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Santo Domingo de los Tsáchilas: Miedo a la impunidad por un femicidio
Tres años después del crimen de Cristina Balcázar en Santo Domingo, el implicado no ha respondido completamente ante las autoridades
La casa de María Ortiz es una ‘cajita’ de recuerdos tristes. Las fotos de su hija Cristina Liliana Balcázar, de 37 años, están colocadas en rincones, paredes y mesas de sala como el único tesoro que la mujer, de 58 años, tiene de la chica que fue asesinada en 2020 en Santo Domingo de los Tsáchilas, donde residía.
Pero hay una imagen que María aferra a su pecho: es Cristina luciendo un vestido café y sosteniéndose orgullosa su vientre. La mujer tenía ocho meses de embarazo cuando fue estrangulada. El sospechoso es el padre de la criatura que nunca nació.
Este caso cobró nuevamente relevancia tras la detención de la expareja de Cristina, Cristian Bosquez, soldado en servicio activo que iba a salir del país el pasado 19 de agosto. Esa fecha, Fiscalía informó que su detención se dio en el aeropuerto Mariscal Sucre, al nororiente de Quito.
Contra él pesaba una boleta de detención, ya que recién en junio de este año se llevó a cabo una audiencia de formulación de cargos. Se ordenó su captura para que cumpliera prisión preventiva, pero María dijo que no se lo encontró.
“Luego de que lo detuvieron en Quito fue traído a Santo Domingo. Estuvo preso todo el 20 de agosto y un día después lo liberaron. Ahora no sabemos a dónde se fue”, asegura María.
Un milagro
La madre de Cristina se frustra al recordar que en la vida de su hija ocurrió un ‘milagro’ que fue cortado por el militar de 25 años. “Ella no podía tener hijos y se hizo todas las pruebas que lo comprobaban. Cuando conoció a este hombre se quedó embarazada”.
César Balcázar, hermano de la víctima, cuenta que la relación entre ambos se dio de una manera un poco extraña. “En realidad, ese señor (Cristian) quería enamorar a una media hermana nuestra, pero las cosas se dieron con Cristina”, rememora.
El noviazgo parecía que no tenía inconvenientes y cuando el milagro se dio en la vida de Cristina, ambos hicieron planes para la criatura que estaba por nacer. “Los dos tienen los nombres parecidos, por lo que cuando se supo que el bebé sería varón, decidieron que se llamaría Cristian, como el papá”, expresa María aferrada al retrato de su hijita, quien se sentía en las ‘nubes’ con su embarazo.
Era tal su deseo que se controlaba constantemente con un médico, pero al octavo mes, el 25 de noviembre de 2020, todo eso cambiaría.
La desaparición
Justamente esa fecha, a Cristina nadie pudo acompañarla al chequeo en un hospital de la tierra tsáchila. “Mi hija mayor estaba con sus hijitos. A mi hijo, como es policía, le fue imposible. Y yo estaba de viaje por Cuenca”, explica María.
Así que antes de salir, la chica llamó a su madre para decirle que luego de la revisión se encontraría con el papá del niño. El doctor la revisó a las 10:34 y luego de eso Cristina salió, algo que fue captado por una cámara de seguridad, según su hermano César.
Y ese fue el último rastro en vida que la familia tuvo de ella. La llamaron incesantemente y nada. “A las siete de la noche le dije a mi hijo y empecé a difundir su foto en redes sociales para que me ayudaran a encontrarla”, dice la madre de Cristina.
Defensora de los derechos
de la mujer
La búsqueda sumaba días y noticias alarmantes. Que la vieron por el cantón manabita El Carmen, que estaba con un grupo de delincuentes, que se la miraba pasear en motocicleta y con faldas cortitas... era la información que llegaba a oídos de los parientes y que jamás aportó a mermar la angustiante situación.
