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Unidas y lejos del maltrato, ellas consolidan un barrio ejemplo de lucha en Quito
Todas fueron agredidas en algún momento de sus vidas por sus exparejas. Ahora son más de dos décadas que viven sin violencia intrafamiliar
Pamela Lara prepara el desayuno para sus dos sobrinos. Prende la computadora y acomoda a uno de ellos en la sala para que reciba clases. Luego limpia los dormitorios.
La joven, de 26 años, cuenta que esto lo aprendió de su madre, cuando esta se separó de su papá, hace más de dos décadas, porque la maltrataba. Lo recuerda como si fuera hoy. “Ella (su madre), solita, cuidó de mis hermanos y de mí. Se ‘sacó el aire’”, dice la joven.
Por eso Lara intenta replicar con sus sobrinos lo que hizo su progenitora con ella.
Barrio liderado por mujeres
Como su mamá, 27 mujeres llegaron al sur de Quito, en 1998, para formar el primer barrio liderado por féminas. Con la ayuda del Municipio y de una fundación adquirieron una vivienda, mediante un plan de desarrollo, e inauguraron el barrio Mariana de Jesús, dentro de la parroquia de Guamaní.
Ellas fueron maltratadas y amenazadas por sus parejas hasta que se cansaron y decidieron vivir solas. Por eso la consigna de las fundadoras fue vivir sin sus esposos y sacar adelante a sus familias. Y lo han hecho hasta hoy.
Ofelia Silva es una de ellas. La mujer, de 78 años, contó a este Diario que vino con su conviviente desde Loja hace tres décadas. Al poco tiempo de estar en la capital, el hombre dejó su trabajo y se dedicó a la bebida. Eso trajo consigo violencia. “Me mandaba a matar con sus amantes y ellas querían quitarme a mis dos hijas”, recordó la señora.
Silva buscó ayuda en la Policía y sacó una boleta en contra de su expareja. Luego conoció el plan de vivienda y aplicó para un espacio.
UN MUNDO APARTE
Los cinco mil metros cuadrados que encierran este barrio están bien mantenidos. Todas las mujeres se turnan para colaborar en las mingas.
Se consideran hermanas. Cuando una de ellas está enferma llaman a Lara, quien está estudiando enfermería. La joven les atiende y les receta medicamentos. Asimismo, si alguna de ellas no tiene dinero para los pasajes de sus hijos acuden a la secretaria para que les preste dinero.
Eso sí, nunca acuden a un hombre. María del Cisne Toro, presidenta del barrio, dice con orgullo que son más de 22 años que viven solas sin la ayuda de su pareja. “Hemos vivido en paz, sin el temor de sufrir violencia intrafamiliar”, comentó.
Sin embargo, no se niegan la oportunidad de estar con alguien. Rocío Quinteros contó que en ocasiones sale del barrio por un par de horas para encontrarse con su novio. “Soy mujer y tengo necesidades. Pero eso no implica que traiga a un hombre a vivir a mi casa”, dijo.
EL ÚNICO PROBLEMA SON LAS DROGAS
Las mujeres piden que se realicen más controles en las escalinatas que están a la entrada al barrio porque, según ellas, varios jóvenes suelen reunirse por las tardes y noches para consumir drogas.
Incluso, Lara indicó que su perro se come las manzanas que utilizan los adictos. Ella ha tenido que amarrar a su mascota en el patio de su casa para que no lo hiciera. “En una ocasión casi se muere por comer la fruta con los restos de droga”, comentó.