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Elsa Ruiz caminaba en la laguna en que se convirtió su vivienda, ubicada en Sauces. Pasaron toda la madrugada sacando el agua.CHRISTIAN VASCONEZ

Guayaquil: Inundados por la lluvia y la desesperación

El segundo aguacero más fuerte en Guayaquil estuvo acompañado de oleaje, tormenta eléctrica y hasta de un paro de transportistas. Los afectados del chaparrón de hace 16 días volvieron a sucumbir ante la desgracia de ver cómo sus enseres y electrodomésticos nadan en el agua. Levantar protecciones no les valió de nada.

El torrencial aguacero que hace 16 días azotó a Guayaquil hizo que Arturo Erazo Johnson, de 58 años, construyera un murito de cemento de 40 centímetros de alto en la puerta de ingreso de su casa, ubicada en la manzana 511 de la ciudadela Sauces 8, en el norte de Guayaquil.

Sin embargo, esa protección que elaboró con sus propias manos no fue suficiente para evitar que el agua vuelva a ingresar a su vivienda y dañe sus electrodomésticos.

Angustiado, el guayaquileño contó ayer la tortura que viven los cinco integrantes de su familia cada vez que llueve y qué hacen para tratar de salvar sus pertenencias.

10 horas duró el aguacero, que comenzó a la 01:00 del 23 de marzo.

“El chaparrón del 8 de marzo me mojó los muebles, las camas, colchones y cómodas. Por eso hice el muro, pensando que con este iba a contener el agua. Pero el aguacero de ayer fue peor. Esta vez el gua llegó hasta la cintura. Sumergió la refrigeradora, la cocina y otra vez los muebles y camas. No me sirvió de nada la pequeña pared”, lamentó Arturo, mientras con una escoba y un recogedor de basura retiraba el líquido que aún cubría el piso de su domicilio.

Arturo Erazo construyó un murito de 40 cm para impedir que el agua entre, pero sin éxito.CHRISTIAN VÁSCONEZ

La lluvia comenzó aproximadamente a la 01:00 de ayer, acompañada de una tormenta eléctrica. Sin embargo, desde la tarde del miércoles varios sectores de Guayaquil se inundaron por la marea alta. El paro de los transportistas urbanos del Guayas incrementó el padecimiento de las personas que residen en la urbe porteña, pues muchos debían sortear no solo el obstáculo de las calles llenas de agua para llegar a sus labores, sino también el no tener medios de transporte para movilizarse. Fue un caos.

No fueron al ‘camello’

Javier Avilés Rodríguez, vecino de Arturo, no ‘pegó’ un ojo desde que comenzó a llover. Sabía que el ‘diluvio’ iba a provocar que el líquido nuevamente ingrese a su hogar. A las 04:00 el agua ya había entrado a su vivienda y mojado la ‘refri’, cocina y otros enseres. “Para qué voy a ir a trabajar, no hay carro y para colmo mi casa está inundada. Mejor me quedó ayudando a mi señora”, comentó Javier, quien es radiotécnico.

No era Spider-Man, sino un hombre que deseaba llegar a su destino sin mojarse los ‘chuzos’.CHRISTIAN VASCONEZ

Ese padecimiento no era ajeno para César Reyes Bohórquez, de 71 años, y su esposa Elsa Ruiz, de 67. Esta vez el agua les dañó un aparador, la lavadora, cocina, refrigerador, muebles. “Estamos desde las 04:00 limpiando y aún no terminó. Es angustiante porque la lluvia no cede”, lamentó el adulto mayor, quien habita en la manzana 509 de Sauces 8.

La vía a Daule, la avenida Juan Tanca Marengo, Bellavista, Pascuales, La Ladrillera, Villa Bonita también fueron afectadas por el aguacero.

Este hombre trató de pasar con su camión, pero el ‘río’ impidió que llegue a su trabajo.CHRISTIAN VÁSCONEZ

El líquido también afectó las pertenencias de Mercedes Lasso, quien vive en la misma cuadra que César. La mañana de ayer la señora cuidaba de sus nietas, mientras sus familiares retiraban el agua, que la dejó sin refrigerador.

Varados y dañados

En la décima etapa de la ciudadela Alborada, frente a Albonor, en el norte porteño, el caudal de agua superaba los 50 centímetros cúbicos, ocasionando que varios vehículos se dañaran y quedaran atrapados en medio del ‘río’ que se formó por la pertinaz lluvia. Esto se replicó en otros sectores del norte del Puerto Principal, como las ciudadelas Orquídeas, Vergeles, Samanes, Urdesa y también en el noroeste y sur. Se vivió una ‘tempestad’ de emergencia y desesperación.