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Hermanos que padecen raquitismo necesitan ayuda para su tratamientos
Los niños son originarios de General Villamil Playas. Los huesos de sus piernas y manos se están deformando y su crecimiento se ha detenido.
Luis y Luisana no pueden jugar como el resto de niños del barrio Los Caracoles, del cantón General Villamil Playas, en Guayas. Si corren y caen al suelo, sus huesos pueden romperse. Son como dos muñequitos de cristal, por eso Priscila Parrales, su madre, no les quita los ojos de encima. Vive y respira para ellos.
Los hermanitos de 6 y año y medio de edad, respectivamente, padecen raquitismo, enfermedad que genera ablandamiento y debilitamiento de los huesos, generalmente debido a falta de vitamina D.
En ambos, los primeros síntomas empezaron al primer año de edad. Los huesos de sus piernas comenzaron a deformarse y su crecimiento se detuvo. Por desconocimiento, Priscila dejó que el tiempo pasara mientras los huesos de sus pequeños perdían fuerzas.
Cuando Luis tenía 5 años, recién fue llevado al Hospital Básico de Playas, al igual que su ñañita, para que los valoraran, pero desde esa casa de salud los derivaron al Francisco de Icaza Bustamante de Guayaquil, en septiembre pasado.
Saltó el diagnóstico y empezó el sufrimiento para Priscila y su familia, ya que debe cargar con el peso de exámenes médicos y medicinas costosas. Tuvo que pedir prestado a los vecinos 120 dólares para realizarle a sus hijos una prueba de calcio, fósforo y magnesio en un laboratorio particular, porque en el hospital se tardaban en entregar los resultados.
“Ese dinero lo estoy pagando como puedo, con la comprensión de los vecinos”, dice afligida la madre.
Sin empleo formal
Juan Zambrano (35), padre de los niños, no tiene trabajo formal; labora eventualmente en diferentes oficios, pero no llega a ganar ni 40 dólares semanales.
Priscila, por su parte, vende maduro asado en la feria de productos de los lunes, ubicada a la entrada de Playas. Obtiene entre 10 y 20 dólares solo ese día. Ese billete deben estirarlo para toda la semana y repartirlo entre alimentación y las vitaminas de los pequeños. Cada frasco cuesta 60 dólares y dura 15 días.
Además, debe reservar unos 30 dólares para el pasaje en bus intercantonal a Guayaquil -ida y vuelta- para las citas médicas, una vez al mes.
Y para colmo, la casa donde habitan no es propia, el terreno es de los suegros de Priscila; el piso es de tierra y las condiciones son precarias. “Vivo arrimada”, lamenta la madre.
Nuevos exámenes
La falta de vitaminas y medicinas ya se visibilizan en las manos y piernas de Luis, que se deforman de forma acelerada; a Luisana le han empezado a aparecer protuberancias en las piernas y sus dientes se están dañando.
Priscila teme que la enfermedad le llegue a la columna vertebral.
La familia ha solicitado ayuda a empresas públicas y fundaciones, pero solo el Club de Leones Playas Gold ha colaborado donándole medicinas, vitaminas y hasta un andador ortopédico para que Luis pueda caminar.
El miércoles 7 de diciembre fue a la última consulta. Los médicos recomendaron hacerles nuevos exámenes genéticos a los niños para enviar las muestras a Quito.
Priscila anhela despertar de esta pesadilla que limita la felicidad de sus hijos. Espera un milagro en diciembre, pero es consciente que para que el tratamiento frene ese mal, necesita recursos económicos.
Según los exámenes, los niños tienen un raquitismo genético y el tratamiento para ellos, hasta el momento, es solo paliativo para evitar que la enfermedad progrese y que haya complicaciones como fracturas y deformidad anatómica.
Si usted desea ayudar a los hermanitos, comuníquese a los teléfonos: 0988060591-098623164- 0981088028.