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Crónica
¡Papá Noel ‘peloteado’!
Tres artistas payasos pusieron su esperanza en diciembre, pero la pandemia les quitó el ‘camello’. Se quitaron el traje afelpado para laborar como vendedores e incluso vivir de la mendicidad
Este año se quedaron sin encendidos de árboles, sin visitar escuelas, empresas o instituciones públicas. No hay fotos con infantes ni con adultos con alma de niños. La pandemia les robó lo que ellos tanto esperaban… trabajar en Navidad.
Y no es que la gente se desencantó del personaje decembrino, sino que el COE Nacional resolvió suspender los eventos masivos y las activaciones en centros comerciales, uno de los nichos más representativos para ellos, financieramente hablando.
Estas medidas buscan evitar la propagación del coronavirus y que no se produzca lo que sucedió en Georgia, Estados Unidos. El 10 de diciembre pasado se desarrolló un evento en el que el Señor y la Señora Claus contagiaron a unos 50 niños aproximadamente, luego de que los pequeños se fotografiaran con ellos. No se sabe la cantidad exacta de infectados, pues los infantes al día siguiente del suceso navideño acudieron a clases y estuvieron en contacto con más personas.
En Ecuador, las restricciones por causa de la COVID-19 han ocasionado que algunos artistas que se dedicaban a representar a Papá Noel hoy se paren en el escenario de la necesidad y desempeñen trabajos informales o caigan en la mendicidad. EXTRA les comparte tres historias de aquellos ‘viejitos barbones’ que salen a buscar la ‘papa’.
¡Jojojodida Navidad!
Ese es el saludo de Jesús Pilco López (el payaso Bolillito), guayaquileño de 56 años, quien hace más de un cuarto de siglo ha caracterizado a este personaje y hace dos décadas vive en la península de Santa Elena.
Se fue a este punto de la costa porque eran pocos los que desempeñaban el rol de San Nicolás, pero ahora dice que lo han denigrado “y cualquiera se disfraza”.
Rememora los años en los que ganaba 400 dólares por semana... ahora sobrevive de la mendicidad en los mercados de Santa Elena, Salinas, entre otros. Para ello trabaja de lunes a domingo, de 09:00 a 15:00, y solo reúne de 3 a 4 dólares.
Para poder comer un almuerzo de $ 2,50 tiene que caminar unas cuatro horas, pero en su estado es complicado, pues tiene una lesión en el tendón de su pierna derecha producto de un accidente, por eso usa muletas desde hace 6 años, y encima tiene una herida en el mismo pie, debido a la diabetes que padece hace más de una década.
Al preguntarle sobre cómo sobrevivió en la pandemia, revela que el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) le dio de comer los primeros meses, luego una vecina le daba lo que podía, pero por asuntos de familia ella se mudó a Guayaquil, por eso desde hace un mes vive de pedir caridad en las calles.
Pese a la pobreza en la que habita, los ‘amigos de lo ajeno’ lo visitaron hace siete meses y le robaron el cilindro de gas, por eso cocina con leña. También debe $ 120, de dos meses de arriendo.
En la miseria en la que asegura vivir, dice que con el poco dinero que reúna se comprará una ‘guanchaca’ (botella de licor, puro) en Navidad, para dormir y que se le vaya la noche.
“Ahora entiendo por qué la gente se mata o roba”, dice con tristeza, pues le duele que por su ‘chirez’ su esposa y compañera de 28 años se haya ido hace un mes, pues él no puede costearle una operación de hernia que requiere, razón por la cual este viejo pascuero pasará en soledad.
El regalo de la fe
José Espinoza, más conocido en el mundo artístico como el payaso Chicharra, lleva 25 años usando como una segunda piel el color rojo y blanco. Afirma que en un 24 de diciembre solía hacerse entre 300 y 400 dólares. Sin embargo, por el coronavirus solo ha podido hacer una sola presentación, en la cual ganó 70 ‘latas’.
Pero no se queja, pues ver la sonrisa de una niña de 6 años que recibió su regalo en su casa lo satisface. “Me dio sentimiento. Me moría por darle un abrazo, pero me contuve e hicimos la foto distanciados”.
La COVID-19 no solo le ha quitado los ‘cachuelos’, casi se le lleva la vida. Estuvo mal, 26 días postrado en su cama (en marzo), soportando los síntomas del virus, pero afirma que Dios lo sanó para cumplir su propósito. Desde entonces el Señor lo puso a ayudar a los más necesitados y creó la fundación Cristiana Solidaria Circense.
También le ayudó a emprender: hoy comercializa zapatillas en varios puntos de la costa. “Me puse a hacer lo que nunca antes había hecho, vender. Toda mi vida me mantuve junto con mi familia a través de mis presentaciones artísticas, con eso tengo mi casa, carro y pude darle el estudio a mis hijos”, señala.
Su ‘chicharramóvil’ es su tienda y bodega ambulante. Es más, tuvo que sacar los asientos traseros para que entre más mercadería. Sobre la cajuela de su auto monta una sombrilla y expone sus productos. “En un día bueno me hago 40 dólares y en los malos unos 15. Me toca recorrer y buscar lugares donde circule gente y eso me hace gastar gasolina”, dice el hombre, de 48 años, hijo de padre payaso y madre artista circense.
Con la venta de jarros personalizados trata de reunir para cubrir sus deudas, pagar los servicios básicos y demás gastos del hogar. Pero el negocio también se le ‘aguó’, pues antes por fin de año las empresas pedían estas tazas para imprimir calendarios y hasta ahora solo ha comercializado media docena. “Dios siempre te pone en situaciones en las que vas a crecer. A veces no nos gusta el empaque en el que viene la prueba, pero al final es por nuestro bien”, expresa y confiesa que lo que está pasando le sirve para, literal, vivir por fe.
En busca de la ‘papa’
Jacinto Badillo, de 34 años, revela que de niño nunca supo lo que era tener un juguete en Navidad, esa escasez es la que lo motivó a caracterizar al viejo pascuero, a quien desde hace seis años interpreta junto a la agrupación Happy Boys. Con ellos presentaba a su personaje, el payasito Waferito.
Este 2020 no le ha salido ningún ‘cachuelo’ de Papá Noel, en Guayaquil, por lo que se ha mantenido de la venta de dulces y agua en botella, en los buses. Y desde hace dos meses vive en la península de Santa Elena, pues le salieron trabajos en construcción, pintar edificaciones y limpiar aires acondicionados.
Sin embargo, hasta este ‘camello’ se le terminó y volvió a la venta informal, así se gana el día a día para poder sustentar su hogar, conformado por cuatro hijas y su esposa.
“Ya los 6 de diciembre tenía presentaciones, pero a este ritmo no voy a vestirme de Papá Noel. Yo me hacía en este mes 900 a mil dólares. Como vendedor me hago 15 dólares, si el día es bueno. Separo los $ 5 que tengo que pagar diariamente en el hotel y el resto lo mando para mi familia, pues soy el único que trabaja”.
Para ganarse ese billete labora de lunes a sábados, de 09:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00. Los domingos regresa al Puerto Principal para ver a los suyos.
Llega hasta Durán, a su casa mixta (cemento y caña), la cual está por caerse. Su ‘ñora’ ha colocado unos palos para sostener el techo de zinc y que no se desplome, pero le preocupa el invierno.
Pese a las pruebas que está viviendo afirma que esta no será una mala Navidad, pues con todo y escasez tiene vida y familia, y revela que esto es una bendición de Dios, en especial en tiempos de pandemia.