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Restaurador de obras de arte: "Parece que me vigilan... a veces siento que me quedan viendo"
En Quito, Marcelo Cuesta revela que algunas esculturas le han dado uno que otro susto. Al parecer, son formas de agradecerle por no dejarlas morir.
Místicas y reales. De mirada penetrante. Así lucen las esculturas del siglo XVIII, propias de la Escuela quiteña. Muchas de ellas reposan en el taller de Marcelo Cuesta, situado en el barrio La Tola, centro de Quito.
Desde hace dos décadas, el hombre, de 40 años, trabaja como restaurador de obras de arte. A pesar de sentirse protegido por vírgenes, cristos, santos y arcángeles que llegan a sus manos a diario, aún no se acostumbra a los sustos y sorpresas que estas estatuas le dan de vez en cuando.
“Muchas aparentan estar con vida. Parece que me vigilaran mientras las trabajo. A veces siento que me quedan viendo (...) y la sangre y llagas en los cristos son tan reales, es por la técnica del encarnado, propia de ese tiempo”, detalla.
Cuenta que hace un par de años tuvo la primera manifestación extraña en su taller. Quien le hizo ‘la jugada’ fue una Virgen del Calvario, a quien acababa de restaurar. Al parecer, quiso agradecerle por la labor cumplida.
“La iba a entregar a su dueño, pero la dejé sentada un momento con los brazos cruzados, sobre un mueble, mientras me ocupaba en algo más por unos minutos. Al volver por ella estaba sentada en otra posición y con sus brazos caídos. Fue raro porque estábamos solos”, dice.
Pero el realismo de las esculturas no solo ha logrado intimidar a uno que otro visitante, sino también a los pillos, quienes, al parecer, por temor divino jamás han intentado robar el negocio del maestro.
“Los delincuentes siempre que pasan por aquí se santiguan. En ocasiones me piden permiso para entrar a rezarle al Arcángel Miguel o a otro santo. Le piden siempre que les proteja... Que la Policía no los coja. Que no salgan malheridos. También piden por sus familias en caso de que caigan presos”, añade el escultor.
La fe es la mayor arma que tienen los fieles para protegerse de la delincuencia y fuerzas oscuras. Según Cuesta, las esculturas de niños divinos están entre las más buscadas por los quiteños creyentes.
“Los clientes me cuentan que ellos les cuidan mucho. La casa de una señora se incendió, casi por completo, pero justo en la habitación donde estaba el niño (Jesús) no hubo muchos daños. A la escultura apenas le quemó el brazo. Ellos cuidan su espacio, en especial”, menciona.
CON LOS ‘DUROS’ DEL ARTE
Marcelo Cuesta comenta que por sus manos han pasado obras patrimoniales de grandes artistas ecuatorianos, expertos en pintura y escultura. “Para mí fue un honor restaurar las obras de maestros de la historia de Quito, como Antonio Salas, Pampite, Manuel Chili Caspicara, Miguel de Santiago, entre otros. Me ha enriquecido como persona y profesional”, mencionó.
Pero en el ámbito arquitectónico, también ha tenido participación. Principalmente en iglesias coloniales de la capital. En la de San Blas y El Tejar estuvo a cargo de la restauración del pan de oro de las naves principales. Asimismo de la elaboración de un nuevo Corazón de Jesús y otros santos para las mismas capillas.
Cada mes realiza 40 restauraciones. De estas, 10 pertenecen a obras de la Escuela quiteña, y el resto son piezas menores de fieles que conservan esculturas de más de 100 años.
“Con mi trabajo busco recuperar el patrimonio de Quito, para mantener viva la cultura. Quiero rescatar los valores de nuestros ancestros. Devolver la vida a las obras que están deterioradas o a aquellas que han tenido un accidente”, finaliza.