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La historia del pastor que lleva 20 años viviendo en una bóveda del cementerio de Quevedo
Una persona lleva 20 años viviendo en una bóveda vacía en el Cementerio General de Quevedo por elección propia
La casa donde vive Carlos Cedeño, un hombre de 59 años que se identifica como pastor evangélico, es el cementerio general de la ciudad de Quevedo. Su departamento: una de las bóvedas ubicadas en la parte final de este camposanto.
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Allí, en medio de los muertos, ha improvisado el lugar donde descansa diariamente y en el cual dice sentirse acostumbrado y tranquilo.
Camina cabizbajo y a pasos lentos, pero le sonríe a la vida, pues asegura que sin Dios no es nadie. “Él me rescató del valle de la muerte, de los huesos secos”, asegura, al contar que le dio una oportunidad para dar testimonio de su milagro de vida.
Todos los días, desde la entrada principal camina unos 100 metros hasta llegar al fondo, donde se encuentra la bóveda donde duerme.
- ¿Cabeza o pies afuera?
Él ingresa poco antes de que las puertas del cementerio cierren. Arregla una que otra cosa en los alrededores de su ‘departamento’ y se sienta ahí afuera, contemplando el ‘mundo’ de los que se han ido. Aunque en estas épocas de lluvia no le queda de otra que guardarse temprano para no mojarse.
Cuando ya le toca la hora de dormir, le pega una arreglada a la calurosa tumba. Con un poco de dificultad coloca un pie en el filo de la segunda bóveda que está desde el suelo y se impulsa hacia su cuarto-cama. Ingresa la cabeza y los pies quedan hacia afuera, ya que esto le permite, por su discapacidad, bajarse lentamente cuando ya le toca levantarse.
No cocina en el sitio debido a que no hay las comodidades para hacerlo y por eso come en la calle. Eso sí, aprovecha una llave de agua que hay en el cementerio para poder bañarse y asearse.
“Aquí donde duermo”, dice Carlos, “se puede sentir un ambiente tranquilo que incluso ni los pillos se acercan”.
Hay cordeles para su ropa, se mantiene todo el lugar limpio y en medio de las tumbas de su familia, los Cedeño López, lo que ha hecho es pintar las paredes y dejarlas escritas con mensajes bíblicos que lo llenan de paz. “Apartado de mí, nada puedes lograr hacer”, dice uno de los textos escritos en la pared.
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Tal es el apego a su ‘casa’ que una vez ya la abandonó, pero regresó al poco tiempo. Fue hace dos años, cuando una pastora de la parroquia San Camilo lo ayudó a arrendar un departamento de verdad y pudo incluso predicar en varias iglesias.
Sin embargo, extrañaba su ‘hogar’ y regresó al cementerio. “No es que a mí me jala la debilidad, sino que no estoy dispuesto a ver indiferencias y es por eso que prefiero estar en este lugar”, justifica.
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- Sin miedo a las almas
Carlos no le teme a ruidos ni a cosas extrañas. Aunque asegura que una ocasión escuchó pasos de caballos que lo hicieron levantar. “Pensé que era una caballería que estaba cruzando por el lugar”, recuerda.
Cuando se levantó, sus ojos vieron lo inimaginable: dos hombres con la mitad de su cuerpo como caballo, tenían bolas y unas orejas grandes. “Son de esos de la literatura griega, fue terrible”, precisa.
Él se quedó callado y veía cómo traspasaban las bóvedas y, a pesar de eso, no sintió miedo, los quedó mirando y nunca le dijeron nada. Solo se fueron. La historia de Carlos y su vida en el cementerio tiene unos 20 años, en los que le ha tocado pasar peripecias, ya que no cobra su bono ni siquiera por su discapacidad.
“Ya me acostumbré a estos momentos donde me toca meditar, reflexionar y descansar en Cristo Jesús, quien me da la fuerza para seguir adelante”, dice Cedeño.
Con una sonrisa, cuenta que la situación no es fácil, por muy acoplado que se sienta. Así lo vivió el pasado mes de septiembre cuando cumplió sus 59 ‘vueltas’. Le dio ganas de comerse un cuarto de pollo, pero no tuvo billete para hacerlo.
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Al recordar a sus padres su voz se quiebra. Dice que “le sé pedir a Dios que me los devuelva un ratito para estar en casa con ellos y enmendar mis pasos”. A sus hermanos les agradece cuando lo visitan. Hablan con ellos y asegura que ya han aceptado su decisión de vivir en el cementerio.
- Fue cosa seria
Sin titubear, cuenta que hace mucho cometió cosas malas y actos ilícitos que le trajeron consecuencias. En sus recuerdos explica que “nací perfecto físicamente del vientre de mi madre", pero dice que practicó tanto la maldad que eso lo llevó a salir de Quevedo a ‘tapiñarse’ a una camaronera y entre sus vueltas le tocó experimentar el ‘roce con la huesuda’.
No recuerda exactamente la fecha, pero fue durante un tiroteo en que una bala se alojó en su columna y lo dejó “más muerto que vivo”, dice con sarcasmo, aunque la realidad es que afectó su movilidad al caminar.
“Más bien le digo a todos que yo morí y vi cómo mi espíritu abandonó mi cuerpo. Nadie respira cuando un pulmón se revienta. Total es que Dios me devolvió la vida, fue allí que me enseñó su Biblia, su palabra”. Pero Carlos también ha vivido el amor de pareja, como cualquier otra persona. Recuerda que en el pasado se comprometió con una jovencita, con la cual tuvo cuatro hijos.
Pero “las cosas que yo practicaba la hicieron sufrir mucho. Y no la culpo a ella, yo fui el culpable por no haber sabido aprovechar el amor y el cariño que me brindó esa chica. “Les pido que me perdonen”, exclama, mientras se alista para tomar una siesta en su ‘departamento’, en medio de los muertos.
- Pastor, aunque ahora solo predica en buses
En su billetera de color café vieja y desgastada tiene algo que es muy importante para él: su credencial otorgada por la Confederación de Pastores que lo acredita como pastor evangélico y con la que se respalda cuando le toca predicar. Era válida hasta finales del 2023.
Hace dos años que dejó de pastorear en una iglesia de Machala y ahora solo predica la palabra de Dios en los buses.
También ha tenido la oportunidad de llevar la palabra del Señor a países como Perú, Chile y Bolivia, por lo que ha tenido la oportunidad de conocer otras iglesias. Sus prédicas están registradas en la red social YouTube, donde se ve que abiertamente se dirige a una congregación en el vecino país del sur.
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