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Tres parejas que trajeron vida cuando la muerte acechaba los hogares de los guayaquileños,en medio de la peor crisis sanitaria del país.Freddy Rodriguez, Anny Bazán

Los ‘hijos’ de la pandemia: La vida en medio de la muerte por COVID-19

Dos años después de los momentos de terror sufridos por el coronavirus, EXTRA recoge la historia de tres parejas que trajeron vida cuando la muerte acechaba los hogares de los guayaquileños.

Sus vidas llegaron en medio de lo peor. Las calles de Guayaquil olían a muerto, los hospitales colapsaban, se desbordaban las morgues y funerarias, y en los cementerios ya no había espacio para sepultar a quienes no podían ganarle la guerra a la COVID-19. Pero en medio del viacrucis que se padecía, en la segunda ciudad más importante del país, el nacimiento de un niño era una bendición entre tanta desgracia.

Dos años después de los momentos de terror sufridos por el coronavirus, EXTRA recoge la historia de tres parejas que trajeron vida cuando la muerte acechaba los hogares de los guayaquileños.

En Ecuador, desde el 29 de febrero de 2020 al 17 de marzo de 2022, el virus les ha arrebatado la vida a 36.484 personas. Entre los meses de mayor crisis sanitaria (de marzo a agosto de 2020) se inscribieron 89.477 nacimientos.

Bessy Granja Barriga y Roberto Olaya Bucheli

“Con mi esposo llorábamos porque no sabíamos cómo traer a mi hija al mundo, era un caos”

Luego de dos embarazos fallidos, la esperanza de la periodista Bessy Granja Barriga de convertirse en madre se fue desvaneciendo. Finalmente, en agosto de 2019, después de una histeroscopia su vientre logró gestar nuevamente un bebe. Con el nacimiento de su niña, la comunicadora social y su esposo, Roberto Olaya Bucheli, al fin alcanzarían su anhelado sueño de ser padres.

LA reportera de TELEVISIÓN había tenido dos abortos. Para volver a quedar embarazada se sometió a una histeroscopia. No podía dar a luz normalmente.Cortesía

Sin embargo, dos meses antes de que Lucciana viniera al mundo, el virus originado en Asia azotaba como una bomba al Puerto Principal. Bessy, al igual que muchas otras mujeres que estaban a punto de dar luz, no encontraba espacio en una casa de salud para alumbrar a su hijo.

“El 13 de marzo (2020) en el canal (Ecuavisa) me dijeron que ya no podía trabajar, que era muy peligroso por mi embarazo. Enseguida pensé: ¿cómo voy a traer a mi hija al mundo, si ningún hospital me quiere recibir? El médico que me trató no me daba información, la clínica donde estaba programado el parto estaba contaminada. Se habían contagiado médicos y enfermeras”, cuenta la reportera.

Entre lágrimas rememora que todas las noches, después de despedirse de su mamá, quien la cuidó durante sus últimos días de gestación, le pedía a Dios que la ayudará a conseguir un lugar para alumbrar a su hijita.

Mientras descansaba, recordó que tiempo atrás había realizado un reportaje en el Hospital de la Mujer Alfredo G. Paulson. “Allí encontré un espacio, pero no me daban certeza de que no me iba a contagiar. Mi hija estaba bastante desarrollada. Ya no podía esperar más, estaban en riesgo mi vida y la de ella. Con mi esposo llorábamos porque no sabíamos cómo traer a mi hija al mundo, todo era un caos”, cuenta Bessy.

“Mi médico me dijo: ‘No sé cómo te puedo ayudar, pero si es de dar a luz en un pasillo, lo vas a hacer’. Pero yo no podía dar a luz normal, porque me operaron el útero para tenerla. Fueron días de desesperación y angustia”.

Pero esa no era su única angustia. Su vocación de servicio a la comunidad también la volcaba a ayudar a personas a las que no les retiraban los cadáveres de sus casas. Y el 20 de abril, en medio del confinamiento que abrió camino a la peor mortandad que ha vivido Guayaquil, pero contagiada del amor, cariño y esperanza de sus padres, nació su ‘niña arcoíris’, como llama a la pequeña Lucciana.

