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Crónica

“Así recaiga mil veces, mil veces lo levantaré”, dice Miriam, quien literalmente sostiene a su descendiente.Romina Almeida / EXTRA

Samborondón: Madre construyó una celda para alejar a su hijo de las drogas

Miriam Bedoya ha encadenado a Erwin Vera, quien hace siete años lucha con la adicción a sustancias sujetas a fiscalización. Ella ha gastado $ 3.800 en cinco clínicas de rehabilitación. Sin más remedio y con dolor, le edificó su propia prisión en casa.

“Mi temor es que algún día me toquen la puerta y me digan: “Anda coge a tu hijo que está muerto...”, confiesa con preocupación Miriam Bedoya, quien hace siete años lucha contra el consumo de drogas de Erwin Vera, el quinto de sus seis vástagos.

El joven, de 27 años, probó la heroína por primera vez a los 20. Cuenta que lo hizo por curiosidad y porque un problema sentimental lo llevó a ello. “No sabía qué hacer, solo no quería pensar más, hasta que un amigo -que estaba en el mundo de las adicciones- me dio a probar. Las siguientes ocasiones lo hice por agradar. Consumía una vez por semana, luego pasando cuatro días, y terminé haciéndolo a diario”.

Cuando su progenitora, de 56 años, se enteró de que su vástago se volvió adicto a sustancias sujetas a fiscalización no dudó en actuar. “Eran las 12 de la noche y mi hija mayor estaba en mi casa. Tuvimos que ponerle un sedante en la comida, ambas le lloramos y él accedió a ingresar al carro y ser trasladado hasta una clínica de rehabilitación”, indica Miriam.

Cadenas y ‘operativos’

Erwin dice que intentó escapar y le dieron una paliza. Desde 2015 ha pasado por 5 centros de rehabilitación. Su madre afirma que ha gastado unos $ 3.800 en su atención. También lo ha encadenado por tres ocasiones, en todas dañó el candado para ir por el vicio.

Las escapadas de la casa, ubicada en el barrio El Salvador, cantón Samborondón, han sido unas siete, aproximadamente.

Lo máximo que se ha perdido ha sido un año. “Me fui hasta La Aurora para que mi mamá no me encontrara”, expresa.

Es que así como Erwin le ‘echaba cráneo’ para huir de ‘caleta’, su madre le montaba operativos para hallarlo. En algunas oportunidades lo ‘cachó’ en la calle H, sector de consumo y expendio de drogas, zona conflictiva en Samborondón, sitio en el que murió un amigo de la familia, también consumidor

Hace dos meses, Miriam le pasaba la comida a su vástago por un cuadrado de unos 15 x 15 centímetros.Romina Almeida / EXTRA

“Le pagaba un dólar a los consumidores de la calle para que me ayuden a ubicarlo. A todo el mundo le decía que me avisen si lo ven, que él no se entere, porque lo iba a coger. Una vez un tricimotero lo localizó y me llevó hasta donde estaba. Me dijo: ‘Por si acaso, aquí tengo gas lacrimógeno’. Pero le dije que no me le haga eso, basta con que él oiga mi voz y no sale corriendo”, señala la guayaquileña.

“Hace unos 5 meses, dentro de su celda prendió fuego a una almohada. Quiso meterle miedo a la tía que lo cuidaba y así lo dejara salir, pero ella no tenía la llave, yo me la llevé”.Miriam Bedoya, madre de Erwin

Al inicio de la pandemia (2020), como él estuvo en situación de calle, Miriam le dijo que se quedara en la vivienda; que ella y su esposo se irían a otro inmueble. Su descendiente accedió y casi le ‘pela’ la casa.

Por vergüenza volvió a ‘sacársela’ y retornó a la mendicidad. La adicción seguía y esto lo llevó a robar, supuestamente se sustrajo un tanque elevado y el cobre de un aire acondicionado. Por eso cayó preso y lo llevaron a la Penitenciaría del Litoral, la ‘Peni’.

Construyó su prisión

“Él me escribía para pedirme plata, porque le iban a pegar. No le aflojé nada, porque una vez le advertí: ‘El día que caigas preso olvídate de mí, no piso cárcel, le tengo terror’”, precisa la progenitora.

Esa postura le dio coraje al ‘encanado’, quien pensó que su madre lo había abandonado, pero ella se estaba ‘moviendo’ con los abogados.

Mientras duraron los trámites, Miriam conversó con su hija mayor sobre el tema. Ya no sabía qué hacer. “Construyámosle un cuarto con reja”, sugirió su primogénita.

