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No se debe privar a los estudiantes del texto impreso, según las educadoras.Cortesía

No jubilen a los libros

Expertas defienden la importancia del texto escolar. Coinciden en no desecharlos, al contrario, deben ser parte del proceso de enseñanza.

Por la pandemia, el sistema educativo tiene el reto de reinventarse, adaptarse y garantizar su calidad. Aquello obliga a los planteles a implementar planes estructurados, que incluyan programas virtuales.

La docente Magdalena Nemalceff considera que los centros de enseñanza deben evitar caer en el error de mirar a la educación presencial como sinónimo de libro, y limitar a lo virtual al acceso a internet.

“En ambos casos, lo que marca una diferencia es el soporte en el que se imparte la educación, mas no el fin”, remarca la educadora.

Añade que los programas educativos deben responder, sobre todo, a proponer un equilibrio entre lo impreso y lo digital, “ya que la idea no es que se canibalicen, sino que se complementen”.

La española Carmen González es pedagoga y formadora de profesores en Entornos Personales de Aprendizaje (PLE). Opina que los alumnos de la denominada ‘sociedad de la innovación’ tendrían que aprender, trabajar, jugar y compartir en cualquier contexto.

Cree que lo ideal de un programa virtual es el que contempla varios aspectos, como un ciclo de aprendizaje pertinente, una metodología definida que asegure una secuencia didáctica, un docente capacitado y un texto escolar impreso.

Nemalceff no piensa adecuado eliminar los textos escolares, como han optado algunos planteles, sino que al contrario sea un mediador, una guía que ofrezca luces al docente y al estudiante.

Ante los cambios que tiene que incorporar el alumno en esta nueva modalidad de enseñanza virtual, la psicóloga educativa, Raquel Tamayo, recomienda no privarlo de una herramienta conocida, como es el texto impreso.

“El estudiante está acostumbrado al texto impreso y si de golpe se le priva de él, estamos añadiendo un nuevo cambio que lo puede estresar”, expresa.

La parte sensorial es otro punto que se activa con un texto escolar, a criterio de las expertas.

Tamayo señala que cuando un libro interviene en el proceso de enseñanza hace que el aprendizaje sea más eficiente, ya que participan principalmente la vista y el tacto y, en menor grado, el olfato.

En cuanto al docente, sostiene que un libro de texto permite optimizar el tiempo de enseñanza propiamente dicho y le ofrece alternativas variadas para afianzar las habilidades de los chicos.

Respecto a la realidad local, Tamayo cree que los textos escolares diseñados en Ecuador van acorde con lo que el currículo local establece, lo que permite a los estudiantes estar preparados para las evaluaciones que exige el ente rector.