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Quito: Sufren las ventas en la avenida Cristóbal Colón, ¿por qué?
Algunos negocios a lo largo de esta avenida han facturado entre 50 % y 75 % menos en sus ventas desde que empezó la intervención
Desde hace 22 años, Silvia Hernández (52) vende sánduches de higo con queso en la esquina de la avenida Cristóbal Colón y Juan León Mera, al centro-norte de Quito. Mientras hunde la panela en la olla de metal donde endulza los frutos para la venta, asegura que es la primera vez que ha visto una obra tan extensa en este sector y con tan larga duración.
Se llena de lágrimas cuando explica cómo la pavimentación, el polvo y la presencia de maquinaria han afectado su negocio. “Ya no circulan vehículos ni tanta gente. Antes vendía 60 o 70 pancitos a $ 1,50, ahora no vendo ni 20”, dice. Silvia se lamenta porque se avecinan las matrículas, la compra de uniformes para el nuevo año escolar, y le preocupa que la ganancia mensual no sea suficiente para apoyar los estudios de su hija de 14 años.
Jorge Rivera, su esposo, también vende este producto en un ‘carrito’, con el que recorre las calles aledañas a la avenida Colón, sorteando los baches. Reconoce que el trabajo se ha convertido en una odisea y hay una queja colectiva por la presencia de polvo, que solo se asienta cuando un tanquero municipal riega con agua la vía. “Tenemos que cuidarnos la salud, qué más toca”.
La Colón, como se la conoce en la jerga quiteña, es una de las avenidas más importantes de la capital. Conecta de oeste a este con otras dos avenidas importantes: la América y la 12 de Octubre. En su trayecto se forman decenas de arterias que llevan a otros sectores del centro y norte de la urbe.
Vendedora
A lo largo de la Colón se levantan cientos de locales de comida, venta de ropa, maquillaje y papelerías. También hay cooperativas de ahorro, viviendas e instituciones públicas. Es una zona comercial y muy transitada. De hecho, según información oficial, antes de la intervención circulaban en promedio 15.258 vehículos diarios.
Esta avenida fue muy importante en la historia de la ciudad. En 1914 se inauguró el tranvía, que iniciaba su recorrido en el Centro Histórico de Quito y terminaba el viaje en la Colón, lugar en el que estaba previsto que se construyera el Hipódromo Nacional y donde ya se levantaban pequeños negocios.
Una obra municipal
Desde marzo de 2023, la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop) interviene totalmente esta vía usando hormigón, un material que dura entre 40 y 50 años, y no requiere mayor mantenimiento.
La pavimentación de la calzada norte se realizó primero y está por concluirse. De hecho, en una parte de la avenida (desde la 12 de Octubre hasta la Juan León Mera) inició la circulación vehicular progresiva.
Según informó la Epmmop a EXTRA, el plazo contractual de la obra concluye el próximo 5 de noviembre. Sin embargo, se aplica la extensión de horarios de trabajo en horas de la noche para concluir lo más pronto posible. Ahora mismo se inició con la intervención de la calzada sur desde la Avenida América hasta la 10 de Agosto.
Alrededor de 50 obreros ejecutan los trabajos de 07:00 a 19:00 y, en caso de ser necesario, los horarios se extienden hasta las 22:00. El monto de inversión asciende a 1’528.813 dólares, sin contemplar el impuesto al valor agregado (IVA).
Lidiar con el polvo
Los vientos de verano en Quito alcanzan los 70 y 80 kilómetros por hora, según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi). Esto, en lugar de refrescar a los comerciantes que tienen sus negocios en la avenida Colón, los afecta porque el polvo se levanta y ensucia los productos que están comercializando.
Al menos cinco negocios, a lo largo de esta vía, usan plástico transparente para cubrirse de la tierra. Otros comerciantes tienen franelas húmedas a la mano para limpiar los productos y evitar que se echen a perder. Como María Rojas Cabascango. Su ‘carrito’ de dulces ha estado ubicado en la esquina de la avenida Colón y 10 de Agosto por cuatro décadas. Mientras limpia uno a uno los caramelos empolvados, asegura que desde la pandemia la economía se afectó y ahora, con la pavimentación de la vía, sus ingresos nuevamente han disminuido. Antes, vendía 30 dólares en un par de días, ahora las ganancias no llegan ni a 20 ‘latitas’.
En esta misma esquina y frente a un cúmulo de tierra que estuvo casi por 20 días, Javier Muñoz tiene un negocio de venta de empanadas de verde, corviches y café desde 2014. Este joven, que paga 70 dólares anuales por el permiso municipal, cuestiona que estos trabajos se realicen en la mañana y no en la madrugada cuando la gente descansa.
Comerciante
Su negocio también factura con cifras rojas. “Vendo hasta 50 dólares menos cada semana (...) y con este montón de tierra ya se ha afectado mi salud por el polvo, me ha dado varias veces gripe”, afirma mientras se retira a las 11:30, aún con productos por vender.
Una cuadra más arriba Arsenio Vega, vendedor en una tienda de repuestos, luce aturdido por el ruido constante de la maquinaria. Al frente de su negocio se encuentra una retroexcavadora abriéndose paso en la vía. Sostiene que la obra municipal ha sido perjudicial para el bolsillo de los comerciantes. En su caso, las ventas de su local han bajado en un 75 %. “Ahora hasta mediodía entran unas dos personas, antes rebasaban los 15 clientes”.
Los comerciantes reconocen que, de vez en cuando, un tanquero de agua riega la vía para evitar que el polvo se siga levantando. Sin embargo, esto no es suficiente para ellos. Piden que se acelere la ejecución de la obra. Saben que cuando esté terminada, la ciudad lucirá más bella, pero temen que sus ventas sigan cayendo.
Otros locatarios como Olga Pazapas, dueña de una tienda y panadería de la zona, se lamenta porque la avenida está más desolada y eso es un atractivo para la delincuencia. “Nos han dañado las puertas (del local) por intentar entrar. Pagamos una seguridad porque tres veces han intentado robarnos”, denuncia.
Los contrastes
No todo es blanco y negro. Algunos comerciantes aseguran que la intervención vial los ha favorecido porque la gente, al no poder usar sus vehículos, camina más, lo que aumenta el número de clientes potenciales. Aparte de que los mismos trabajadores de la obra les ‘hacen el gasto’ a los comerciantes.
Rosa Gualoto dice que ha vendido 13 cevichochos de un dólar a los obreros en sus momentos de descanso. “Yo siempre me iba a La Carolina (parque) a vender, pero ahora de vez en cuando vengo a probar suerte acá y no me he equivocado”, dice.
Entre dos y tres veces por semana, Rosa recorre la avenida Colón con su canasta ofreciendo su producto. “Hay días buenos y otros no tan buenos, porque cuando empezaron a construir yo era de las pocas que venían a esta zona, pero ahora ya hay más compañeros que vienen a vender”.
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