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TRANS: ¡Por el derecho a trabajar!
El prejuicio que existe sobre las trans femeninas es que son trabajadoras sexuales o estilistas. Algunas incluso tienen profesión, pero la discriminación las ha alejado de sus sueños. Activistas entregaron un proyecto de ley a la Asamblea.
Carolina es chef, pero ejerce el trabajo sexual. Tayra quiso ser decoradora de interiores, pero le tocó aprender peluquería. Teddy quiere estudiar informática o ser policía, pero no consigue trabajo para costear su carrera.
Los tres son hombres y mujeres transgénero que han vivido la discriminación laboral debido a sus preferencias sexuales.
Es por ello que colectivos por los derechos de esta población como la Nueva Red Trans, Silueta X, entre otros, entregaron un proyecto de ley en la Asamblea Nacional, que busca dignificar sus condiciones laborales.
Y en la semana en la que se conmemora el Día de la Visibilidad Trans, EXTRA cuenta sus historias.
Carolina, de 44 años, camina por las calles ofreciendo paquetes de pañuelos húmedos a un dólar, actividad que intercala con la prostitución. “Si no sale lo uno, saldrá lo otro”, dice.
Lleva sandalias de tacón, pantalón apretado y un maquillaje cargado. La base le permite camuflar las huellas de los golpes que ha recibido de algunos clientes. “Esto no me pasaría si me hubieran dejado trabajar de chef”, comenta.
Con enojo cuenta que cuando tenía 20 años estudió cocina porque siempre soñó con trabajar en un restaurante. Nunca pasó. “Todos veían mi aspecto y me decían que vuelva después. Cuando volvía ya habían ocupado el puesto”, relata.
Llegó desde Guayaquil a la capital y tuvo que sobrevivir con el trabajo sexual. De eso han pasado más de 20 años. Se repite “que le encantaría estar detrás de las ollas y no en la calle”.
El proyecto de ley expresa en el cuarto de los 16 capítulos que el Estado deberá “Prohibir la discriminación por motivos de identidad y/o expresión de género con respecto a todas las cuestiones relativas a cualquier forma de empleo...”.
“Suena bonito”, dice Carolina, pero aclara que tiene los pies sobre la tierra y que no cree que un papel cambie la realidad “de las que están más abajo; en este país las trans estamos confinadas a la peluquería y al trabajo sexual, el pensamiento de la gente no cambiará”, lamenta.
En un país en donde la tasa del subempleo está en el 23,4 puntos y la falta de empleo en 4,3 puntos (cifras de febrero de 2022) para personas como Carolina no es posible soñar con que todo mejore.
LA ESPERANZA
Quien sí tiene fe de que las cosas cambien para los trans es Tayra Avilés –extensiones rubias, manicura y pedicura recién hechos, labios rosados– quien vive en un modesto departamento en el sur de Quito.
Hasta antes de la pandemia trabajaba en un gabinete de belleza, pero la situación se complicó y ahora sobrevive con menos de 100 dólares al mes. “Tengo algunos clientes a los que atiendo en sus casas, pero es muy poco”, dice.
Tampoco se ha empeñado en conseguir puesto en alguna peluquería porque la paga no es muy justa, según Tayra, de 29 años.
En el capítulo II, inciso b del proyecto, se solicita que el Estado proteja los “derechos laborales de las personas trans, a fin de lograr, en igualdad de condiciones con las demás personas, condiciones de trabajo justas y favorables”.
Tayra fue con sus compañeras a entregar el documento al Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres. “Estoy emocionada porque es un paso, aunque pequeño”, dice.
Quizá eso le permita cumplir su sueño de ser una decoradora de interiores y dejar la peluquería, como ya lo hizo con el trabajo sexual. “Era muy peligroso y decidí salirme”, recuerda.
Quiere tener los recursos necesarios para ir a la universidad y tener un trabajo con beneficios como el Seguro Social.
Ella terminó el bachillerato, pero no todos lo han logrado. En el artículo 12 de este proyecto se contempla esta realidad: “...Si las personas aspirantes a los puestos de trabajo no completaron su educación... se les permitirá su ingreso con la condición de terminar el o los niveles educativos”.
Diane Rodríguez, activista trans, asegura que por lo menos el 79 % de la población no ha terminado sus estudios secundarios. “Este es un porcentaje alarmante, sobre todo de trans femeninas”, explica.
Kevin Castro, coordinador del Centro Psico Trans en Quito, donde funciona un refugio para personas en situación de vulnerabilidad, comenta que la discriminación es más notoria en las trans femeninas, ya que sus cambios son mayores y que la percepción de Carolina no está lejos de la realidad.
“Se cree que todas las trans femeninas son trabajadoras sexuales o peluqueras, pero eso no es así. Es un prejuicio”, sostiene.
El proceso de transición tiene que ver con la calidad de vida que tiene esta población. “En general, cuando los padres se enteran de sus preferencias sexuales los botan de la casa. Ya sin apoyo dejan de estudiar”, agrega Castro.
El de Tayra es uno de esos casos. La relación con su padre se rompió cuando se enteró que quería ser mujer y los estudios universitarios se esfumaron.
DERECHOS PENDIENTES
Paola Cabezas, asambleísta nacional e integrante del Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres, comenta que si bien el proyecto fue recibido, tiene un buen trecho que recorrer para que sea debatido en el pleno legislativo. “El texto tendrá que ser revisado para ingresarlo y que el CAL (Consejo de Administración Legislativa) califique y vaya a una de las comisiones”, explica.
Por ahora el texto está en el primer filtro y no se atreve a establecer plazos. Reconoce que la población trans es una parte de los ecuatorianos que más tiene problemas a la hora de trabajar. “Muchos de ellos son profesionales y no han podido ejercer sus carreras ni en el ámbito público ni privado”.
Teddy también estuvo en la Asamblea apoyando la gestión de los activistas. Él es trans masculino y tampoco se ha librado del prejuicio.
Por ahora vive en el refugio coordinado por Kevin, luego de que viera desvanecer su sueño de ser policía o agente de tránsito. “He tenido que hacer de todo para sobrevivir, trabajé en una mecánica y ahí me corté dos dedos”, dice.
La mecánica tampoco ha sido su plan, pero le tocó aprender. Eso lo dejó con una discapacidad que no le permite postularse a la fuerza pública.
Sin embargo, no deja de soñar y quiere estudiar informática. “En esa profesión no va a importar cómo me vea”.
Aunque no fue insultado en sus anteriores empleos, sí tuvo que aguantar que uno de sus jefes le pusiera los trabajos más pesados mientras le decía: ‘Si quieres ser hombre, pues carga como hombre’. “A veces no avanzaba”, recuerda Teddy.
Cabezas espera que el trámite de este proyecto siga su marcha, aunque le preocupa que dentro del legislativo “existan visiones conservadoras que ignoren la diversidad del país y que por lo tanto sigan afectando a poblaciones vulnerables como los trans”.
Para Diane Rodríguez, otra de las razones para que exista esta brecha laboral es que esta población rompe los estereotipos sociales. “No pasa con los gays, por eso la ley se enmarca en los trans”, explica.
Y mientras se espera por la ansiada ley, Carolina, Tayra y Teddy seguirán sobreviviendo en lo que hacen, en esos empleos en los que la sociedad los ha encasillado solo por ser diferentes.