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Barrial Quito: El fútbol es su escape de la cotidianidad
Un grupo de mujeres se reúne en Cumbayá, parroquia de Quito, para sacarse el estrés entrenando el deporte rey
Las luces del estadio de la Liga Deportiva Parroquial Cumbayá, al oriente de Quito, se encienden dos veces por semana para recibir a unas jugadoras diferentes. No se trata de un equipo profesional, ni siquiera de uno barrial, sino de mujeres que entrenan con disciplina porque han encontrado en el fútbol un espacio para desconectar de la vida laboral o las responsabilidades del hogar.
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“Nunca me imaginé acabar corriendo detrás de un balón”, reconoce Piedad Almeida, quien es una de las mayores del grupo y que solo estaba vinculada a este deporte a través de su hijo, quien es futbolista amateur.
Cuando Piedad descubrió la posibilidad de practicar este deporte, dejó de ser espectadora, pues quedó fascinada y actualmente es una de las infaltables a los entrenamientos.
Esta iniciativa la tuvo Adeo Leiva hace siete años. El entrenador con pasado en las formativas de Liga de Quito e Imbabura, que ahora dirige al Meridiano de la Segunda Categoría, dedica también su tiempo al proyecto con su academia, en la que entrena hombres. Pero el espacio del fútbol femenino le inspira.
“Esto nació con la idea de la inclusión de la mujer en el fútbol, que encuentren un espacio para ellas, que no suele haber, y que vivan este deporte en su cotidianidad”, explicó Leiva.
Las sesiones son retadoras para las damas, pues arrancan con trabajo físico, siempre con pelota al pie, aprendiendo movimientos básicos y mejorando su técnica.
“Yo rescato sus ganas de aprender, que no pasa siempre con los hombres, porque piensan que ya se las saben todas. En cambio, las mujeres siempre quieren aprender, mejorar, te preguntan y se empeñan por mejorar”, resaltó el entrenador.
La práctica termina con un partido, que es el momento más esperado por ellas. En la cancha ponen en práctica lo que van aprendiendo y se permiten sacar a relucir su talento. Fintas, golazos o ‘golitos’ que salen de las piernas de mujeres que por las mañanas hacen distintas actividades: estudiantes, jefas de hogar, un par de biólogas y hasta una bailarina.
Esta academia, que lleva el nombre de su entrenador, Adeo, se ha convertido, para varias de ellas, en una familia. Han instalado la costumbre de cerrar las sesiones y juntarse a comer algo para compartir fuera del campo de juego, forjando también buenas amistades y una red de apoyo entre mujeres.
Así, por ejemplo, María José Cañas atraviesa su mal momento a causa de una lesión.
“Entramos a un campeonato con la academia, en el que llegamos bastante lejos, a semifinales; pero en un partido tuve una rotura del ligamento anterior cruzado”, relató Cañas, quien también dijo que, aunque tiene prohibido jugar, asiste a los entrenamientos para mirar y no quedarse en casa pensando en la recuperación.
Para ella, el fútbol es su motor, le dedicó mucho tiempo en la época colegial y universitaria, pero finalmente priorizó sus estudios en psicología y por un tiempo se alejó de la pelota, hasta que encontró este equipo. Hoy, incluso, busca especializarse desde su profesión en el ámbito deportivo.