“Siempre estamos a la espera de que llegue un mensaje en el chat comunitario en el que informen que asesinaron a alguien en el barrio”. Esta es la declaración indignante de Manuela, quien en estas palabras describe cómo es la situación que viven los habitantes de La Roldós, un barrio popular ubicado en el noroccidente de Quito.

Ella es propietaria de un negocio en la calle N-85, una de las principales vías de este barrio que ha sido marcado por la violencia criminal. En esta avenida se han registrado varios ataques armados en el 2024. El último ocurrió la noche del 16 de octubre.

Gabriela Vera, la trabajadora de una farmacia, murió de un disparo en la cabeza. Según las primeras indagaciones, dos sicarios perseguían a un sujeto que habría salido de prisión hace pocos días. Este se refugió en el negocio de Vera y lo atacaron.

El exconvicto se escabulló entre los clientes y huyó sin recibir un disparo. La mujer, de 38 años, se llevó la peor parte.

Cuatro días después, en la Liga Barrial San José de Cangahua asesinaron a un joven de 24 años con seis tiros. A la víctima la conocían como Neymar y, al parecer, habría sido un consumidor de droga.

Tras este hecho violento, los dirigentes de la entidad deportiva decidieron suspender los campeonatos que se realizaban en esta cancha. Además, cambiaron las fotos de sus redes sociales por una imagen negra.

Estos y otros hechos más, según la Policía Nacional, han convertido a La Roldós en el barrio con más muertes violentas de la capital. Hasta el cierre de esta edición se registraron 13 crímenes.

Manuela recuerda que la calle N-85, en la que tiene su negocio, solía ser bastante concurrida hace más de un año. Todo cambió cuando se hicieron frecuentes los hechos violentos. “Había movimiento hasta casi la medianoche. Hoy, a las 19:00, La Roldós se convierte en un ‘pueblo fantasma’. Es lamentable”.

EXTRA confirmó esta aseveración cuando acompañó a los policías del sector a un operativo que realizaron la noche del jueves 24 de octubre, luego de que se registró una balacera cerca de la farmacia en la que asesinaron a Gabriela Vera.

La intervención empezó a las 19:00 y, pese a la presencia de más de 20 motorizados, los dueños de negocios bajaban las puertas enrollables y dejaban de atender a los clientes. “Cualquier rato matan a alguien”, comentó el trabajador de una ferretería.

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Por si fuera poco, a las 20:00 hubo un corte de energía eléctrica en esta zona. El ambiente se volvió tétrico. Nadie caminaba por las calles. Ningún local estaba abierto. Curiosos observaban detrás de las cortinas. Los pocos pasajeros que bajaban de los buses corrían a sus casas con las linternas de sus celulares prendidas.

En la radio de un mayor de Policía se escuchó una alerta: “Existe una riña callejera cerca de Vista Hermosa”. Un escuadrón llegó al lugar y se percató de que un grupo de mujeres empujaban a un sujeto y le pedían que se calmara. Este gritaba “¡Saca el cuchillo! ¡Dímelo en la cara! No te escondas”, y apuntaba con su dedo índice a un joven que estaba parado afuera de una casa junto a su madre.

Un agente de la Dirección General de Inteligencia (DGI) precisó a EXTRA que La Roldós se ha convertido en una zona de conflicto entre los grupos de delincuencia organizada más peligrosos del país: Los Choneros y Los Lobos. Ambas agrupaciones estarían disputándose el control de la venta de drogas y, en medio de esta guerra criminal, los vecinos son los más afectados.

El temor de Manuela y otros propietarios es que vuelva a existir un ataque armado y que ellos se conviertan en víctimas colaterales en un conflicto en el que no tienen nada que ver.

Solo en la calle N-85 se han registrado tres masacres dentro de peluquerías, en las que han asesinado a nueve personas en 2024. En un caso, una de las víctimas fue la dueña del negocio; mientras que en otro asesinaron a un pastor evangélico que fue a cortarse el cabello antes de asistir a una ceremonia en la iglesia.

Katherine Herrera, consultora política en seguridad pública y de Estado, explica que lo que está sucediendo en el sector de La Roldós es un traslado de ‘militantes’ del crimen organizado desde localidades más conflictivas como Guayaquil, Manta y Durán. Utilizan a la ciudad como lugar de residencia o acopio momentáneo, y “cuando se establecen en los barrios necesitan enviar un mensaje sangriento para mostrar quién controla el territorio”.

La experta sostiene que este tipo de barrios todavía no se pueden convertir en epicentros del crimen organizado como en otras ciudades, sino en sitios de financiamiento para los grupos delincuenciales, “facilitando logística, recursos, armamento y otros apoyos”. Para ella, esta sería una razón del incremento del delito de la extorsión, por ejemplo.

La consultora enfatiza que si las autoridades no toman medidas en barrios como La Roldós, estos grupos pueden agarrar el control de estas áreas donde el Estado está ausente. Y eso se está viendo reflejado en la ciudadanía. Los moradores afirmaron que no confían en la policía. Cuando los uniformados convocan a reuniones para hablar de seguridad, la gente no va. Ellos no quieren hablar, buscan acciones.

Para el próximo jueves 31 de octubre los uniformados del sector han previsto realizar una asamblea comunitaria en la casa barrial. En la misma, según la convocatoria, “vamos a tratar temas inherentes a seguridad ciudadana y acciones a solucionar con el Municipio y empresa eléctrica”.

El nivel de desconfianza llegó a un nivel de falta de respeto. Por ejemplo, en la masacre ocurrida la noche del 20 de septiembre dentro de una peluquería, en la que murieron cinco personas y una quedó herida, los moradores no permitieron que los uniformados resguardaran la escena ni a las víctimas. Los familiares de los baleados llevaron por su cuenta a un par de ellos a casas de salud.

Cuando mataron a Vera, insultaron a los agentes y hubo empujones. La situación se salió de control a tal punto que tuvieron que utilizar gas lacrimógeno para dispersar a los vecinos.

Para Herrera, el espacio público es clave. Cuando las autoridades no lo gestionan adecuadamente, los grupos delincuenciales entran en acción como actores ilegítimos y toman el control. Por esto, la experta indica que las instituciones deben actuar de forma precisa, no solo con operativos grandes, sino con medidas puntuales y cotidianas.

Por ejemplo, “la Agencia Metropolitana de Control (AMC) puede regular y controlar negocios como barberías, que muchas veces son utilizadas por grupos delincuenciales”. Con esto, según la experta, se puede enviar un mensaje a la ciudadanía de que no están solos, evitando que pierdan la confianza en las autoridades legítimas. “Si la ciudadanía se siente desamparada, estos grupos ilegítimos pueden presentarse como los ‘salvadores’ y asumir el control”.

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