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Buena Vida
Lilia 'barre' a la vagancia con su negocio, en Guayaquil
En su taller, la octogenaria sigue con el legado de su familia política: fabricar artículos de aseo. Sus hijos y nietos se sumaron al ‘camello’.
Con pasitos lentos, Lilia Calero Constante camina por su taller, en el centro de Guayaquil. Sus 82 años ya le pesan al desplazarse. Pero ni bien se sienta en un banquito de madera a ‘camellar’ haciendo escobas, todo cambia. Es otra. Está en su papayal. Rápidamente resalta la destreza de sus manos.
Su edad no es un obstáculo. A la abuelita, nacida en esta ciudad, le gusta estar activa. No ha parado de laborar desde la adolescencia, cuando fabricaba zapatos con su padre. Oficio que a los 21 cambió por la elaboración de todo tipo de utensilios de aseo, como trapeadores, escobillones, cepillos para lavar ropa y similares.
Pasaron décadas desde sus inicios. Se volvió una ‘dura’ de las escobas. Sus vecinos, de Esmeraldas y Huancavilca, siempre la felicitan por su ñeque cuando la ven en acción.
Como todo en la vida, la experiencia no nace de la noche a la mañana. Lilia está eternamente agradecida con su suegro, quien le enseñó los secretos de la actividad que ejerce. Ella y su esposo fueron sus pupilos. Con el tiempo, cuando ambos partieron de este mundo, la octogenaria continuó con el legado.
“Desde jovencita estuve en esto. Siempre he sido artesana, antes con los zapatos y luego con las escobas”, dice. Ahora, sus hijos y nietos le siguen los pasos y, junto a ella, producen las ‘armas’ con las que cientos de familias dejan los pisos de sus ‘caletas’ relucientes, sin huella de mugre.
BUSCA LA SOMBRITA
A diario, entre las 09:00 y 10:00, luego de desayunar, la abuelita empieza su rutina, que suele extenderse hasta las 5 o 6 de la tarde.
Se sienta detrás de un pilar del portal de su domicilio, que da hacia la calle Esmeraldas. Claro, a sus espaldas tiene la sinfonía de carros y buses que pasan por esa transitada calle, que va de sur a norte de la ciudad. Pero, asimismo, el pilar la resguarda del sol que se cuela hacia adentro entre las rejas de la fachada.
Tiene dos accesorios que son infaltables: una franela roja, que se pone sobre los muslos para que las cerdas que coloca en los palos de madera no se le queden pegadas al pantalón; el otro objeto es un guante negro en su mano derecha, que la protege al manipular los materiales.
En una pequeña mesita metálica asienta sus herramientas. En esa superficie tiene una prensa, que la usa para sostener la ‘cintura’ de la escoba mientras le incrusta las cerdas.
MEMORIA ‘PAPELITO’
Lilia conversa de su trayectoria sin desconcentrarse. Mientras habla, mirada fija a lo que hace con sus manos. Cita anécdotas con precisión, demostrando una lucidez envidiable. Su charla refleja que los tiempos han cambiado en el negocio.
“Antes venían empresas a comprarnos al por mayor. Se llevaban el producto en camiones. También venían a dejarnos material por montones. Éramos los proveedores de muchas compañías”, cuenta.
Después, tras una pausa, compara eso con la actualidad. “Ahora es menos el volumen de trabajo, hay mucha competencia. Pero igual sacamos para nuestras cosas y algo nos queda”, comenta sonriendo, sin perder el positivismo genuino que la caracteriza.
Verla en lo suyo, apasionada, es inspirador. Su reloj marca horas que no acaban si de trabajo se trata. ¡Continuará incansablemente hasta que el cuerpo aguante!