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¡Orina y 'fuchi' predominan en varias zonas 'guayacas'!
En el centro y norte del Puerto Principal... A falta de baños públicos, buenas las veredas. Hay opciones contra este problema, pero faltan respuestas.
La fetidez de las aceras usadas como urinarios degrada el espacio urbano de Guayaquil. ¡Apesta a meado!
A simple vista parece una cuadra tranquila, sin embargo, tiene un grave problema que aleja a los caminantes, y a los residentes los obliga a encerrarse en sus casas. La vereda de la calle Miguel H. Alcívar y María Piedad, en la Kennedy, es utilizada como baño público de transportistas, taxistas y motociclistas.
Melina Ríos, quien labora en un gimnasio del sector, aledaño a hoteles, clínicas y plazas comerciales, sale a trotar por las mañanas para cumplir con su rutina de ejercicios y asegura que en el recorrido es común ver a hombres cubriéndose apenas con la puerta de su vehículo para hacer ‘agüita’.
Oriana Maldonado trabaja en un quiosco situado en las calles Miguel H. Alcívar y Luis Orrantia, y cuenta que son repetidas las parejas que han convertido el lugar incluso en un motel ambulante.
EXTRA solicitó información al Municipio respecto a si existe algún tipo de control o sanción por la mala utilización de estos espacios y si prevé construir urinarios públicos, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuestas.
CHARCOS Y PESTILENCIA
En un recorrido realizado por el Puerto Principal, este Diario constató que al menos son cinco los puntos en los que caminar se vuelve una tarea imposible de lograr, a causa de los olores nauseabundos.
En el tramo de Julián Coronel, entre Rumichaca y Lorenzo de Garaycoa, por ejemplo, hay que esquivar manchas negras pegajosas sobre el suelo.
Abel Alvarado vive a dos cuadras de esa esquina de la Julián Coronel. Dice que ese punto se ha convertido en ‘nido’ de indigentes. Por eso algunos vecinos echan aceite para evitar que lo agarren de dormitorio.
El problema se ha solucionado en parte, pues aunque casi no se quedan pernoctando por ahí, lo que no han podido impedir es que el sitio deje de ser un urinario al aire libre.
“A veces defecan”, comenta Alvarado. Él, cuando pasa por allí, se tapa la nariz para tratar de no percibir el ‘perfume’.
En Venezuela y Antepara, al lado de uno de los bloques habitacionales, una hilera de charcos despide hedor a orina. Los peatones se abren para no pisarlos. Pasan ‘soplados’.
Kléber Ortegano, quien saca a pasear a su perro, debe templar la correa del can para que no se aproxime a los charcos y se embarre las patas. Refiere que ahí no solo se orinan, sino que también consumen drogas y hasta intentan robar.
SIN SITIOS PARA HACER 'AGÜITA'
Pero para la arquitecta y docente universitaria Carolina Morales Robalino, este problema es más evidente porque no hay suficientes baterías sanitarias en espacios públicos.
Por ejemplo, a lo largo de la avenida 9 de Octubre, solo en los malecones Simón Bolívar y del Salado hay estas instalaciones. Eso hace que la gente busque la forma de usar instalaciones de restaurantes o negocios.
En ciudades europeas como Madrid o Ámsterdam existen baños en las calles. En la capital española son amplias cabinas con inodoros, lavamanos, área para cambio de pañales y demás equipos de higiene. En la capital de Países Bajos es más sencillo; urinarios adornados con una jardinera cuyo abono es el mismo líquido.
Para implementar soluciones similares hay que analizar, entre otros aspectos, el comportamiento ciudadano. Generalmente, la gente no suele tener el hábito de cuidar las instalaciones públicas, opina Morales. Por ello, cree necesario que la instalación de las estructuras debe ir de la mano con una campaña educativa.
En su criterio, en el Puerto Principal sería más viable aplicar un modelo parecido al de Ámsterdam. “No es cualquier planta, tienen que ser de esas que emanen agradables olores. Con eso no solo se resuelve la necesidad de urinarios, sino que también se fomenta la ornamentación de la ciudad”, explica.