Han pasado casi tres semanas de lucha incansable. Los miembros de la casaca roja han estado combatiendo, a menudo arriesgando sus propias vidas, un voraz incendio forestal que devora sin tregua los páramos de la comunidad de Quinticusig, en el cantón Sigchos, Cotopaxi.

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Equipados con mochilas de agua, motobombas, batefuegos y una variedad de herramientas, los bomberos se mantienen en la primera línea de defensa contra el implacable fuego.

Un equipo de EXTRA, junto con el alcalde de Sigchos, Óscar Monge, presenció cómo estos valientes uniformados emprendían su jornada para detener las llamas. Sin embargo, ante la creciente nube de humo, los bomberos solicitaron la evacuación.

Al descender de la montaña, donde se realizaban labores de enfriamiento, el incendio bloqueó el paso de vehículos y personas, dejando a los presentes atrapados y sumidos en la preocupación.

Para empeorar la situación, un mensaje de alerta, transmitido por radio, informó que un grupo de seis bomberos, ubicado en una zona más alejada, también había quedado atrapado entre el fuego.

Preocupado pero manteniendo la calma, Monge se dirigió a los presentes: “Por favor, avancemos hacia una zona segura. Luego, debemos esperar a que las llamas se calmen en esta área para poder salir de aquí”.

Siguiendo las indicaciones del alcalde, una hora y media después comenzaron a llegar, uno a uno, los bomberos que habían quedado atrapados. Entre cenizas y humo negro, el grupo completo esperó otra hora y media mientras las maquinarias enfriaban el camino para permitir el paso hacia los vehículos.

El mayor Miguel Rojas, del Cuerpo de Bomberos de Latacunga, fue uno de los seis que vivieron esa dramática escena. “Las condiciones del terreno y el agotamiento del personal hicieron la tarea extremadamente difícil”, relató.

Rojas explicó que intentaron abrir una brecha con machetes y motosierras, pero no lograron cerrar el flanco superior. Un cambio inesperado en la dirección del viento complicó aún más la situación.

“Nos vimos rodeados por el fuego, así que nos refugiamos en las áreas que ya habían sido consumidas, porque lo que ya ha ardido no vuelve a quemarse”, explicó.

Afortunadamente, lograron salir ilesos, gracias a la ayuda de un comunero que los orientó hacia el exterior de la zona de peligro. Sin embargo, el cansancio físico y emocional era palpable.

La devastación de la flora y fauna también dejó una huella profunda en los bomberos. Rojas narró cómo vieron a varios animales sucumbir ante las llamas, incluyendo conejos, zorros y aves. “Vimos nidos de pájaros completamente calcinados”, lamentó.

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El teniente Juan Cuadrado, del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, señaló que el terreno accidentado y las constantes pendientes dificultaban tanto la visibilidad como el control del incendio.

El mayor Teófilo Mina, jefe de la brigada BRIP de Los Ríos, destacó que llevan años preparándose para enfrentar situaciones como esta, pero admitió que “dada la magnitud del incendio, no pudimos controlarlo del todo, aunque mañana implementaremos nuevas estrategias”.

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