El primer sábado de diciembre de 2024, previo a la recordación de la solemnidad de la Inmaculada Concepción en la Iglesia católica, el arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera Herrera, será investido como cardenal. Es el sexto religioso ecuatoriano en tener tal dignidad, pero el primer seleccionado de entre quienes cumplen labor pastoral en el Puerto Principal.

La noticia generó júbilo, especialmente entre los integrantes del clero porteño y sus filiales. Por ello, a su retorno de Roma, donde participó del Sínodo, el sacerdote que ha desempeñado varios cargos dentro de la Orden Franciscana fue recibido con pancartas, banderines y mucha alegría.

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La designación del religioso nacido en Azogues, en 1955, se dio a conocer a cinco días de su cumpleaños 69 y, además, a seis semanas de recordarse cuatro años del deceso del último purpurado del país, monseñor Raúl Vela Chiriboga. Por ello es que había expectativa.

Con la serenidad que le caracteriza, el jerarca de la iglesia porteña reconoce que cuando supo de la elección se sorprendió y también sintió temor por la gran responsabilidad. Pero después de entender que su elección no es un honor, no es una gloria, ni tampoco un reconocimiento o mérito alguno, entonces se dijo: “Señor, si es tu voluntad, está bien, cuenta conmigo, con lo poco que puedo hacer”, y es ahí cuando, según afirmó en su diálogo con medios de comunicación, “recuperó la paz interior y esa alegría de vivir y a seguir caminando”.

A modo de comparación, comentó que fue como cuando lo nombraron arzobispo de Cuenca (20 de abril de 2009, por su Santidad Benedicto XVI). Aquella vez, su respuesta fue que nunca aprendió a ser un obispo y le dijeron que se aprendía junto al pueblo, entonces considera que ahora será parecido.

Teniendo en claro cuáles son las principales funciones de un cardenal, reitera que si bien su designación es una novedad para él e implica una gran responsabilidad sobre la cual irá aprendiendo poco a poco, pero aclaró que no lleva un plan. “Yo no tengo ningún proyecto; que sea lo que Dios quiera”, refirió.

Si bien, al ser parte del colegio cardenalicio, monseñor Cabrera tiene la posibilidad de elegir y hasta de ser escogido como Sumo Pontífice, pero aquello es algo que no pasa por su mente, como tampoco aspiró a los cargos que ha desempeñado y ejerce.

Él continuará con su labor “hasta que Dios quiera”, porque si bien tenía la posibilidad de jubilarse a los 75 años, con esta designación, su tarea continuará, siempre en la gran visión de anunciar el evangelio.

El gran desafío actual, como lo han hablado en el Sínodo, “es justamente seguir anunciando ese mensaje de vida, ese mensaje de paz, ese mensaje de justicia y solidaridad...”, que Jesús sea conocido, sea amado y sea seguido.

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