Exclusivo
Actualidad
¡Nadie se va con las pancita vacía! En el norte y noroeste se encuentra de todo
En el noroeste de Guayaquil, los comensales comen de toditito. Se divierten escogiendo, como niños en parque de diversión.
¿Quién dice que en Guayaquil no se puede comer ‘bacán’ con un promedio de 2 ‘latitas’? Si para la ‘chupa’ hay, pa’ la ‘jama’ bien puesta, también. Si le haces a la comida china o chatarra, pescados o pinchos, la Casuarina (también conocida como entrada de la 8) después de las 18:00 es la respuesta para la ‘leona’ sin ‘domar’.
Ahí no necesitas ser del ‘pueblo’ para que te dejes ‘engatusar’ por los olores de la comida variada. En esta calle del noroeste, comes o comes, así te creas el ‘aniñado’ más ‘top’ de Guayaquil.
Con lo primero que caes es con las salchipapas y las hamburguesas de la carreta de Lenín Intriago, a las que hueles de lejos y sabes que están friéndolas porque el aroma a abundante aceite es inconfundible.
Intriago, de 31 años, tiene cuatro años satisfaciendo los exquisitos paladares de la ‘pípol’ de la zona. Sin embargo, él es un ‘veterano’ de la albañilería que por sugerencia (o ‘mandato’) de la ‘ñora’ decidió ‘lanzarse de cabeza’ a preparar comida rápida y ‘colgó’ su cincel y su pala por la espátula y las papas.
A él no se le pasa ni un cliente y a todos los manda bien ‘felizotes’ a sus ‘caletas’ porque, gracias a sus años previos de experiencia, es ‘un pulpo’ en el horno de la calle. No importa si el bus que pasó enfrente pita y no deja escuchar, o si la música de los distintos locales de la zona parece aturdirlo, porque él se las ingenia para moverse como si bailara a todas partes y cumplir con su misión: alimentar las ‘pancitas’ de niños, adolescentes y hasta adultos que acostumbran andar de golosos.
Ahí tampoco es necesario tener un asiento, porque en este ‘agachadito’ todo es ‘al vuelo’, así como lo demostró uno de los comensales de Lenín, que se para a ‘jamear’ frente al carrito y, como el plato se lo envolvieron en una funda, ni alcanzó a sacarlo de la envoltura por las ganas que tenía de llenar la panza.
Pero la gente que solo transita por allí también se lleva un regalito inesperado a su ‘caleta’: el olor a fritura en la ropa. Y es que el toquecito se potencia porque junto a Lenín está Leo Baya, extranjero radicado en Ecuador desde hace más de un año, quien vende chaulafán de carreta al que le lanza su ‘menjurje’ secreto, cebolla blanca, aceite y salsa china, para crear “el mejor chaulafán de la entrada de la 8”, según lo que le han dicho sus clientes.
“Aquí tenemos para todos los bolsillos. Primero, la bandeja de $ 1,25 con cuatro presas (pedazos de pechuga) y un camarón. Luego el de $ 1,50 con ocho presas y dos camarones. Y también la tarrina de $ 2,50 con 10 presas y tres camarones”, detalla Leo.
Baya dice tener experiencia en su país de origen, ya que ‘camelló’ con unos ‘chinitos’ y aprendió cómo hacerlo. “Ellos, cuando le ponían el toque, se giraban y no dejaban ver a nadie. Pero luego me hice amigo de otros chinos y ellos me dieron la receta”.
Y como para todos hay clientela, una cuadra más adelante, en otro carrito con apenas un foco, otros más ‘gozan’ de risa y de comida con los pinchos de Manuel Sánchez, un hombre de 37 años que labora junto a su esposa.
Él es creativo y no desperdicia nada, ni las vísceras de los pollos a las que otros le hacen ‘fuchi’. “Hay chuzo solo, con pollo, con carne, alas, choclos y mollejas”, enlista señalando el horno ‘repletito’ de los palillos con las proteínas, porque los compradores son bien exigentes y le llevan “de todo un poco”.
Manuel se saca ‘el aire’ desde las 06:00 hasta las 22:00 por amor a sus ‘vecis’, como él llama a quienes atiende a diario.
Más adelante, a dos cuadras, hay que sacar parasol, bloqueador y sillas para la arena, porque pareciera que llegáramos a la playita, por el rico olor a pescado asado que inunda el ambiente.
Peter García, de 30 años, sopla y sopla los ‘nadadores’ para tostarlos ‘bien bonito’ para sus engreídos: los clientes.
“Aquí todo es fresco y le damos al cliente lo que nos pide”, asegura. Lisa para las indecisas, albacoras y voladoras para las adivinadoras, y macarelas para las chicas a las que les gustan las pasarelas, tiene Peter en su fogón de carbón.
Además, los acompaña con ensalada y patacones “por solo tres latitas”; aunque a veces los clientes se le quejan porque dicen que “está caro”. Y como comprando aceite le sacan ‘un ojo de la cara’, prefiere usar manteca de chancho, que aparte es natural, expresa Peter.
Todos ‘camellan’ (palabra que a Leo se le ha pegado aquí en Guayaquil) la mayor parte de la semana, pero como merecen un día libre, ellos ven cuándo es más conveniente descansar.
En el caso de Lenín, el vendedor de salchipapas y hamburguesas, se toma libre el miércoles porque ese día es ‘hueso’. En cambio “los lunes son buenos porque la gente anda media ‘chuchaqui’ todavía y muchos salen a comprar comida para la familia”. Mientras que los otros negocios descansan lunes o martes de cada semana.
Sin duda, en la entrada de la 8 se come ‘requetebién’, de todo y para todos. Y el que no come, es porque se perdió en el camino.
Otras historias: en Mapasingue Oeste
¡Los emolientes ‘milagrosos’!
Ella solo vende ‘preparados’ llamados emolientes, pero la ven como la doctora de Mapasingue Oeste, en el norte de Guayaquil.
‘Atiende’ a hombres y mujeres de todas las edades y con todas las enfermedades. Flor Marrufo, de nacionalidad peruana, tiene la ‘salud’ natural en sus manos. Mezcla agua de linaza, un ‘shot’ del remedio que le pidan (no de tequila) y algo de cristales de sábila para contentar a todos.
Ella cuenta que entre los más pedidos están ‘Mero macho’, que es para desinflamar la próstata, y ‘Ovarina’, que ayuda a deshinchar los ovarios. Este último, comenta, incluso ayudó a una de sus clientas recurrentes a tener un bebé. “A ella la conocía por unos 12 años y no podía tener hijos. Se tomó tres meses seguidos el emoliente y me fui a Perú. Cuando regresé me contó que ya estaba embarazada”.
Alitas ‘pío pío’ pa’ todos
Joselyn Piguave es la dura de las alitas en la misma zona que Flor. Ella atiende a niños y grandes con el mismo amor y con la misma cantidad de comida.
Cuenta que empezó su negocio a partir de la pandemia, porque la cocina es uno de sus pasatiempos más grandes.
Tiene dos carretas, que atiende con la ayuda de sus padres y su esposo, aunque confiesa que su mamá es quien le administra el dinero y las compras; mientras que ella pone el toque en la comida.
En el primer carrito vende alitas con papas fritas con todas las salsas que se pueden imaginar. En cambio en el otro puesto, ubicado a unos pocos metros, ofrece platos fuertes para todos los gustos: arroz con menestra y todos los asados.