Ahora sí lo puedo decir, estaba tan loca cuando me enamoré, pero mi marido era un estafador que fingió ser un jugador de fútbol y no llegó a donde quería. En la actualidad es mi ex y de lejitos conmigo.

Y lo de estafador es lo más suave que puedo decir. Era ‘ficha’ y de las cosas grandes no diré nada, pero de las pequeñas, ahí van algunitas.

Parece mentira, pero si hablan con cualquier jugador que actuó entre los años 90 y 2000 les contarán todo.

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Yo era una chica de casa, deportista, cuando con 18 años apareció este flaco que de entrada me regaló la camiseta de su equipo. Dos meses después me enteré que se la había ‘cogido’ a un compañero y a mí solo me dijo esto: “no tienes mi número, para que la gente no sospeche que eres mi novia”. ¡Qué infantil era!

Vivía cerca de donde entrenaba y un 14 de febrero de 1999 me llegó un ramo de flores gigantesco, el más hermoso del mundo, y muy boba creí que me amaba; disfruté el regalo al máximo, pero el 27 de febrero, un día que jamás olvidaré, llegó aquel chico que me llevó las flores: ¡fue a cobrármelas! El amor de mi vida no las había pagado.

Ese fue el comienzo de mis sospechas, me hacía pasar vergüenza y en realidad no sé qué hacia con el dinero, porque no ganaba poco ni mucho.

Una vez me dijo que lo acompañe al entrenamiento, nos subimos en un taxi, llegamos y le dijo al conductor que esperara porque no tenía suelto, que ya salía para pagarle la carrera, pues nunca dio la cara, se fue a entrenar y tuve que salir a escondidas una hora después; luego me enteré que eso hacía de lunes a jueves. En otra ocasión comenzó a sacar ropa fiada y decía que me la cobren a mí. Al final sus andanzas las utilizó en cosas del amor, terminamos separados. Han pasado 23 años desde que lo dejé, no era jugador, pero sí tremendo estafador.

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