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La historia del vendedor de carne que atrae con su voz a los clientes en mercado de Guayaquil
Aprendió de un amigo lo necesario para montar su puesto. Es cantante y ‘cortador’ en el mercado de Gómez Rendón y la 30. Ahí, se ‘pega’ sus alabanzas
Aunque las carnes encantan, su voz es la que convence a los clientes. Marlon Reyes, comerciante en el mercado de Gómez Rendón y la 30, en el suroeste de Guayaquil, admite que muchos le piden que cante mientras les despacha su pedazo de res.
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Él cuenta que inició hace 20 años en el mismo espacio en el que ahora se ubica y que aprendió del negocio de un buen amigo, con quien aún tiene contacto. “Primero nos ganamos a los clientes, para después ya mantenerlos como fieles compradores”, asegura.
Él pasa sus días entre los cortes más ‘gordos’ de la res y la balanza. Bajo una carpa, para cubrirse del sol o la lluvia, ubica su mesa de acero con más de seis ganchos sobre ella, que le sirven para colgar los grandes pedazos de carne que ofrece.
A pesar de que el mercado en el que trabaja está instalado en la calle, sostiene que todos sus implementos. “Como debe ser: está bien limpio todo. Al cliente no se le pueda dar menos que eso”, refiere.
Desde su espacio de ‘camello’, él saluda a todos y sus ‘panas’ se lo devuelven y se emocionan al ver que una cámara, la de EXTRA, le toma fotos. “¡Esa es, Marlon!”, le grita uno de sus conocidos.
Él llama la atención, ya que es de los únicos que se mantiene en el sitio hasta pasadas las 15:00 y, dice él, “hasta que no se venda todo”.
Él cuenta con un pequeño generador que, en tiempos de apagones, le ha salvado el negocio para que ninguno de sus productos se eche a perder a causa de la falta de refrigeración. Sin embargo, aclara que ningún pedazo de las carnes es guardado, por lo que procura vender todo el mismo día.
Ramón detalla que hace casi ocho años conoció a Dios y lo sacó de “malos caminos”. Él no quiso especificar de qué hablaba, pero aseguró que ahora da todo su tiempo a hablar de Dios, incluso en su negocio.
“Yo me pongo a cantar mientras vendo y, cuando vienen los clientes y escuchan, me piden que siga entonando alabanzas porque dicen que lo hago bien. Así empiezo a hablarles del amor de Dios, con todo el respeto. Hasta ahora ninguno se ha molestado porque predico”, dice.
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