Se pusieron manos a la obra y un cuñado colaboró con 500 ‘latas’. La celda costó casi 1.800 dólares.

Tuvieron que ponerle varillas a las paredes de cemento, en caso de que el ‘prisionero’ intentara romperlas. Lo mismo hicieron con el techo. Varillas metálicas están debajo del zinc, para evitar que sea levantado y sea una ‘vía’ de escape.

La celda tiene full varillas, las cuales fueron soldadas, así se reducen las posibilidades de escapar.Romina Almeida / EXTRA

Además, Miriam le mandó a poner más fierros a la puerta de acceso, pues su hijo logró quitar uno y salir por un espacio de unos 20 centímetros.

Asimismo, a la altura del cerrojo se añadieron más rejas para que el ‘encarcelado’ no pudiera sacar la mano y abrir la puerta, en la cual hay un cuadrado de unos 15 por 15 centímetros, a través del cual ingresa la tarrina de comida.

El cuarto fue construido hace tres años, tiene una dimensión de un metro y medio de ancho por dos de largo. Cuenta con su propio baño, cama y televisión.

Libre y de rodillas

A los tres meses Erwin salió de ‘cana’. Sostiene que Dios le reveló esa buena noticia a través de un pastor.

“El Señor me dijo ‘mañana será tu audiencia y saldrás libre’. Estas siempre se suspendían, pero así fue. Y cuando salí era la una de la mañana. Le pedí $ 5 al pastor para irme a Samborondón y él me contó que el Todopoderoso le mostró que mi mamá estaba afuera y así fue. Cuando salí, lo primero que hice fue ponerme de rodillas y pedirle perdón”, recuerda.

De una cárcel a otra

Entre lágrimas, Miriam lo abraza y le pidió a una vendedora de ‘jama’ de los exteriores de la ‘Peni’ que le preparase un plato contundente, no importaba el precio. Luego le dijo a su consanguíneo: “Sales de una cárcel y vas a otra”. Y allí le contó de la fortaleza que edificó en su residencia. Él aceptó y hace cuatro meses asiste al grupo de chicos adictos en recuperación ‘Un nuevo empezar’, donde recibe terapias y ha hallado amigos que se han vuelto su familia.

“Hace dos meses ya no tiene candado su puerta y puede salir, pero solo con los jóvenes del centro. Lo llevan y lo traen”, precisa Miriam, quien hace 18 años se encarga de la limpieza del Municipio de Samborondón.

¡Qué no diera la quincuagenaria por ver definitivamente a su vástago limpio, por no ser más su ‘carcelera’ por amor! Pero esa es su lucha y no desistirá, asegura. 

Erwin ayuda en los quehaceres de la casa: barre, cocina, arregla su cuarto-celda.Romina Almeida / EXTRA

¡Trabajar en sus emociones!

“El caso del muchacho es consecuencia de la tabla de consumo de drogas que sigue vigente en el Ecuador. Él empezó a drogarse y poco a poco comenzó a transformar su conducta y su personalidad, convirtiéndose en un delincuente y terminó preso por algo insignificante. Necesitaba su ‘dosis’ y parar con la abstinencia”, manifiesta la doctora y psiquiatra, experta en adicciones Julieta Sagñay.

La experta en salud mental indica que las emociones negativas lo llevaron a recaer, pero él y su madre pidieron ayuda.

“Ambos son unos luchadores ante esta enfermedad. Hay que trabajar en las emociones, porque cada vez que estos chicos tienen una emoción negativa ‘aprendieron’ a drogarse para anestesiarse y evadir la realidad. Es un detonante para una recaída”. 

Lo que funciona son las intervenciones

El psicólogo y experto en adicciones Joel Cañarte indica que a veces se interna a los chicos en centros no calificados y lo que se hace es cronificar el problema. Son necesarios los estados de cambio: crear conciencia, preparación, acción y mantenimiento en el proceso de rehabilitación.

“La desesperación de los padres los lleva a comprar ‘tranquilidad’. Muchos dicen: “Yo los encierro, sé que está en ese sitio, y no saben la rehabilitación que deben tener. Una madre cree que teniéndolo encerrado se va a curar, el paciente requiere intervenciones profesionales (equipo multidisciplinario). Se pierde tiempo en el tratamiento y la desesperación le lleva a construir una minicárcel dentro del hogar, porque se cree que aislarlo va a generar un proceso de cambio, pero no es así”, concluye Cañarte.  

“Empecé consumiendo heroína, pero luego probé la base de cocaína, marihuana y cocaína (‘perica’). Viví en las calles, reciclé, comí de la basura, casi mato a alguien por una sustancia”.Erwin Vera, adicto en recuperación