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Desde hace varios años la calle OE11 tiene grandes baches y grietas. Los extranjeros aprovechan para ganar dinero.Daniela Moina

¡Llenan los baches y sus ‘pancitas’!

Sacan tierra de la montaña y tapan los cráteres que hay en la calle que une La Planada con Velasco. Están sin empleo y tienen bebés que mantener

Tres jóvenes venezolanos se levantan antes de las 07:00 todos los días en el barrio San Enrique de Velasco, noroccidente de Quito, y van hasta la casa de un vecino donde retiran un pico y una pala para empezar a trabajar en la calle OE11.

Hace unas semanas, José, Derek y Jesús idearon una forma de ganarse unos cuantos dólares para sobrevivir: tapando los enormes baches de la vía que une Velasco con el sector de La Planada. Usan la tierra de la montaña que rodea el sector.

Recogen el material en baldes y lo van colocando en los ‘cráteres’ sobre el asfalto que, según los conductores, ya tienen años. Se forma una especie de peaje en el que uno de ellos extiende el brazo con una tarrina para pedir colaboraciones.

Algunos les agradecen por arreglar de algún modo la calle. Reconocen que las llantas de los carros se dañan. Y que, además, es un trabajo que le correspondería al Municipio. Otros, en cambio, les reclaman porque ocasionan una polvareda.

Puede comunicarse al 098-430-7521 para entrega de donaciones de pañales, ropa, comida de bebé o víveres.

PRECARIA SITUACIÓN

José llegó a la capital hace un par de semanas con su esposa y una bebé de casi un año. “Vinimos caminando desde Colombia, ahí estuvimos algunos meses”, detalla.

En Caracas, su tierra natal, trabajaba como mensajero de una institución pública, pero la situación era insostenible. Tuvo que salir con su familia para buscar días mejores. En Quito fue recibido por su primo en un pequeño departamento arrendado.

El joven, de 27 años, cuenta que intentó conseguir trabajo como albañil, mensajero, guardia... no tuvo éxito.

Sin embargo, las necesidades no esperaban, tampoco el alquiler de la vivienda, servicios básicos, pero sobre todo la comida y los pañales de su hija. “No podía dejar a mi familia morir de hambre”, dice.

Derek, de 25 años, está en una situación similar, pues tienen una bebé de siete meses que alimentar. Está en Quito desde hace más de un año y se dedicaba a la albañilería, pero con la pandemia todos esos trabajos desaparecieron.

“También vendí cosas en la calle, pero más gastaba que lo que ganaba”, comenta sin descuidar la tarrina con monedas.

QUIEREN TRABAJAR

Lo que recaudan diariamente con un trabajo de 12 horas no es suficiente. “Nos alcanza a tres dólares para cada uno”, dice José. Sirve para un poco de arroz y los pañales de las niñas.

Además, deben pagar siete dólares diarios por el alquiler de las herramientas que utilizan. “Para el arriendo ya no alcanza”, agrega Derek.

Con ellos está Jesús, de 15 años, que también debió unirse a este emprendimiento para aportar en casa. Él es el encargado de remover la tierra de la ladera para que José la cargue en los baldes. Pero esto no es un trabajo que deseen seguir haciendo, pues también han sido agredidos por algunos conductores.

La tierra la sacan de la ladera junto a la vía que conecta Velasco con La Planada.Daniela Moina

“Nos dicen de todo, pero nos aguantamos porque tenemos hambre”, relata Derek.

Durante su estadía en la capital las bebés de ambos tampoco han tenido acceso a revisiones médicas y temen que se enfermen por la deficiente alimentación.

“Queremos trabajar. Tenemos experiencia en oficios, podemos hacer de todo y demostrar que los venezolanos no somos malos”José