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Infecciones y ronchas en la piel, el drama de cuatro barrios de Quito sin acceso a agua potable
Mis Vecis Unidos: En cuatro barrios se las han ingeniado para que no les falte el líquido vital. Sin embargo, también sufren afectaciones a la salud
Que el agua llegue limpia es un milagro para los habitantes de los barrios Miraflores Alto 1, San Luis de Toctiuco, El Pilar y Santa Rosa de los Andes, porque para que eso ocurra hay factores que deben coincidir: que no llueva, que no se metan animales en los reservorios y que tampoco disminuya el caudal del que toman el líquido vital, porque arrastra tierra.
Son más de cien familias asentadas en una zona montañosa, cercana al centro de Quito, las que padecen de este problema y de los males que traslada la pésima calidad del fluido. “Nos han dado dolores del estómago, hemos tenido ronchas y los doctores nos han dicho que es por el agua, porque es muy sucia como llega”, sostiene Martha Pilahuana, de Santa Rosa de los Andes.
La moradora añade que en la zona no cuentan con el servicio potable desde que nació, hace 54 años. Recuerda, además, que la única fuente de abastecimiento que tenían eran las acequias, cuya función principal era obtener agua para los animales y el riego de sus plantaciones.
Sin embargo, hace quince años los habitantes de los cuatro barrios decidieron crear su propio sistema de abastecimiento y buscaron un riachuelo en lo alto de la montaña, que baja del volcán Rucu Pichincha, y montaron tuberías para llevar el líquido hasta sus sectores.
También construyeron reservorios de cemento en cada sector para que, desde ahí, se distribuya el agua a las casas. “Es la única fuente que tenemos. Si alguien no la quita, ¿qué agua tomamos?”, se pregunta la lugareña. Por ese motivo para cuidar el sistema que han creado, los residentes hacen mingas cada dos o tres meses.
Cuidados
Cuando llega el día de dar mantenimiento a las tuberías, cuadrillas conformadas por personas de las cuatro barriadas se dirigen al sitio del que agarran el agua para empezar con la revisión completa de las tuberías, que son de plástico y se corre el riesgo de que estas sean dañadas por algún animal o por quienes usan ciertos tramos para cruzar en motocicletas.
Para llegar al riachuelo, los lugareños deben hacer una caminata de tres horas: salen a las 05:00 para llegar a lo alto de la montaña a las 08:00. “También se hace la limpieza de los tanques y se retira la paja del camino para que siempre haya por dónde caminar en caso de una emergencia. Hay que darle un buen cuidado, porque cuando a veces se seca, nos baja agua como si fuera chocolate”, menciona Pilahuana.
A veces hay ‘sorpresitas’
En ciertas ocasiones, los moradores han sufrido una baja o corte repentino del suministro, lo que los ha llevado a movilizarse de inmediato a las cisternas, que son las más cercanas a sus casas, para verificar si hubo algún daño u otra novedad.
Es así que han descubierto que la principal causa de los taponamientos repentinos de sus tuberías son sapos arrastrados por la corriente, que mueren y se convierten en tapones para las tuberías pequeñas, las que van hacia las viviendas.
Barrios irregulares
Pese a la antigüedad de estos sectores, aún son considerados barrios irregulares. Mary Torres, quien habita en El Pilar, es dirigente de la zona y afirma que “tenemos más de 40 años que hemos pedido que nos legalicen, ya que hemos tenido bastantes dificultades, sobre todo porque no hemos tenido obras”. Sin embargo, su pedido todavía no es tomado en cuenta.
Torres detalla que otro problema es la falta de alcantarillado. Es por eso que para eliminar las aguas servidas, las casas tienen pozos sépticos. Los otros líquidos, que tienen que ver con sus duchas o lavado de platos, “van a los potreros”.
“Nosotros consumimos el agua del Rucu Pichincha, pero ya es hora de que tengamos agua potable”, enfatiza Torres, en su anhelo de que la situación de sus barrios mejore.