Si en una isla se vive entre el mar y el cielo, los usuarios del parque Arízaga se pasean entre la basura, el agua estancada y la maleza crecida. ¡Como si se tratara de un lugar de relleno sanitario!

Este espacio, situado en Callejón Parra, entre la 19 y la 20, al suroeste de Guayaquil, es visitado todos los días por niños, adolescentes y adultos. Su alto tránsito de personas se debe a su ubicación estratégica junto a la unidad educativa doctor Francisco Arízaga, como matutina, y la Carlos Zevallos, como plantel vespertino.

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Sin embargo, el parque, en vez de contar con mil y una piedras que adornen el espacio, tiene mil y un desperdicios. Según los padres de familia de las escuelas, que también son moradores, el lugar se encuentra “en abandono” desde hace muchos años.

“Esto nunca ha cambiado. He sido madre de familia desde hace 11 años, mi hijo estaba en la escuela y ahora en el colegio y siempre se ha mantenido lleno de basura. Si es que entre los padres se hace minga ahorita, esto se llena de basura en un par de horas”, cuenta Estefania Alvarado, quien esperaba a su hijo a la salida de la jornada.

Estefania está ‘mosca’ cuando los adolescentes, incluyendo su retoño, salen de clases y pasean por el parque, pues el lugar, que no tiene ninguna seguridad (puertas o resguardo policial), se convierte en punto ‘rojo’: consumidores de drogas arman sus ‘habitaciones’ ahí.

Por otro lado, ellos también temen que expendedores de ‘merca’ lleguen a convencer a los muchachos de probar alguna sustancia. “Las drogas están en todas partes y por eso prefiero venir a esperarlo, así tenga que hacerlo con mis hijos más pequeños”.

Otra madre que esperaba como Estefania asegura que ellas deben ser las vigilantes porque los policías de la UPC que está justo frente al plantel “solo llegan a tomarse la foto de que han hecho acto de presencia” y luego se retiran.

“Nosotros hemos visto. No les hemos podido tomar foto porque tenemos miedo de venir con celulares, pero esto no ha sucedido solo una vez”, afirma la representante, que prefirió no dar su nombre.

Todos los visitantes, incluso los que van solo para distraerse como Paola Argüello, coinciden en que el lugar se ha transformado en un ‘nido’ de infecciones. “Traigo a mis primitos, pero no puedo dejarlos con tranquilidad jugar porque el monte está por los techos, hay charcos de agua sucia. Aquí también practican deportes, ¿cómo se puede evitar alguna enfermedad si la suciedad está en todo el parque?”, enfatiza.

Un letrero en el que se solicita a los comerciantes informales, apostados en los exteriores del parque, que ayuden a mantener el área aseada ‘echa la culpa’ a los vendedores; sin embargo, ellos aseguran que no tienen nada que ver.

“Nosotros tenemos nuestras fundas para los desechos y también colaboramos con la limpieza, pero como tiene puertas cualquiera ingresa y deja basura”, sostiene Freddy Briones, uno de los comerciantes.

ROSA CHIMBO, LA 'MADRECITA' DEL PARQUE

1. ¿Qué sucede con el parque?

Todo el tiempo está lleno de basura y eso hasta es un foco infeccioso. Los restos de comida y las botellas son las que invaden el espacio que se supone es para los estudiantes. Además, no hay cómo andar luego de que el cielo se oscurece porque no hay quien resguarde.

2. ¿Los padres de familia intervienen en esta situación?

Antes de iniciar las clases se hizo minga entre todos, pero al poco tiempo está lleno de basura otra vez. Pero, igual, no se ha recibido apoyo de las autoridades para las falencias de este parque. Aquí hasta llegan a hacer bailoterapia en la cancha los adultos y, los más jóvenes, reciben clases de algún deporte los fines de semana. No es justo que se tenga que recrear en medio de la suciedad.

3. ¿Qué pide la comunidad educativa a las autoridades actuales?

Solicitamos que nos ayuden con la limpieza y mantenimiento del sitio en el que los chicos pasan a diario. No es justo que tenga que transitar en medio de la basura en los exteriores y también pasar necesidades en el interior del plantel. A veces les dicen que no hay algún material y los padres debemos suplir eso.