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La fe prevalece ante todo
En Tisaleo, Tungurahua, rememoran batalla y homenajean a virgen. Con austeridad se celebró la Palla-Culto a Santa Lucía.
Ángel Caiza lamentó no participar, por primera ocasión en diez años, en la celebración de la Palla-Culto a Santa Lucía. Es la escenificación de una batalla que se transformó en fiesta ancestral. El programa es parte del Patrimonio Cultural de Tisaleo, cantón situado en el sur de Tungurahua.
Caiza es oriundo de Santa Rosa, parroquia de Ambato. Era uno de los cargadores de la Inga Palla o Reina Inca. Desde hace cuatro años toca el churo, que es un caracol grande con el que invoca a la gente y alerta el inicio del evento.
Desde aproximadamente un siglo, del 15 al 25 de octubre, se hace una representación de lo que fue la batalla de 1534, donde el cacique Tisaleo, al mando de 12.000 guerreros, se enfrentó a 200 españoles y a 11.000 cañaris que intentaban llegar hasta el Reino de Quito, y con ello también impusieron la religión y las costumbres.
Además de rememorar el acontecimiento histórico, los habitantes aprovechan para agradecer a la Virgen Santa Lucía, protectora de la vista y patrona del cantón.
"Esta fiesta cultural está marcada de un sincretismo entre lo religioso, cultural y hasta pagano”, mencionó Adriano Sánchez, párroco de Tisaleo.
En esta actividad participan más de mil personas, entre hombres, mujeres y niños. Ellos visten trajes de princesas, españoles, pajes, ángeles y guardaespaldas. Escenifican el asesinato del cacique, el secuestro de las vírgenes del sol, la conquista española y la fe católica a la que denominan Inga Palla-Culto a Santa Lucía.
El vocablo ‘Inga’ es igual a la palabra inca, y hace referencia a un emperador; mientras que ‘Palla’ hace alusión a la reina Paccha, princesa puruhá e hija de Cacha Duchicela, Shyri XV del Reino de Quito.
Igual bebieron agua de la gruta
Ángel Criollo, quien integra la comisión de fiestas, dijo que en los últimos tres años se han registrado cambios en el evento.
Recordó que en 2018 se dejaron de utilizar los caballos por la enfermedad equina. Al año siguiente se cambiaron las fechas como consecuencia de un paro indígena.
En 2020, el COVID-19 obligó la suspensión de la escenificación y solo se realizaron misas y serenatas virtuales.
A más del virus, Criollo indicó que la falta de recursos les impidió realizar la fiesta cultural, ya que cada uno de los cinco priostes requieren de al menos 30 mil dólares para costear los gastos de la fiesta.
Aunque extrañó la representación de la guerra, la moradora Carmen Caiza demostró que mantiene su fe intacta. Llevó varias velas y se las pasó por el cuerpo. Dijo que era una manera de agradecer a la virgencita por haberla liberado de la muerte cuando se contagió del coronavirus.
Uno de los actos principales fue la serenata a Santa Lucía, a la que acudieron los capitanes de caballería.
Luis Toapanta es un pintor del sector. El artista plasmó el mural de la fiesta ancestral de la palla, bajo las letras que dice Tisaleo, frente a la basílica del cantón.
Este año no hubo las tradicionales entradas ni cambio de capitanías, pero los devotos acudieron hasta la gruta de la Virgen de la Vista para dejar las velas con sus peticiones y tomar del agua de la vertiente donde reposa su imagen.
El cronista tisaleño Víctor Hugo Navas mencionó que esta fiesta mantiene viva la historia de la batalla ocurrida en el siglo XV.