Exclusivo
Actualidad

El diseño del panóptico data del siglo XVIII. Vista desde El Placer.RENE FRAGA

El expenal García Moreno aún teje historias a su alrededor

Ahora solo queda basura y maleza dentro y fuera del panóptico. Los vecinos piden que se use el espacio para un centro educativo o de oficios

En el pie de un poste frente al expenal García Moreno hay un pequeño charco de sangre cubierto con papel higiénico. “Siempre se andan acuchillando por aquí”, dice una mujer mayor que cuida carros en la calle Rocafuerte.

Durante 138 años funcionó esta cárcel que albergó a reos de todo tipo. Se ubicó en el límite de los barrios La Libertad y El Placer y se inauguró en 1876 como una de las principales obras del presidente Gabriel García Moreno, por quien lleva su nombre.

CONOCE TAMBIÉN: El ocaso del patrimonio histórico de Quito: Más de 300 inmuebles están abandonados

La sobrepoblación y hacinamiento de este sitio se volvió insostenible y fue desalojado en 2014, pues superaba al 500% de su capacidad. Sin embargo, las historias de quienes lo habitaron o convivieron con el expenal no se han ido y EXTRA fue en su búsqueda.

Este panóptico –símbolo de la pobreza y el delito– sigue siendo parte de la vida tanto de sus vecinos como de quienes pasaron por esas rejas y caminaron por esos oscuros pasillos. Patricio, de 60 años, se queda mirando al equipo de EXTRA que realiza tomas del edificio desde El Placer.

–“¿Han entrado ahí?”, pregunta.

–Sí, un par de veces por coberturas.

–Pero no han caído presos, eso sí es duro.

El hombre –gorra de lana, jean azul y chaqueta de cuero– dice haber estado preso entre sus 16 y 21 años en el panóptico. Alega que fue por una injusticia y que no le desea a nadie ‘caer’ ahí. “Conocí al Monstruo de los Andes, al Loco Freddy, a Camargo, a Cajetilla... a los peores delincuentes. Ahí no había ley”, recuerda.

Patricio vive en El Placer desde que era un niño. Camina todos los días por la escalinata Fray Pedro Pecador, que da a la parte de atrás del expenal. “Antes me daban ganas de llorar por todo lo que pasé. Era un niño y me tocó aprender a ser perfil bajo, pero solo pensaba en salir”, cuenta.

Patricio (izquierda) camina siempre por la escalinata cercana a la edificación. Estuvo preso ahí.RENE FRAGA

El hombre ahora mira el edificio y sonríe. Se queda unos minutos contemplando la torre central de la que salen cuatro pabellones. “Desde el centro nos vigilaban, pero todo era cuestión de tener plata”, espeta. Dice no tenerle rencor porque también hizo amigos adentro y que el expenal es parte de su vida cotidiana.

  • ENRAIZADOS

Este antiguo edificio tiene forma circular y una torre enclavada en su centro. Desde allí, la mirada del guardia de seguridad podía atravesar todos los rincones, por eso se denomina panóptico.

Doña Balvina –70 años– fue una de los guardias durante 20 años. No se termina de alejar del expenal, pues puso una tienda a unos cuantos metros. “Los internos todavía pasan por aquí. Cuando puedo les doy un consejo. La mayoría no ha dejado la mala vida”, comenta.

Ella exige que no le saquen ni una imagen. “Si quiere que le cuente, sin fotos”, dice mientras acomoda una caja de galletas en la vitrina.

- ¿Qué siente cuando ve el expenal deshabitado?

- Me da pena, a pesar de todo ahí había vida, responde con los ojos llenos de lágrimas.

Balvina aceptó el trabajo de guía penitenciaria solo por necesidad, cursaba sus estudios de servicio social y debía mantener a su familia. “No quería, me daba miedo. Pero nunca me pasó nada malo”, dice.

LEE TAMBIÉN: Apagones en Quito: caos por los semáforos y negocios a oscuras

Recuerda que hubo varias fugas de internos, algunas se frustraron y otras no. “Una vez nos avisaron y estábamos todos atentos. Era día de visita. No podíamos estar tranquilos”, relata. No recuerda la fecha exacta, todo se ha convertido en imágenes lejanas. Sí se acuerda que a pesar de las prevenciones los reos se escaparon. “Recapturamos casi a todos”, finaliza con una sonrisa.

Luego del desalojo de reos hubo algunos intentos de mostrar la historia del sitio con teatro. Incluso se pensaba en un museo.ARCHIVO

Ahora se cree que los túneles que cavaron los reos que han logrado huir son usados por habitantes de calle e indigentes para entrar y salir del panóptico sin dañar una sola cadena. “Ya dejaron pelando todo. Tubos, ventanas, puertas, cables, todo se lo llevaron para vender”, espeta Víctor Vásquez, un vecino del penal.

Él es de los pocos nacidos allí que quedan en el barrio. “Somos pocos los que sabemos lo que significa este edificio. La mayoría solo ha llegado por el comercio en el mercado San Roque”, dice. Víctor jugaba en la calle mientras veía las largas colas de las familias que llegaban a visitar a los internos.

  • ENTRE EL MIEDO Y LA NOSTALGIA

En la Fray Pedro Pecador se asientan al menos 12 casas habitadas por varias familias. Allí, Dora Riofrío se asoma por las rejas de la puerta. “Es peligroso por aquí”, dice.

Ella vive detrás del expenal desde hace unos 45 años. Su vida se formó alrededor de esa edificación porque su suegro estuvo detenido allí y la familia decidió vivir cerca de él. “Vine de Loja y ya nos acostumbramos a vivir aquí, aunque con miedo siempre”, relata.

Hasta antes de 2014, Dora temía a las alertas de fuga del centro penitenciario porque ella y sus vecinos corrían peligro. “Ellos (los reos) querían meterse a las casas a la fuerza para esconderse”, recuerda.

Luego de las alarmas ella podía escuchar los pasos de los fugados en su patio. Cerraban las puertas con seguro. “Nunca nos pasó nada, pero nos moríamos del miedo”. Ahora ya no existe ese peligro, pero sí la posibilidad de ser asaltados en la escalinata que, según la vecina, antes del cierre del panóptico tenía más vigilancia.

Aquí en el expenal deberían hacer una escuela de oficios o una universidad. Es un espacio tan grande que se desperdicia”.
​Víctor Vásquez, vecino

Ángel Lemache fue reubicado de esta zona, debido al peligro del talud, pero aún llega a su vieja casa. “También trabajo en el mercado de San Roque y vengo a ver mis cosas”, relata. A pesar de que ya tienen una casa en La Mena 2, cree que no sería justo que habitantes de calle se tomen la infraestructura que él construyó hace 15 años. “Siempre me gustó esta zona porque es como vivir en el campo, camina un poco y ya está en el centro”, agrega.

Vecinos, exguardias y exreos siguen ligados a este viejo edificio que cada vez se ve más resquebrajado, sin mantenimiento ni planes. Todos los que hablaron con EXTRA coincidieron en que esas paredes deberían albergar ahora una universidad popular o un centro de oficios.

En el expenal se conservaba un busto de Eloy Alfaro en la celda que ocupó. No se sabe de su estado ahora.ARCHIVO

Este Diario consultó al Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad (SNAI) sobre los planes para este coloso, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta. Mientras tanto, el viejo expenal sigue siendo el hogar de personas que han terminado de desvalijar lo poco que queda de él.

¿Quieres leer sin límites? ¡Suscríbete aquí!