Zulay Castro y Juan Pablo Vinueza

“Mi doctor se contagió de COVID, fue una locura, no teníamos a donde ir”

El mayor anhelo de Doménica Vinueza Castro era tener un hermanito. Fue por eso que el día en que cumplió siete años les pidió a sus padres, Juan Pablo Vinueza León y Zulay Castro Ronquillo, que como regalo le dieran un ñañito.

En agosto de 2019 el deseo de la pequeña se hizo realidad. Una prueba de embarazo le confirmó a su mamá que esperaba un bebé. Ya dos test habían salido negativos. Sin embargo, ocho meses después la pandemia estuvo a punto de arrebatarle la alegría que les significaba la llegada del nuevo integrante.

Juan Sebastián llegó para alegrar el hogar de la familia Vinueza Castro. Fue el deseo de ‘cumple’ de su hermanita.Cortesía

A las 23:00 del 1 de abril el médico que atendió el embarazo de Zulay la llamó por teléfono y le dijo que debía intervenirla en ese momento, porque iban a esterilizar la clínica. “Mi suegra estaba contagiada del virus y aislada en una habitación. Yo en el otro dormitorio. No estaba preparada para dar a luz en ese momento. Dos días después el doctor me llamó para decirme que se había contagiado de COVID y que ya no podía atenderme. Además, que la clínica estaba cerrada. Fue el inicio de nuestra pesadilla. El 7 de abril cumplía las 40 semanas, no podíamos esperar más. Fue una locura, no teníamos a donde ir, no había espacio en los hospitales”, recuerda con pesar.

Finalmente, el 5 abril les informaron que la podían atender en una clínica ubicada en el centro de la ciudad. Pero la odisea no terminaba ahí.

Juan Pablo rememora que minutos después de que llegaran a la casa de salud y justo cuando su esposa entraba al quirófano, la luz se fue en todo Guayaquil. “Estábamos desesperados. No sabía qué hacer. De pronto se prendió la planta eléctrica de la clínica. Mi esposa pudo alumbrar a nuestro hijo. Cuando escuché su llanto, sentí que Dios había hecho el milagro”.

Rosa Ávila Manrique y Steven Ávila Chávez

“Mientras esperaba para dar a luz, a mi alrededor morían personas”

Un día antes de que alumbrara al tercero de sus hijos, Rosa Liliana Ávila Manrique llegó al Hospital Universitario de Guayaquil, para someterse a un control de embarazo y para que los médicos le dieran la fecha de su parto. Era el 21 de marzo de 2019 y tenía 38 semanas de gestación y los nervios de punta, por todo lo que escuchaba en las noticias con respecto a la enfermedad de Wuhan.

“La cifra de muertos por el virus se elevaba cada día. Temía por mis hijos, por mi familia. No podía dormir con tranquilidad. Mi ritmo cardiaco se aceleró por todo lo que estaba pasando, solo se hablaba de muerte. Cuando ingresé a esta casa de salud, lo primero que observé fue a personas llorando porque sus seres queridos habían fallecido. Mientras esperaba dar a luz, a mi alrededor morían personas”, cuenta la manabita de 36 años mientras sus brazos cobijan a Sebastián, quien el próximo 22 de marzo cumplirá dos años de existencia.

La manabita fue a un control médico, pero le dijeron que debía quedarse porque su ritmo cardiaco estaba acelerado.Cortesía

Para su esposo, Steven de Jesús Ávila Chávez, hablar del nacimiento del más chiquito de la casa lo llena de regocijo. “Mi niño es un campeón. Mi esposa solo fue a un control y le dijeron que debía quedarse ingresada. Temía tanto por sus vidas, pero Dios hizo el milagro y ellos hoy están conmigo”, menciona el orgulloso padre.

Kobe Bryan fue el nombre que escogieron para su pequeño. “Se iba a llamar como el basquetbolista estadounidense (que murió en un accidente aéreo el 26 de enero de 2020) pero desistimos porque no queríamos que sea objeto de burla, Kobe se pronuncia como el virus”, explica sonriente.