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Un hombre viudo, ‘chiro’ y con siete hijos necesita ayuda
Rafael Lanchimba cuida ganado, pero ese trabajo no le alcanza para mantener a sus retoños. Su pareja murió mientras daba a luz a su última niñita. Necesita ayuda.
Los ojos de Rafael Lanchimba se abren con desmesura. Gesticula una mueca de asombro y se estremece antes de soltar el llanto que tanto lo agobia.
Este hombre, de 43 años, no olvidará las horas de angustia que vivió con su esposa María Cholango, mientras la veía morir dando a luz a la última de sus siete hijos. “Han sido momentos muy duros, nadie sabe lo que uno está pasando”, atina a decir y llora.
Este 3 de diciembre se cumplieron siete meses del deceso de su pareja, dentro de su humilde casa, empotrada en una loma de El Hato, comunidad ubicada en el flanco alto de Cayambe, con dirección al nevado, al norte de Quito. Fue en mayo cuando María sintió los dolores en su vientre que anunciaban la llegada de su hijita.
Rafael recuerda que era de madrugada y se despertaron para ir juntos al baño. A su regreso, la mujer se recostó y en segundos quiso reincorporarse porque sintió nuevamente el malestar. Cuando se paró, la criatura ya había nacido: estaba caída en el piso y su padre corrió para recogerla con una cobija en sus manos.
El luto
En esa ocasión, Rafael pidió a un vecino que llamara a la ambulancia. María desfallecía de a poco mientras era trasladada al hospital, en donde le confirmaron que había muerto.
Tres días después, la mujer fue velada y sepultada. Más tarde, la ayuda económica llegó para la recién nacida, bautizada como María Esperanza. “El primer nombre es por su madre y el segundo por la fortaleza que me da para seguir adelante”, confiesa.
Pero la solidaridad tuvo fecha de caducidad. Con el transcurso de los meses, esas muestras de apoyo quedaron en nada y Rafael ha tenido que sacrificar lo que ha podido para que a sus hijos no les faltara nada.
“Cada mañana salgo a cuidar ganado. Con eso puedo conseguir algo de dinero para pagar los gastos de la casa”, detalla mientras sus hijos recorren el terreno que los rodea. Los seis, cuyas edades bordean los 7 a los 19 años, estudian. El mayor de ellos también labora para aportar en el hogar, pero los ingresos son escasos y apenas tienen para comprar comida.
Los más pequeños no pueden trabajar y apoyan en la casa con las labores diarias: buscar agua para la comida, limpiar dentro de la vivienda y, sobre todo, velar por la recién nacida.
Una segunda mamá
Pero no todo es desconsuelo para Rafael y su familia. Un hombro solidario ha llegado para colaborar con el cuidado de la bebé.
Se trata de María Lanchimba, prima de los muchachos. Todos los días llega para hacerse cargo de María Esperanza. “Tengo un hijito de 7 años y sé lo duro que es criar a un niño”, cuenta mientras carga en su espalda a la última hija de Rafael.
María no puede darle el pecho a la pequeña por lo que han optado, con mucho esfuerzo, en amamantarla con leche de fórmula, costosa para el bolsillo de estas humildes personas.
Asimismo, ella la baña, le cambia los pañales y la hace dormir. “Siempre tengo que estar a su lado. Me he encariñado mucho”, asegura la joven dentro de la casa donde ya se huele el tostado que cocina para el almuerzo.
Mientras tanto, Rafael dice que hará todo lo posible por sacar adelante a sus hijos, quienes miran en él su única esperanza de supervivencia.