quien aplazó audiencias e incluso le pidió a colegas que asistieran por él a las diligencias judiciales en Portoviejo, porque no podía perderse el show del baladista brasileño, de 83 años, en el Coliseo General Rumiñahui de Quito.

Briones llegó con su esposa, su cuñada y sus suegros para disfrutar de las baladas del recuerdo del cantante, compositor y productor, en su única presentación en Ecuador, la noche del miércoles 26 de febrero, en el coliseo General Rumiñahui, en el norte de la capital. 

Su pareja, Nadia Sornoza, rescatista independiente, recordó que la canción ‘Un gato en la oscuridad’ fue uno de los motivos que la inspiraron a convertirse en animalista. Por eso, ella y su padre dibujaron un “gato triste y azul” en dos carteles que llevaron al concierto. Cuando Roberto Carlos interpretó ese tema, Nadia no pudo contener el llanto.

Llegaron desde lejos para ver a Roberto Carlos

En la tribuna también estuvo un grupo de ‘súper amiguis’, quienes planificaron llegar a la capital solo para el concierto. Dos de ellas viajaron desde Guayaquil, pero Patricia Monserrate, desde Toronto, Canadá, para disfrutar de las 22 canciones que interpretó Roberto Carlos.

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Ella confesó que algunos temas, como ‘Cóncavo y convexo’, marcaron su vida. Dijo que en particular, esa canción le dedicó una persona que no es su actual esposo, pero que le hizo vivir momentos inolvidables. Su rostro se llenó de melancolía cuando el brasileño, antes de interpretar la canción, mencionó que una de las tres cosas que más ama en la vida es el ‘cuerpeo’ con amor.

Una familia fanática de las baladas

Cerca de las ‘amiguis’, estaba una pequeña familia que llegó desde Riobamba. Mariela Gómez tuvo la iniciativa de llevar a su esposo, Iván Orozco, para que escuchara en vivo la canción que él le dedicó cuando eran novios, ‘Detalles’.

También llevaron a su hija, a quien le regalaron el detalle de llevarla por primera vez a un concierto. Mariela considera que este tipo de música es la que deben escuchar las nuevas generaciones para “que aprendan un poco del sentimiento de cómo nos enamorábamos antes”.

Dos mujeres con acento portugués pedían permiso a los espectadores para avanzar hasta el escenario y estar cerca de Roberto Carlos justo en el momento en que el cantante comenzó a lanzar rosas rojas y blancas al público.

Se trataba de Iracy Ramos y Luisa Da Silva, dos brasileñas radicadas en Ecuador hace más de dos décadas, quienes llevaron una bandera de su país natal con el objetivo de que su compatriota las viera y les enviara un saludo. 

Sin embargo, obtuvieron mucho más que eso: al ver su símbolo patrio, Roberto Carlos les dio un beso volado y les lanzó un par de rosas. Las brasileñas gritaron de emoción y salieron contentas del espectáculo.

El fan que cumplió un deseo

Kléver Guzmán también vivió el concierto de una manera particular. Él tiene discapacidad visual debido a que hace 17 años sufrió un accidente que le desprendió las retinas, por lo que afinó sus oídos para la ocasión. Estuvo acompañado de su esposa y su hija. 

Para él, escuchar a Roberto Carlos fue un deseo cumplido que quería lograr desde su juventud. Estuvo cerca de la tarima y cantó cada canción con nostalgia. “Algunas de este repertorio las dediqué a mi esposa”, comentó.

El brasileño agradeció a sus seguidores por acompañarlo en esa velada y, aunque en un par de ocasiones casi se quedó sin oxígeno debido a la altura quiteña (2.850 metros), se fue muy emocionado por el apoyo que recibió.

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