César pidió ayuda a sus colegas policías para rastrear el número de Cristina, lo que los llevó a un sector llamado Valle Hermoso, en la vía a Quinindé. “Hasta allá fuimos con ese hombre (Cristian) y se lo notaba bastante nervioso. Lamentablemente no encontramos nada”.
El adiós
La llamada crítica llegó el 7 de diciembre de 2020, luego de 12 días de no saber nada de Cristina. “Yo estaba en mi turno cuando me llamaron los colegas investigadores. Con pena me dijeron que encontraron el cuerpo de una mujer con las mismas características de mi hermana”, dice César.
Él estaba en Tandapi y manejó lo más rápido hasta el sitio del hallazgo, en Valle Hermoso, donde habían buscado anteriormente. Le rezaba a todos los santos para que aquella información fuera falsa, pero cuando llegó lo confirmaron.
María, en cambio, se negó a creerlo. “El cuerpito de mi hija estaba en un avanzado estado de descomposición. Mi nietito también ya solo estaba en huesitos”, narra con pesar la abuela de la criatura que no pudo nacer.
El hallazgo lo había hecho un agricultor de ese sector que perdió una vaca. Ese día él vio que unos gallinazos sobrevolaban por su terreno y se acercó hasta donde estaban las aves de rapiña porque creyó que se estaban comiendo a su res.
Pero allí yacía aquella joven que soñaba tanto con ser madre y a la que le encantaban las parrilladas, trabajar al aire libre y ser solidaria. “Cuando la llevamos a la morgue, yo tuve que hacer el reconocimiento. No tenía uñas, pero la identifiqué por sus manos”, recuerda su hermano César. Cuando se le pregunta qué causó la muerte, el pariente hace una pausa breve y afirma: la estrangularon y estaba maniatada.
Tres años después, las sospechas apuntaron al soldado Cristian Bosquez, quien según Fiscalía debía ser investigado por este hecho. Se lo procesó, pero luego se lo liberó. Ahora, el Ministerio Público, a través de un tuit y no de un informe completo, dio a conocer que se hizo una audiencia de revisión de medidas, por lo que se dispuso la prisión del uniformado, que está prófugo.
Ahora, María solo se sostiene con el amor de sus dos hijos y el recuerdo de su Cristina, cuya habitación está intacta. Allí su ropa está guardada como si fuera a volver. También están las pequeñas prendas del bebé, que fue bautizado como Ezequiel antes de ser enterrado junto a su madre.
Se 'huele' a impunidad en femicidio en Cuenca
Sonia Salamea es madre de Cristina Palacio, asesinada en Cuenca en marzo de 2017. Luego de que la justicia condenó al implicado, nuevamente debe recordar la tragedia que enlutó su corazón.
En aquella fecha, la joven fue victimada por un supuesto amigo suyo, quien la arrojó al río Cuenca. Su cadáver apareció en el río Paute. El tipo, identificado como Carlos Flores, debía pagar 34 años de prisión.
Sin embargo, en marzo de este año se le otorgaron medidas cautelares, a pesar de la condena. Desde entonces, el sujeto está prófugo.
Salamea dijo a EXTRA que a más de eso, en agosto pasado se pidió una revisión de la sentencia, lo que a su criterio es una total desvergüenza. “Tenemos que nuevamente sufrir la revictimización por este caso”, relata la madre de la víctima, quien tenía 29 años.
Ante esta situación, así como en la de Cristina Balcázar, Paulina Rueda, coordinadora del Observatorio de Erradicación de Violencia de Género, rechaza que se otorguen este tipo de medidas a involucrados en femicidios. “Estas decisiones son aprovechadas para huir y no pagar por el delito”. Para Rueda, con eso también se genera una vulneración hacia los familiares de las víctimas.
La representante de los derechos de la mujer cuenta que según las cifras que han recabado, en todo el país han ocurrido 182 femicidios este año. De ese número, en un 30 por ciento los implicados se encuentran prófugos, asegura Rueda.
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