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Indigentes y hacheritos usan como baño los alrededores de un plantel guayaquileño
Padres, maestros y alumnos del colegio San Luis Rey de Francia están hartos de que los exteriores del plantel huelan a heces y orina concentrada.
“Una vez vi a una niña caer en un charco de orina. También he observado que los zapatos de los alumnos se ensucian de excremento, eso es lo que más hay por estas calles”, dice Isabel Alvarado, quien tiene a su hijo estudiando en la Unidad Educativa Franciscana San Luis Rey de Francia, suburbio de Guayaquil.
La mujer, de 51 años, indica que para ingresar a la zona de atención a padres de familia no suelta su mascarilla y no es precisamente por el coronavirus, sino por la pestilencia del ambiente, al grado de causarle arcadas.
Es que de las calles del plantel, que ha instruido a generaciones desde 1955, emanan hedores de heces humanas y animales, más la orina, cuya pestilencia se potencia con el sol.
Las marcas se evidencian en el asfalto: manchas de la ‘agüita amarilla’ concentradas. Asimismo, se puede ver el estiércol de días, los cuales son baldeados por el personal de limpieza del colegio, pero en cuanto está impecable el pavimento aparece otro con ‘problemas de vejiga’ y deja la huella de su paso en la zona.
Estos malos olores pareciera que atraen a los canes, es como si olfatearan la cochinada y ‘dijeran’: ¡aquí es que tengo que hacer mis necesidades!
“El problema se da en todas las calles, en la Portete no porque es la principal. Los estudiantes ingresan al centro educativo por la 18; los padres por la 19. En la calle Argentina también se presenta este inconveniente”, señala el rector, fray Fabricio Pazmiño.
La moradora Liz Pacheco manifiesta que los taxistas y otros conductores también ‘aportan’: bajan de sus automotores para orinar justo en estas calles. “Residentes sacan a sus perros y los llevan a hacer sus necesidades cerca de las puertas del colegio y no llevan fundas para recoger sus desechos”, expresa la residente.
‘Choreo’ a la vista
La hediondez no es el único problema, sus ‘huéspedes’, que por lo general son personas en situación de calle y hacheritos, se les llevan parte de las cercas, unos para venderlas y otros para entrarse a ‘ruquear’ a la jardinera.
“En la calle 19 se llevaron una baranda, cuando alcanzan algo lo sustraen, como las luminarias, por eso está un poco oscuro. Cada una de ellas vale de $ 100 a 150”, expresa el religioso, quien reza para que se pueda vivir en comunidad.