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Quito registra al menos 50 filtraciones de agua al día, no todas se logran solventar
La falta de lluvias en los sitios de captaciones ha hecho que los caudales bajen
Quito se abastece de agua proveniente de ríos y nevados cercanos, pero también depende de la lluvia, que generalmente llegaba desde septiembre. Sin embargo, este año no ha sido el caso.
La preocupación por la sequía ha llevado al Municipio a exhortar a los ciudadanos a un consumo responsable del agua. Además, se analiza la posibilidad de implementar una tarifa diferenciada mediante una ordenanza o acto normativo.
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También se han programado cortes preventivos de agua para los barrios que dependen del sistema Pita-Puengasí, especialmente en el sur.
La capital cuenta con cuatro embalses principales: Salve Faccha, Mogotes, Sucus y La Mica, que en conjunto almacenan hasta 38 millones de metros cúbicos de agua. Sin embargo, Geoconda Ayala, funcionaria del departamento de Captaciones y Conducciones de la Empresa de Agua Potable y Alcantarillado (Epmaps), explicó que el sistema Pita-Puengasí no tiene un embalse para almacenar agua. “Depende netamente del caudal del río Pita, y no ha llovido en varias semanas”, indicó.
Debido a la situación, La Mica ha tenido que aportar 750 litros por segundo hacia Puengasí. Esta laguna natural, utilizada por Epmaps para abastecer de agua al centro y parte del sur de la ciudad, ha visto una reducción en su nivel de agua.
Aunque la lluvia ha sido solo el 45% del promedio en los últimos dos meses, la cota no ha llegado a niveles críticos y sigue apoyando a Puengasí, según Ayala. “Sí hemos notado que el nivel está bajando un centímetro por día desde hace tres o cuatro meses, pero no hemos llegado a niveles críticos”, aseguró.
Daños a la infraestructura
A pesar de los esfuerzos por gestionar el agua, existen múltiples fugas que continúan sin reparación, lo que agrava la situación.
EXTRA realizó un recorrido por algunas de las fugas reportadas por los ciudadanos. En Chimbacalle, por ejemplo, se encontraron al menos cuatro fugas en una sola vía.
Los vecinos, acostumbrados a este problema, colocan cintas, llantas y hasta palos para alertar sobre el peligro y evitar accidentes.
Sin embargo, el problema va más allá de las advertencias: el desperdicio de agua también está generando daños a la infraestructura vial. En la calle Villonaco, la presión de una fuga provocó que un camión de gas quedara atrapado en el agujero formado la mañana del 19 de noviembre.
“Encima no contestan las llamadas para que vengan a repararlo. Mientras nos piden que ahorremos el agua, se desperdicia aquí mismo”, comentó Miriam Velástegui, vecina.
En la calle Atacazo, la situación es similar. Carlos Paredes señaló que una fuga en su barrio lleva 15 días y ha formado un pequeño riachuelo que avanza hasta encontrarse con otra fuga en la calle Iliniza.
En el centro, en La Tola, Marco Cabezas mencionó que una fuga lleva 18 días sin ser atendida. “¿Dónde está el dinero de la empresa si no invierten en resolver esto?”, cuestionó.
Según la Epmaps, en promedio se reparan 57 fugas al día, de las cuales 50 corresponden a reparaciones de conexiones y 7 a redes matrices de agua potable.
Hasta la fecha, en 2024 se han reparado más de 14.180 fugas. Sin embargo, los reportes siguen siendo constantes. Franklin Maiza, jefe de la Unidad de Operaciones Sur de Epmaps, explicó que las alertas se atienden dentro de un plazo máximo de 72 horas, aunque reconoció que debido a la magnitud de la red de agua en Quito, que supera los 7.700 kilómetros de tuberías, no siempre es posible cumplir con el plazo.
“La presión del sistema, el tráfico vehicular, las intervenciones en la vía o el desgaste natural de las tuberías son factores que contribuyen a la aparición de fugas”, explicó Maiza.
La Epmaps aclaró, en un comunicado, que tiene la responsabilidad de reparar las fugas en redes matrices y conexiones domiciliarias (hasta antes del medidor). Según la empresa, el 80% de las fugas ocurren en conexiones domiciliarias y el 20% en las tuberías matrices.
Para los vecinos afectados, estas explicaciones no son suficientes. “Necesitamos más celeridad. Da angustia ver cómo se desperdicia el agua”, manifestó una moradora de El Carmelo, en el norte de Quito, quien prefirió no identificarse, pero mencionó que en su zona existe una fuga desde hace dos semanas.
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