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Drama

Ora a Dios para poder hallarlos y estar en contacto con ellos, pues del lado paterno no tiene ‘ñaños’.Juan Faustos/Extra

"No quiero morir solo"

Un adulto mayor busca a sus ñaños maternos. Recurrió a EXTRA para hallarlos y disfrutar de la unidad familiar. Cuatro de sus seis vástagos fallecieron, solo le quedan dos hijas… pero ni la hora

Humberto Poveda, de 75 años, tiene un sueño por cumplir: conocer a sus hermanos del lado materno. Afirma que está solo, pues cuatro de sus seis hijos murieron y las dos únicas hijas que le quedan viven en Estados Unidos. No lo llaman ni lo vienen a visitar.

Aunque está sanito, dice que no quiere morir solo, que nadie lo sepulte. Asegura tener 12 o 14 ñaños. “Quizá algunos estén muertos, pero otros deben estar vivos, por eso recurro a EXTRA, que circula a nivel nacional, todo el mundo lo ve; alguien puede darme información“, expresa.

Señala que nunca tuvo una familia estructurada. Su madre, Enedina Mora, se separó de su padre Eloy Poveda cuando él tenía tres años. Ella viajó de Guayaquil hasta el cantón Naranjito para dejarlo al cuidado de sus padres.

Enedina regresó a la urbe porteña para trabajar puertas adentro, pero no la aceptaban con descendencia, ese fue su argumento.

A su abuelo lo describe como alguien amoroso. Era agricultor y sembró en él momentos valiosos; sin embargo, la edad avanzada (80) le impidió cuidarlo, luego de que su ‘ñora’ falleciera. Humberto tenía cuatro años. “Mijito, ya no puedo ni caminar, cómo te voy a cuidar”, rememora que le dijo su abuelo.

Maltratos y soledad

A su abuelo no le quedó otra que ‘regalarlo’ al dueño de una hacienda en Naranjito, quien lo tuvo hasta los 12 años, tiempo en el que también pasó maltratos. “Me ponía a trabajar como jornalero adulto. Solo un año me puso a estudiar, por eso aprendí a leer y escribir. Si hubiera terminado sería abogado”, manifiesta.

De ‘pelado’ huyó y viajó a Guayaquil. Vendió su ‘bici’ en 100 sucres (moneda empleada hasta finales del 90) y llegó a las calles Santa Elena y Alcedo, casa de una tía materna.

Recuerda que cogió el tren que iba a Durán, luego se montó en una lancha para ir hacia la urbe porteña y tomó un taxi rumbo a la dirección antes mencionada.

Sostiene que es ‘camellador’. Ha trabajado en limpieza, en taller de soldadura, ha sido mesero, chef, administrador de haciendas, comerciante, etcétera.

Hoy no tiene nada, pues hace tres años le robaron todo lo que poseía, asegura.

Sobre su familia prefiere no hablar, solo menciona que actualmente vive de la piedad de un nieto, quien desde la Yoni le manda 100 ‘latas’ para pagar un cuartito en Naranjito, barrio El Chorrón.

Señala que a su edad nadie lo quiere contratar y que tiene que vérselas para medio comer. A él más que la ‘chirez’, la soledad es lo que le preocupa, porque insiste... no quiere morir sin nadie que lo llore.

A un ‘pelito’ de conocer a su mamá

Hace 30 años, una prima que trabajó en la desaparecida maternidad Enrique Sotomayor halló a su madre.

“Vino a mi casa en ese entonces, la 31 y El Oro, (suburbio de Guayaquil) para contarme que ella había dado a luz. Volamos hasta el sitio, pero ella desapareció. En los datos de su historial clínico decía que tenía 12 hijos, por eso sé que tengo hermanos. Su marido se llamaba Juan Torres. Que Dios me ayude a encontrarlos. Al parecer mi madre vivió en Daule, campo adentro”, finaliza. 

100 sucres les sirvieron para escaparse de una hacienda en Naranjito y llegar hasta el Puerto Principal.