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La maldición del estero Salado de Guayaquil: supercontaminado y apestoso

El alcalde de Guayaquil admitió hace rato que no hay billete para su recuperación. Planes del Ministerio del Ambiente han sido intermitentes

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Una mujer se tapa la nariz y apura el paso al cruzar por un puente sobre el estero Salado, en el suburbio porteño.Miguel Canales / EXTRA

Al estero Salado de Guayaquil se lo ‘‘superoxigenó’ para darle vida. Se probó limpiarlo con enzimas y bacterias. Se analizó la posibilidad de ejecutar un dragado en ciertos tramos. Se han probado diversas estrategias de bioensayos y planes piloto para salvarlo.  Y nada.

Se ha sancionado varias veces a empresas por derramar tóxicos en el ramal. Se han hecho visitas técnicas y montón de estudios. Se ha reclamado a los invasores que lo han ‘rellenado’ y ‘estrangulado’... y nada de eso ha servido. El estero Salado no da más. Está sin oxígeno, supercontaminado, muerto y apestoso.

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Informes técnicos han repetido una y otra vez la necesidad de salvar el estero Salado de Guayaquil, pero el actuar tarde, el quemeimportismo de las autoridades y el mal proceder de la misma ciudadanía ha provocado que este brazo de mar, representativo de la identidad guayaquileña, esté ahora sin vida.

Franklin Ormaza, oceanógrafo, docente e investigador de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), pone un ejemplo que suena cruel para explicar esa triste realidad: “el agua del retrete tiene seis millones de estos bichos (heces bacterianas), el del Salado llega a los dos millones”.

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Una garza intenta encontrar comida en el lodo del estero. Allí solo hay basura.Miguel Canales / EXTRA

Tal como lo ha reportado EXTRA en estos últimos días, la carga bacteriana con heces fecales en el Salado está en los niveles más altos.

Quienes residen en zonas aledañas al brazo de mar han expresado su molestia por los hedores que emanan de este, sobre todo en los sectores de Urdesa y Miraflores, y urbanizaciones como Jardines del Salado y Renacer.

¿Qué han dicho las autoridades sobre el rescate del estero Salado?

El pasado 17 abril, el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, prácticamente le puso la ‘mortaja’ al cadáver que es ahora este estuario, cuando expresó que, “en algún momento, dentro del tiempo con una economía sana en el Municipio, podamos tener presupuesto para salvar el estero Salado”.

Y peor aún, dijo el alcalde porteño al señalar que  “ojalá” pueda darse en la planificación de Guayaquil 2050, porque plata para su recuperación, que costaría unos 70 millones de dólares, no hay, insistió.

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Y es que, como admite el propio Ministerio del Ambiente, durante años el estero Salado ha sido “un espacio deteriorado, olvidado y con múltiples conflictos ambientales y sociales”. En su página web, esta cartera de Estado habla de los planes e incluso destaca la visita de una delegación francesa -por el año 2014, cuando Lorena Tapia lideraba este ministerio.

La delegación francesa llegó a conocer la problemática de este brazo de mar, como parte del programa ‘Generación y Restauración de Áreas Verdes para la ciudad de Guayaquil: “Guayaquil Ecológico” - Componente Estero Salado’, cuyo objetivo era establecer un programa de recuperación y remediación para este importante brazo de mar y la posibilidad de ejecutar un dragado en ciertos tramos del mismo. De una visita de buena voluntad no pasó.

Vertidos tóxicos de las industrias en algunas zonas de Guayaquil y la basura que la gente lanza también han afectado la calidad de agua del estero Salado.
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A la altura del puente de la 17, chicos se lanzan al brazo de mar: no saben cómo se están enfermando al tocar esa agua.Miguel Canales / EXTRA

Lanzan basura y desechos tóxicos al estero

Como parte de ese mismo plan se trabajó en la llamada “oxigenación forzada o superoxigenación”, que consistía en la instalación de diversas estaciones técnicas por Urdesa, la Kennedy, en el Estero Puerto Lisa, una en el Estero Las Ranas y la última en el Estero Mogollón.

“Yo los recuerdo bien. Eran como unos filtros que generaban unas burbujas entre blanquinosas y grises que estaban a la altura del puente que conecta a la Kennedy con Urdesa. Nadie sabía qué mismo eran cuando las pusieron”, recuerda Alfredo Nazario, arquitecto y vecino de ambas ciudadelas.

Esos aparatos a los que Nazario se refiere extraían, mediante un proceso de filtración y compresión, el oxígeno puro del aire, que era mezclado con el agua del estero dentro de un reactor de disolución en donde el agua se superoxigenaba hasta niveles que alcanzaban las 30 partes por millón (ppm) de oxigeno disuelto. Posteriormente esta agua superoxigenada era inyectada al estero.

Pese a esos esfuerzos, la propia desidia de los guayaquileños, en especial en las periferias, de rellenar el estero para establecer sus casas (en extensas invasiones) y el lanzar basura y desperdicios fecales a sus aguas siguieron -y siguen hasta ahora- provocando la muerte lenta de este ícono de Guayaquil. Hoy, un estero sin vida y maloliente.

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