El amo y el esclavo. Estos roles, desempeñados por un hombre y una mujer o viceversa, son la clave para juguetear con el sadomasoquismo, una práctica sexual que mezcla el dolor y el placer. Expertos revelan a EXTRA que el ecuatoriano prefiere, en ligera mayoría, ser dominado por la ‘ñora’.

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Eliud Gutiérrez, propietario del sex shop Hot Fantasy con cuatro sucursales en Guayaquil, destaca que en su tienda se ofrecen productos para exploradores en este ámbito, no para expertos. “Para convertirse en un amo (experto), se requieren conocimientos específicos, como técnicas de amarre o para infligir dolor”, explica Gutiérrez.

No obstante, para los ‘calenturientos’ que quieran experimentar con este tipo de ‘cuerpeo’, hay un kit de 10 piezas a 40 dólares, que incluye esposas, látigos, tapaojos, una cruz para atar manos y pies, pezoneras y el famoso collar de correa, símbolo de sumisión.

Este conjunto, según Gutiérrez, es el favorito del público, que suele buscar artículos para atar o nalguear. Además, señala que hay picos altos en ventas con la aparición de películas relacionadas con estas prácticas, como ‘50 sombras de Grey’.

Johanna Aguilar, sexóloga con consultorios en Quito y Pelileo, dirige también un sex shop online. “El más vendido es la lencería de cuero, que incluye esposas y látigos, generalmente para el rol de dominancia de la mujer hacia el hombre”, expone.

Y es que la curiosidad ha llevado a más personas a visitar tiendas eróticas, según Aguilar, y a pasar de comprar plumas eróticas a látigos. También hay ‘full’ demanda por el shibari, un estilo japonés para atar el cuerpo de forma que la persona quede inmóvil para el ‘delicioso’.

“Generalmente, en la consulta lo que me preguntan mucho es ‘¿estará bien?’, ‘¿es correcto?’, ‘¿qué debo hacer si mi pareja me solicita este tipo de amarre con cadenas?’”. Les aconsejo que este tipo de prácticas deben ser conversadas y consensuadas, explica la especialista.

Es precisamente el consenso lo crucial en el sadomasoquismo. La dominación sin consentimiento puede constituir abuso, por lo que es esencial establecer límites a través de una conversación previa.

En Ecuador, esta combinación de placer y dolor sigue siendo un tabú, según Aguilar. Las creencias religiosas y los prejuicios son barreras. “En muchas ocasiones pacientes me dicen: ‘Ok, si acepto hacer tal cosa con mi esposo, ¿qué me va a decir, que soy una cualquiera?’, lamenta la especialista.

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