El miedo se ha convertido en una sombra constante para Carmen, una comerciante de 51 años oriunda de un cantón de la provincia de Chimborazo, quien desde hace varios años trabaja en el mercado Las Manuelas, ubicado en el centro de Durán. La angustia la consume desde hace una semana, cuando una mujer se acercó a su puesto y, con tono amenazante, le exigió el pago de 50 dólares a cambio de permitirle seguir trabajando. La desconocida afirmó ser parte de una organización criminal.

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Desde entonces, Carmen vive en un estado de zozobra, al igual que sus compañeros. "Nos han dicho que, si no pagamos, van a atentar contra nuestras vidas", cuenta con voz temblorosa. El temor no es infundado: otros comerciantes del mercado han recibido amenazas similares.

Rodrigo, otro vendedor, confirma que la extorsión no termina con ese primer pago. Además de los 50 dólares iniciales, los delincuentes exigen una cuota diaria de dos dólares. "Nos tienen vigilados. Ven con quién hablamos, quién se nos acerca. Es mejor quedarse callado", dice en voz baja, mientras observa con recelo a su alrededor.

El silencio se ha convertido en la única defensa de muchos comerciantes que temen denunciar. Según el coronel Juan Carlos Barrionuevo, jefe subrogante del distrito Durán, este tipo de delitos a menudo queda en la impunidad por el miedo de las víctimas a sufrir represalias. "Estamos realizando operativos para desmantelar estas economías criminales. Hacemos un llamado a la ciudadanía para que denuncie. Ha habido una reducción de delitos en el cantón", asegura.

Sin embargo, la realidad en el mercado Las Manuelas parece contradecir las estadísticas. Para Carmen y sus compañeros, cada jornada laboral se convierte en un desafío, con la incertidumbre de no saber si la próxima visita de los extorsionadores traerá consigo una amenaza aún más grave.

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