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Talento al pie del mar: Las próximas promesas del fútbol se hacen en las playas de Esmeraldas
Grupos de chicos hacen de la playa su campo de entrenamiento para convertirse en futbolistas profesionales. Todo un esfuerzo de admirar
La brisa salada del Pacífico baña sus sueños, que están ahí, a la vista, en un balón de fútbol. Cada mañana, cuando apenas empieza a clarear el día, unos 40 ‘pelados’ llegan hasta las playas de Las Palmas y Muisne para desarrollar extensas jornadas de diversión y ‘peloteo’, todo por sus deseos de convertirse en futbolistas profesionales.
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La marea baja revela un campo de juego natural: la arena, donde los pies descalzos golpean el balón con la esperanza de emular a sus ídolos, algunos de los cuales surgieron de este mismo lugar.
Las primeras luces del alba pintan de dorado la arena húmeda, mientras los entrenadores comienzan a colocar a cierta distancia conos y balones. Entre ellos se encuentra Carlos Camacho, un ‘veterano’ que ha dedicado su vida a guiar a los chicos. “Aquí en la playa se forjan no solo jugadores, sino también personas con carácter y resistencia”, dice con orgullo, mientras observa a sus pupilos realizar ejercicios físicos en el entrenamiento, que dura dos horas, de 07:00 a 09:00.
La arena es un desafío constante. Cada paso requiere más esfuerzo, y cada movimiento se convierte en una prueba de fuerza y equilibrio. “Jugar en la arena ayuda a fortalecer los músculos y mejorar la agilidad”, explica Carlos. “Los chicos desarrollan mayor resistencia y un control del balón que no se obtiene en una cancha convencional”.
¿Cuál de los alumnos podría ser la próxima estrella del fútbol ecuatoriano?
Uno de los jugadores más prometedores es Javier Quiñónez, de 15 años, quien sueña con jugar en la Serie A ecuatoriana. Él forma parte del grupo que practica en la tarde, de 16:00 a 18:00. “Entrenar aquí es duro, pero nos hace más fuertes. La arena nos enseña a ser rápidos y a no rendirnos nunca”, expresa mientras se toma un respiro y observa el mar.
En la playa de Muisne, la escena se repite con diferentes rostros, pero con la misma pasión. José Vera, otro joven talento, relata cómo comenzó a jugar fútbol en la arena desde los 10 años. “Aquí aprendí todo lo que sé. Mis amigos y yo venimos todos los días después de la escuela. Entrenamos duro porque sabemos que este es el camino para salir adelante”, añade José, mientras se seca el sudor de la frente y bebe un poco de agua para mitigar el cansancio.
Los entrenadores, como Miguel Cerda, también ven el potencial en estos chicos. “Ellos tienen una determinación increíble. La arena es su aliada y su desafío. Cada entrenamiento es una lección de vida. Aprenden a superar obstáculos, a trabajar en equipo y a mantenerse enfocados en sus metas”, sostiene Miguel, quien también jugó en estas playas en su juventud.
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Los padres también alientan
Las familias de estos jóvenes también juegan un papel crucial. Los fines de semana, la playa se llena de padres y hermanos que animan a los equipos, generando una atmósfera festiva.
“Es un orgullo ver a nuestros hijos entrenar aquí. Sabemos que, independientemente de si llegan a ser profesionales, están aprendiendo valores importantes”, dice María Mora, madre de uno de los chicos.
Bajo la sombra de una palmera, Luis Klinger, un pescador jubilado, observa con nostalgia a los chicos. “Cuando yo era joven, jugábamos aquí también, pero no teníamos entrenadores. Verlos ahora me llena de esperanza para el futuro de nuestra comunidad”, comenta con una sonrisa.
Cuando el sol comienza a ocultarse, tiñendo de naranja y púrpura el horizonte del Pacífico, los jóvenes futbolistas, exhaustos pero satisfechos, recogen sus pertenencias y se despiden con la promesa de volver al día siguiente. En sus rostros, el cansancio se mezcla con la esperanza y la determinación.
“Cada entrenamiento es una batalla contra uno mismo”, reflexiona Javier Quiñónez mientras recoge los conos. “Pero también es una promesa de que podemos lograr nuestros sueños si no nos rendimos”, expresa.
La esperanza y la pasión de estos jóvenes no pasan desapercibidas para los turistas. “Es inspirador ver cómo estos chicos trabajan tan duro para alcanzar sus sueños”, dice Marta García, quien llegó de Quito a Las Palmas con su familia. “Es un recordatorio de que, con dedicación y esfuerzo, todo es posible”, agrega.
“Es increíble ver cómo estos chicos dedican su esfuerzo a mejorar cada día. Se nota que no solo entrenan para ser buenos futbolistas, sino también para superarse a sí mismos y a las circunstancias”, comenta Eduardo Pérez, un visitante que arribó de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Ya cuando la oscuridad envuelve la playa y solo se escuchan los murmullos del mar, los jóvenes esmeraldeños regresan a sus hogares, sabiendo que cada día es una oportunidad más para luchar por sus sueños. “Mañana volveremos”, dice José, “y seguiremos dando lo mejor de nosotros. Porque aquí, en la arena, es donde empezamos a construir nuestro futuro”.
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