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“Perdóname, hijo mío”
Un joven se reencontró en Quito con su madre luego de más de dos décadas de ausencia. Ella dijo que no tenía dinero para mantenerlo.
George Estacio al fin pudo abrazar a su madre Elsa González, luego de que ella lo abandonara durante 22 años. Apenas se vieron, lloraron juntos y no querían soltarse. “Lo único que pido es que me perdones, hijo mío”, suplicó la mujer en las oficinas de la Dinased en el norte de Quito, donde se hizo el reencuentro.
George, de 24 años, llegó de Esmeraldas a la capital acompañado de su tía Gabriela Intriago, la encargada de cuidarlo junto a otros parientes desde que Elsa se fue. La progenitora, en cambio, fue transportada por los agentes desde Machala, El Oro, su actual residencia.
Era el 9 de septiembre de 1998 cuando Elsa les prometió que volvería luego de tres días. “Ella trabajaba con un partido político en Esmeraldas y dijo que se iba a un mitin a Machala”, recordó Gabriela. Pero nunca volvió. Desde entonces, el niño vivió con su abuela, su tía y otros familiares que no le negaron amor ni comida.
“Tampoco tuvo una buena relación con su padre. Además, jamás le mentimos a mi sobrino sobre su mamá. Siempre le dijimos que no le guardara rencor”. Le inculcaron que se superara para que su madre se sintiera orgullosa y hace poco lo hizo, graduándose del colegio allá en su tierra.
Pero la vida del joven aún estaba vacía y fue en marzo que decidió buscar a su progenitora luego de ojear un álbum de fotos. Allí, él y Gabriela vieron la imagen de Elsa. Fue entonces que juraron encontrarla juntos.
El procedimiento
Gabriela viajó a Quito antes del estado de excepción y se acercó a la Dinased para que le dijeran cómo debía poner la denuncia por desaparición. Los agentes le explicaron el procedimiento, pero no fue sencillo buscarla porque llegó la pandemia.
La policía encargada del caso no se detuvo y halló datos en redes sociales. Asimismo se contactó con sus compañeros de la Dinased de Esmeraldas para que iniciaran las investigaciones en el entorno familiar de George y su tía Gabriela.
Sin embargo, no había mucho por decir. Elsa no dejó demasiadas pistas para localizarla y lo único que conocían los investigadores es que ella estaba en Machala. Después de ocho meses tuvieron una certeza: el Consejo Nacional de Igualdad de Discapacidades (Conadis) tenía registrado a un hijo de ella en esa ciudad.
Pero tampoco sería fácil hablar con Elsa porque debido a su situación económica ni siquiera tiene celular. “Logramos conversar con una vecina y ella nos comunicó con la señora”, contó una uniformada.
Cuando le dijeron que su hijo la estaba buscando, ella no podía creerlo porque estaba segura que él le guardaba rencor. Aun así accedió a reencontrarse y se pautó la cita para el 14 de octubre. “Viajó bastante nerviosa. Tuvimos que parar algunas veces para que tomara aire”, narró la agente.
Luego de abrazar a su hijo, Elsa relató su verdad. Después de ‘perderse’ algunos años, ella regresó al barrio donde dejó a George. “Él se había cambiado de casa y nadie pudo darme razón de dónde estaba”.
Además, no siguió buscándolo porque la mayor parte de su tiempo lo consume su otro hijo quien tiene una discapacidad intelectual.
“Lo único que rogaba era que Dios lo protegiera (a George) en donde quiera que estuviera”, admitió con recelo y sin dejar de temblar. Y así fue, tras más de décadas, el chico estuvo siempre bien... después del reencuentro, los dos prometieron que recuperarán el tiempo perdido.