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Tres veces por semana, hombres y mujeres suelen reunirse a practicar el Kenpo.miguel canales

Kenpo, el arte marcial contra la inseguridad que mujeres practican en dojo de Guayaquil

Una de las metas del kenpo es que quien lo practique esté listo para cualquier ataque. Padres buscan que sus hijas no sean víctimas en ningún sitio

Pierna derecha atrás y bloqueo. Uno, dos, tres... Al unísono, todos -vestidos con un kimono negro- en el tatami, con una mirada fija hacia al frente, con todos los músculos contraídos, gritan: ¡Kiai! Nadie duda.

En el sur de Guayaquil, en la planta baja de un edificio blanco de tres pisos, un grupo de mujeres y hombres se reúnen para practicar Kenpo, una técnica de artes marciales japonés que ha sido utilizada como un sistema de defensa personal. Todos buscan fortalecer su espíritu. Sobre todo las mujeres.

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Ninguna quiere mostrarse débil. Todas quieren autodefenderse. No quieren volver a ser una víctima, peor ser parte de la estadística, un número más. Nadie se distrae, ni ante el flash de la cámara de EXTRA. Desconcentración cero.

Desde vía a la costa, Alborada, centro o del sur de la ciudad, muchas de las estudiantes se trasladan hasta el RBA Studios Kenpo Americano. Hace unos años, comenta el maestro Ronald Briones, las mujeres comenzaron a tomarse el dojo. Ellas son las que llegan más temprano. Casi que al mismo tiempo que él. Adecúan el sitio.

Nadie pisa el tatami con zapatos; se los sacan. Al sitio solo entran los que van a entrenar. Los padres de los menores esperan fuera del local que está rodeado de rejas. Ellos se sientan en un banco grande que antes las mujeres han sacado del dojo.

Hace dos años y medio, a Ilich Medina le preocupaba la situación de su hija Fabiana -ahora de 12 años- en la escuela. Ella estaba siendo víctima de bullying. Una vez, unos compañeros, mientras ella baja la escalera del centro educativo, la empujaron. “Por suerte no me caí”, cuenta la menor.

Un día, mientras caminaba, Medina vio el dojo. Decidió llevar a su hija. Asistió a la clase demostrativa y le gustó. Ahora, ninguno de sus compañeros la agrede. Ellos saben que practica kenpo y compite.

A Fabiana le molestaba cómo sus compañeros la molestaban, se burlaban de su segundo nombre: Belén. “Belén, campana de Belén”, le gritaban. A ella le daba coraje. Aún le molesta, pero respira.

Los jóvenes practican reiteradamente las técnicas para soltarse de un ataque.Miguel Canales Leon

Las más grandes enseñan a las dos menores, de seis y ocho años, que también entrenan, a amarrarse bien el cinturón del kimono. La más pequeña no tiene recelo en elevar su pierna para, de atrás hacia adelante, golpear a su contrincante, aunque este sea más alto que ella.

Es que “como todo hoy en día está alborotado, me pareció importante aprender artes marciales para saber defenderme”, expresa Carla Bustamante, de 17 años. Hace 10 años ya sabía que en la calle no estará segura, en ninguna parte. Este miedo la llevó a que sus padres también la inscribieran. Su hermano ya lo practicaba; de pequeña, ella solo miraba. Hoy, es una de las antiguas.

Lo primero que todos deben aprender, manifiesta Briones, es saber defenderse, cómo actuar, cómo manejar situaciones, ya que no todo es con golpes. Aunque hay jóvenes que van, al principio, con ganas de desahogarse en la bolsa o no saben canalizar la ira, allí aprenden a manejar sus emociones, manifiesta el maestro.

Rodillazo, saco la cabeza y golpeo. Paso a paso, Briones indica a los jóvenes qué deben hacer ante un ataque. En qué lugar golpear. Cómo soltarse.

En Lorenzo de Garaicoa y Colombia está ubicado el dojo RBA Studios Kenpo Americano.Miguel Canales Leon

SE NORMALIZA EL ACOSO

En parejas, hombres con mujeres, practican. Al principio, ellas se defienden; luego le toca a ellos. Repiten. El calor se siente en el dojo. El sudor cae por sus rostros. Se secan con el kimono. Siguen.

“Con el proceso de repetir y repetir, la memoria muscular se activa y con el tiempo, la mente sabrá cómo actuar ante un problema real”, explica Briones. Es por esto por lo que la médico veterinaria Michelle Briones, de 24 años, no ha dejado de ir al dojo. Ella no quiere volver a ser una víctima del acoso callejero.

“¡Sal de ahí!, ¡sal de ahí! ¡Sigue!”, grita uno de los chicos a Briones, mientras lucha con un compañero.

Hace un tiempo, a sus 19 años, por varias veces, mientras esperaba la Metrovía para ir a la universidad, “un señor me molestaba, al punto de que empezó a decirme cosas”, recuerda la médico veterinaria. Ella no sabía qué hacer, nadie la auxiliaba. Grité que me dejara de molestar, exclama. La gente la miró mal.

A su criterio, “la gente ha normalizado eso”. Sabía que todo dependía de ella. Aunque no le gusta golpear y le ha dado miedo hacerlo, relata que sus compañeros la han ayudado a que confíe y ahora su puño es más fuerte.

Para combatir, se puede usar una tobillera estabilizadora.Miguel Canales Leon

“Es raro que en la calle alguien te quiera secuestrar solito, siempre tiene un compinche a su lado”, comenta el maestro Briones a sus estudiantes. Por eso, para el ejercicio, dos van a atacar a una de las chicas. El primero la agarra del cuello; ella aplica la técnica ‘the grasp of death’ (las garras de la muerte), cambia y lesiona.

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Viene el otro, la agarra de los brazos. Repite la técnica.

Por eso, Roxana Pérez quiere que su hija de 8 años aprenda a defenderse y a anticiparse a lo que pueda suceder. Por eso la llevó al dojo, hace dos años.

Ella confía en que un día ella sabrá defenderse “porque no siempre vamos a estar los padres para hacerlo”.

Con lo que ya sabe, Bustamante afirma que ya se puede defender de cualquiera.