Exclusivo
Actualidad
Padre e hija con discapacidad visual encontraron luz en la música
Exequiel y Sara llegaron desde Lima, Perú, en busca de educación inclusiva, pero aquí encontraron más que eso. Los llenan de aplausos, cariño y monedas.
En una tarrina de plástico gris se depositan los sueños de Exequiel y Sara. Padre e hija tienen discapacidad visual, pero en la música han encontrado una razón para existir, aunque la vida no les haya sido amable siempre.
Son músicos de la calle y su escenario es la avenida Chile, en el Centro Histórico de Quito. En cada concierto no les faltan los aplausos o el fanático que solicite “una canción más”. Cantan con el alma y ‘miran’ a su público a través del corazón.
Sara, de 14 años, - botines cafés y blusa negra- anima a la gente, baila y su voz suena impecable. En un envase recoge las aportaciones económicas del público. “Me gusta de todo, canto desde metal (rock) hasta rancheras”, dice la adolescente.
Los fines de semana y feriados, la pareja de artistas se instala junto al palacio de Carondelet con micrófonos y un parlante que adaptaron a un cochecito que sirve para llevar tanques de gas. Su jornada es de 08:00 a 19:00.
El resto de la semana estudian. Sara está en noveno año y Exequiel, quien tiene 28 años, está terminando el bachillerato. “Quiero ser abogado”, menciona con una extensa sonrisa.
Son peruanos y desde hace tres años habitan en un modesto departamento en el sector del Triángulo de Piedra, oriente de la capital. Desde allí toman taxi –que generalmente es un vecino– para llegar a su ‘escenario’, en el centro.
Antes de ir a trabajar alistan los cables y baterías para el show. Sara no puede más de la emoción. Corre a su cuarto –con un estante lleno de peluches– para llevar lo necesario. Salta, su sonrisa es aún más amplia que de costumbre. Ama cantar.
La hermana gemela de Sara, Lizbeth, no tiene discapacidad visual, pero es quien ayuda a su familia en los quehaceres de la casa. Eso sí, son independientes, pues incluso manejan sus redes sociales, a través de las cuales quieren cumplir su sueño de grabar un disco e incluso ser artistas de fama internacional.
Por mejores caminos
Esta familia migró desde Lima, Perú, hacia Ecuador en busca de oportunidades educativas. Sara tuvo que interrumpir sus estudios secundarios porque allá –cuenta– no recibían alumnos con discapacidad visual. Condición con la que tanto ella como su padre nacieron.
Quito estuvo en su destino aun cuando no lo sabían, pues sus planes era viajar hacia Chile, pero el autobús que iba a Santiago tuvo un desperfecto mecánico. Y así, sin saber si la capital ecuatoriana era una ciudad o una provincia, se embarcaron Exequiel, Sara y Lizbeth.
Fue toda una travesía –cuenta Exequiel emocionado– llegaron a las tres de la mañana en pleno feriado de carnaval y sin conocer a nadie. Preguntaron a algunos viajeros y dieron con un hotel por el centro-norte. “Teníamos solo ocho soles (2 dólares al cambio)”, dice.
Durmieron una noche y salieron a cantar al Centro Histórico para juntar dinero. Lo lograron y volvieron para pagar su hospedaje. “Fue gracioso porque el dueño de hotel pensó que nos escapamos, pero como volvimos no nos cobró y nos dio la habitación unos días más”, relata Exequiel.
Por su talento, decenas de personas se volcaron a apoyarlos y en pocos días consiguieron alquilar el departamento en el que ahora residen.
Una familia bendecida
“Somos peruanos y nos gusta la calle”, dice Exequiel, codeando a forma de complicidad a su hija. El confinamiento por la pandemia de la COVID-19 en 2020 no hizo mella en ellos. Cuando vieron que no tenían alimentos salieron a cantar a las calles de su barrio. Les ‘llovieron’ víveres, frutas y verduras. “La casa parecía un mercado”, bromea Sara.
Así que no pasaron necesidades y hasta salieron con un vecino a entregar comida a quienes tenían menos que ellos. “Logré que nos dieran un salvoconducto para circular libremente, para nosotros fue toda una aventura”, rememora Exequiel.
Además de sus afinadas voces, padre e hija interpretan piano y guitarra. Exequiel estudió en el Conservatorio de Lima y fue quien le enseñó a Sara todo sobre el arte de la música. “Desde que tuvo uso de razón cantaba, ella me pidió que le enseñara. Tenía solo cuatro años”, comenta.
¡Eeepa, llegaron los artistas!
En Triángulo de Piedra son admirados. Segundo Narváez los conoce desde que llegaron y los lleva hasta el centro cuando lo necesitan. Comenta que la familia es muy querida y que su talento ha dejado asombrados a todos. “Es un lujo escucharlos cantar, además siempre son muy risueños y amables”, agrega.
El cariño y admiración se extiende por la calle Chile. En cuanto avanzan sobre la calzada se escuchan los saludos: “¡Ey, Exequiel, bonito día!”, dice un vendedor ambulante. “¡Eeepa, llegaron los artistas!”, dice otro a una distancia de 20 metros.
En cuanto llegan a la Chile y Mejía sacan los cables para el amplificador y los micrófonos. “Vamos a empezar con una cumbia”, anuncia Sara.
La gente no demora en congregarse alrededor de los artistas, algunos se detienen para transmitir en vivo con sus celulares la actuación de Exequiel y Sara. Otros, como Santos Velasco, se acercan para pedir el tema ‘Mi Corazón’, de Los Melódicos.
Y como forma de pago, el comerciante le entrega a Sara una funda de los snacks de soya. Santos detiene su negocio durante los cuatro minutos que dura la canción que pidió. Disfruta. Luego continúa en sus labores. “Esa canción me trae buenos recuerdos y ellos la interpretan muy bonito. Son muy talentosos”, dice.
No es raro que los vecinos lleguen al mediodía con comida para ambos. “A veces se la compartimos a los comerciantes que ya nos conocen”, dice Exequiel.
Ha salido el sol y las monedas empiezan a caer en la tarrina gris. “Nos quedamos nomás”, indican padre e hija al equipo de EXTRA que los acompañó. El escenario es de ellos, también el cariño y respeto del público.
Bachillerato internacional
Sara y Lizbeth consiguieron un cupo en una institución educativa de Estados Unidos, las clases son en línea y cumplen con el pénsum ecuatoriano.
Exequiel cuenta que es un centro que tiene convenio con el Ministerio de Educación y que refuerza la educación bilingüe: español - inglés. Pero lo que más le emociona es que cuando sus hijas se gradúen tendrán un título internacional. “Quiero que además de la música tengan una carrera”, sentencia el padre.
Sara suele preguntar a sus oyentes qué saben decir en inglés, y así, aprender más este idioma.
Esos conocimientos los complementa con lectura y escritura en braille. En su candidez ofrece escribir en ese lenguaje los nombres de quienes los visitan. Toma una regleta y un punzón, marca algunos puntos y lo muestra. “Ella es muy inteligente”, dice orgulloso Exequiel.