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¿Quiénes son los forzudos de Ecuador que cargan motores de hasta 121 kilos como si nada?
En General Villamil (Playas) habitan los hombres que con la fuerza de sus brazos y sus piernas pueden mover botes de hasta 2.5 toneladas hacia el mar
Algunos son un tanto panzones y con el cuerpo no es que se diga ¡qué atléticos son! La mayoría, si no es que todos, lucen su piel curtida porque trabajan expuestos al sol en la playa. Pero si hay algo que caracteriza a esta gente es el ñeque y la fuerza que tienen.
Y es que las fibras de pesca artesanal no llegarían al mar, ni tampoco podrían regresar luego de su faena de pesca hasta la blanca arena, si no fuera por ellos, los forzudos. Así les llaman a los hombres que, solo utilizando el poderío de sus brazos y piernas, bajan o suben las embarcaciones para salir o luego de que llegan de sus duras faenas de pesca.
Los forzudos ruedan los botes sobre dos troncos de madera de balsa a los que llaman ‘polines’ y los colocan en la arena hasta el día siguiente, cuando los vuelven a poner en el agua, de la misma manera que los subieron, empujándolos.
Este trabajo se cumple en dos jornadas. Cuando aún no sale el sol, desde las 05:00, los forzudos están en la playa para bajar las embarcaciones, cuya medida promedio es 6 metros de largo por 1,80 de ancho y que pueden llegar a pesar unas 2.5 toneladas (unos 2.500 kilos o, lo que es lo mismo, 5.511 libras).
- ¡Métele ñeque, forzudo!
Una vez que el bote topa el agua, la tarea se complica y es ahí donde los forzudos deben meter más ñeque. Tienen que sostenerlo de ambos lados con sus cuerpos, para que las olas no lo viren. Luego lo empujan mar adentro, hasta que esté lejos de la playa, para que la hélice del motor fuera de borda no tope tierra y permita a los tripulantes encenderlo y poder partir.
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Esta tarea la cumplen hasta las 09:00. A las 15:00 los pescadores comienzan a retornar. En esta segunda jornada, que se prolonga hasta las 19:00, el esfuerzo es más grande, pues tienen que subir la embarcación hasta dejarla en la arena montada sobre los ‘polines’.
Del mar hacia el sitio donde quedan ‘varadas’ las embarcaciones vuelve esa lucha de 30 o 50 metros, y “hay que meter fuerte el hombro para empujar la fibra, porque el ‘polín’ se hunde en la arena”, cuenta el forzudo Ángel Emilio Tomalá. Este trabajo es muy duro, porque además del esfuerzo que hacen, andan siempre mojados y trabajan a pleno sol, “pero ya estamos enseñados a hacerlo”, agrega.
Generalmente cada embarcación es empujada por cuatro hombres, que cobran cinco dólares por cada fibra. Ese dinero deben repartirlo entre todos, es decir a cada uno le queda $ 1,25. En la playa hay unos 30 hombres que se ganan la vida empujando fibras. Están organizados en cuadrillas y de estas hay unas seis en la playa, cuenta David Lindao, jefe de una cuadrilla y quien lleva 30 años en este trabajo.
Pero la situación no está muy buena hoy en día, “algunos pescadores han vendido sus embarcaciones para evitar ser ‘vacunados’ (extorsionados) y eso ha disminuido el trabajo”, dice un forzudo, que por seguridad no da su nombre.
- Llevan Hasta 121 kg sobre sus hombros
Pero los forzudos que empujan las fibras no son los únicos. Hay otro grupo de hombres que se dedican a subir y bajar los motores fuera de borda que, dependiendo de su potencia, pueden llegar a pesar entre 72 y 121 kilos.
Jhony Zúñiga es uno de los tantos hombres que se encarga de cargar los motores, ya sea para ponerlos en las embarcaciones, cuando zarpan, o colocarlos en los baldes de la camioneta cuando regresan.
- Para todos hay
En esta generación de trabajo conexo con la pesca también están los gaveteros, que son quienes llevan la pesca desde la fibra a la plazoleta de mariscos o vehículos que la llevan a otros lugares. Cobran $ 0,50 por cada traslado que hacen.
Este trabajo también es duro por el trayecto que hay que recorrer llevando un peso de casi un quintal, unos 70 metros hasta entregarla, que pueden ser hasta 100 metros en marea baja. Ricardo Pacheco comenta que él se gana hasta 15 dólares diarios cargando pescado.
“En la playa, la fuerza del trabajo está en los brazos, piernas y hombros de los forzudos”, comenta Carlos Jordán, quien fue un pescador en balsa, cuyas historias están plasmadas en un libro. Él destaca a los forzudos como un atractivo más de Playas, pues es común ver a los turistas admirados cuando observan a estos hombres cargar un motor sobre sus hombros, como si nada.
Sin embargo, esta gente no tiene amparo laboral y lo que consigan día a día para mantener a sus hogares depende de su fuerza. “Cuando ya no haya músculos, hasta ahí llegamos”, dice el forzudo Marcial Jordán.
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- Las ‘bolitas’ de pescado y los ‘fletes’
La pesca artesanal mueve la economía en la playa creando trabajo indirecto. Aparte de los forzudos y los gaveteros están los boleros, que son muchachos que recogen las artes de pesca de las embarcaciones, las limpian y las ordenan.
Por este trabajo reciben a cambio pescados y un langostino, que los van reuniendo hasta llenar una funda que ellos llaman ‘la bola’, que luego las venden a los comerciantes de pescado entre tres y cuatro dólares.
Los fleteros también forman parte de esta economía playera. Se les llama así a un grupo de conductores de camionetas que hacen los ‘fletes’ (recorridos pagados) a los pescadores, llevándolos de sus casas a la playa y viceversa, con sus motores, artes de pesca y el combustible, generando otra fuente de trabajo que se deriva de la pesca artesanal.
Taylor Borbor, dueño de una camioneta fletera, dice que son unas 20 vehículos que cobran cinco dólares, por la subida y la bajada a la playa. En el día, con todo el trabajo, se ganan unos treinta dólares, señala.
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