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Glenda Morejón: Caravana, agasajo y beca para la hija de plata olímpica de Imbabura
La marchista ecuatoriana recorrió las calles donde nació antes las felicitaciones de la gente y promesas de ayuda
En la avenida Mariano Acosta, en Ibarra, provincia de Imbabura, la gente se congregó este martes 13 de agosto ansiosa, mientras esperaba en la mañana a la subcampeona olímpica del relevo mixto de marcha, Glenda Morejón.
Hace unos días, Glenda cruzó la meta en París 2024 y se llevó la medalla de plata. La presea que colgaba ayer de su cuello reflejaba la historia de superación desde que tenía 13 años, cuando empezó a entrenar.
Su padre, Luis Morejón, también deportista, recuerda que todo empezó en el jardín de infantes, cuando por diversión corrían faltando dos cuadras para llegar a la casa. “Yo solía competir con ella. ‘Corre Glenda’, le decía, y la desafiaba hasta la puerta de la casa. Yo me quedaba detrás y le gritaba”, narró el orgulloso progenitor.
Este martes no fue la primera vez que Glenda era recibida con aplausos y ovaciones de la gente; sin embargo, esta vez volvió a su casa como una atleta olímpica consagrada y homenajeada con una caravana motorizada que recorrió las principales calles ibarreñas, hasta llegar al Paseo Pilanquí, donde brindó una rueda de prensa y saludó a los asistentes.
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Para Morejón, el brillo de su medalla tiene un significado especial y profundo. “La medalla representa esfuerzo, dedicación y sacrificio, porque fueron años de trabajo extenuante y momentos amargos en los que incluso pensé en abandonar la carrera deportiva”.
Ibarra, su cuna
El progenitor de la medallista recuerda que en plena pandemia de covid, Glenda tuvo que regresar a Ibarra desde Cuenca, donde estaba radicada, para mejorar sus entrenamientos. Luis Morejón indicó que su hija lo llamó para decirle que la recoja porque el lugar donde se quedaba iba a ser usado para albergar pacientes contagiados por el coronavirus. De ahí que el hombre fue enseguida y regresó a Ibarra. Luego la animaron a volver y retomar sus entrenamientos en Cuenca, pero esta vez su padre y su madre, Carmen, la acompañaron y se radicaron allí.
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Hace dos meses, en cambio, la atleta vivió momentos de tensión debido a una fractura por estrés en el pubis. A puertas de celebrarse los Juegos Olímpicos 2024, imaginó perder lo que había conseguido con tanto esfuerzo. De ahí que para Glenda no es solo su medalla, sino también de todos los jóvenes que alguna vez han dudado de su capacidad para alcanzar sus sueños. “Es un recordatorio de que, aunque el camino sea largo y las dificultades grandes, con perseverancia y dedicación todo es posible”, dijo enfática.
Alerta de apoyo
La deportista hizo un llamado de atención a los dirigentes provinciales y nacionales encargados del deporte, destacando que lo logrado en París es solo una muestra del potencial que existe en los jóvenes, pero que queda mucho por hacer. “Necesitamos más apoyo, mejores instalaciones y un mayor compromiso con el desarrollo del deporte en todas sus disciplinas”, advirtió.
Para ella el talento existe, pero “hay que fomentarlo y es necesario gestionar los recursos de manera adecuada”.
Entre los obsequios que recibió, como cuadros religiosos y más, Jesús Muñoz Diez, máxima autoridad de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, le ofreció una beca académica para que Glenda estudie la carrera que desee.
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