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Muchas familias se quedan dormidas en las aceras de la calle, intentando cubrirse del frío con 'cambuches' improvisados.CHRISTIAN VASCONEZ

Guayaquil: Una noche en el Hospital del Niño

Los escenarios, durante la madrugada, parecen imágenes estáticas de familias durmiendo en 'cambuches' improvisados. 

Lo único que abriga a Maritza del frío de la madrugada es un saco muy delgado color azul. Ella está sentada en la acera del Hospital del Niño, desde la medianoche del 29 de enero.

Adentro, en emergencias, está Nicolás, su hijo de ocho años, quien es acompañado por el hermano de Maritza.

-No fui capaz de entrar-, dice la mujer que trabaja en estética y viajó desde Vinces hasta Guayaquil en la noche.

Mientras habla, solo es capaz de mirar al suelo, pero no se percata que cerca de ella hay tres cucarachas merodeando, las cuales son perseguidas por un gato que intenta cazarlas.

De las casi 30 personas que están amaneciendo en el centro médico, solo cinco están despiertas a las 2:08 a.m.

Todos, pese a que comparten tener a un ser querido en la sala de emergencias que tienen en frente, no se inmutan ni hablan.

Se limitan a hacerse una compañía distante y en silencio, mientras que el resto de personas, con cartones en mano, se han tirado sobre las aceras para dormir.

Otros, un poco más previstos para la situación, trajeron una larga bolsa de basura, que amarraron a algunos postes de luz y les hace de techo.

Más de uno, mientras están acostados en los cartones, ponen sus maletas como almohadas, para no dejarlas lejos y que algún ‘pillo’ haga de las suyas.

Lo último que les faltaría es que, además de tener un familiar enfermo y pasar la noche en la calle, les robaran sus pertenencias.

Con el pasar de las horas bajas, empezó a caer una leve llovizna sobre las 3:00 a.m. que no hizo parar a Maritza de la acera. Seguramente ni se percató de las pocas gotas de lluvia que caían sobre su cabeza.

Muchas familias se quedan dormidas en las aceras de la calle, intentando cubrirse del frío con 'cambuches' improvisados.CHRISTIAN VASCONEZ

Lo único que pensaba era en Nicolás, quien en la noche del sábado 28 de enero no podía moverse del dolor y tiritaba por la fiebre.

La madre se preocupó cuando notó que su abdomen estaba hinchado y no dudó ni un segundo en viajar tres horas desde su tierra hasta Guayaquil.

Sobre el padre de Nicolás no dijo mucho. Solo se limitó a expresar que no podía viajar, sin más.

“Me preocupa porque Nicolás, a pesar de su corta edad, siempre está enfermo. También lo diagnosticaron con asma”, dice Maritza.

La estilista es madre de tres hijos y Nicolás fue el segundo en nacer. La única cosa que es capaz de sacarla de su ensimismamiento es una llamada de su hermano casi a las 3:30 a.m.

En esta, le asegura que su retoño está bien y que le están haciendo exámenes para proceder a la cirugía.

Pero lo que le preocupa es que, mientras iban en el viaje, su niño deliraba por la fiebre.

A medida que el tiempo va pasando y la noche llega a su punto más oscuro, anunciando el alba, son pocas las familias que se mantienen despiertas.

Por parte de los guardias de seguridad, la instrucción es clara: solo un familiar puede ingresar si es autorizado por el médico. De resto, todas las personas deben mantenerse afuera o regresar a sus casas.

Solo en este punto, un vendedor ambulante llega y saca un termo color rojo y blanco, del cual ofrece café. Nadie se acerca, algunos por falta de dinero y otros por ausencia de ánimo.

Durante esa madrugada, fue la única persona que llegó a emergencias posterior a la 1:00 a.m.

La esperanza de todos los presentes, excepto del vendedor, radica en que, antes de las 6:00 a.m., exista una respuesta de lo que ha pasado con sus familiares, pero eso está lejos de pasar.

Lo único que sucede, a esa hora, es el aviso de cambio de guardia. La espera se extiende y a medida que la luz llega, unos cuantos se levantan, adoloridos en la espalda y se estiran.

Están a la expectativa de una respuesta que, por lo pronto, no llegará. De la manera en la que pueden enterarse de su ser querido es llamando a la persona que está dentro.

Cada noche es la misma historia, con cartones tirados en el suelo y tiendas improvisadas con bolsas de basura. Lo que cambia, cada 24 horas, son los actores y enfermos.

Muchas familias se quedan dormidas en las aceras de la calle, intentando cubrirse del frío con 'cambuches' improvisados.CHRISTIAN VASCONEZ

Vigilia atípica, en aras de noticias

Lo único que le resta a muchas de las familias, para no ser incomodadas, es poner una tienda hecha con una bolsa de basura. Ahí, en un espacio de poco más de seis metros de ancho por dos de largo, se acomodan cinco personas.

Algunos con cobija, otros con sacos y los que no tienen nada, se ‘arrunchan’ para no sentir frío.

Las noticias saben que llegarán luego de las 6:00 a.m., por lo que la ‘ruca’ es todo, menos reparadora. Cuando se levantan, se estiran y comentan que la espalda los está matando, pero hay poco por hacer.

Algunos acuden al vendedor de café para iniciar el día y aguardar hasta que una noticia pueda llegar.