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Estremecedor testimonio de una víctima de secuestro: "Aún me siento en cautiverio"
Las secuelas emocionales persiguen a un taxista víctima de secuestro, un crimen que se ha vuelto común en Ecuador, 139 personas han sido liberadas
La pesadilla aún no ha terminado para Francisco. Doce días después de su secuestro, el guayaquileño de 56 años sigue sintiéndose cautivo. Lo ocurrido el 18 de febrero ha dejado huellas profundas en él: teme salir de casa, se despierta sobresaltado en medio de la noche y ahora sufre de taquicardia.
Aquella mañana, Francisco, quien trabaja como taxista informal, aceptó llevar a tres pasajeros: dos mujeres y un hombre, quienes le pidieron un servicio hasta la avenida Nicolás Lapentti, en Durán. Al llegar al destino, los delincuentes bajaron del vehículo sin cerrar las puertas, permitiendo que sus cómplices ingresaran.
“Acepté la carrera a pesar del peligro de ir a Durán, porque era hacia una calle principal. De pronto, una moto se detuvo frente a mí. Se me congeló la sangre. En un instante, me abrieron la puerta e intentaron sacarme. Me gritaban: ‘sal, sal’, pero en ese momento de angustia no entendía. Ahora comprendo a quienes han sido secuestrados: no es que no quieran hacer caso, es que la mente se bloquea”, relata Francisco, mientras sus manos tiemblan al recordar los momentos de terror.

Los delincuentes lo golpearon en el rostro y los brazos, y luego lo metieron en la parte trasera del auto. Pudo ver que otros dos sujetos en moto escoltaban el vehículo, ahora conducido por los asaltantes.
mexicano, experto en seguridad
“Me cubrieron la cara con una toalla y me dijeron que no me moviera o me matarían. Uno me aseguró que solo querían el carro para matar a alguien. Me aplastaron las piernas, me costaba respirar, y un calambre me recorrió el pie. Pedí ayuda y uno respondió que no moriría, pero que ellos sí podían matarme. Mientras tanto, uno hablaba por teléfono apurando a los demás, diciendo que debía llevarme rápido porque estaban dando visajes. Todo regresa a mi mente como una pesadilla”, relata.
Durante los 20 minutos que estuvo cautivo, su mayor preocupación fue su familia. Temía que, si lo asesinaban, sus seres queridos también corrieran peligro, como ha sucedido con otras víctimas que no logran sobrevivir.
Cuando todo parecía perdido, una motocicleta con dos policías apareció. Notaron que el auto daba vueltas sospechosamente y decidieron seguirlo.
Socióloga y experta en criminología
“Los policías en moto se acercaron y les ordenaron detenerse. En ese momento, sentí que volvía a vivir. Mis oraciones y mi fe en Dios me dieron una segunda oportunidad tras esos 20 minutos que, para mí, fueron una eternidad. Las imágenes no se borran de mi mente; vuelven como flashbacks. Todavía me siento en cautiverio, pues temo salir de casa y miro a todos lados con miedo”.
Pero la pesadilla no ha terminado. Además del miedo, enfrenta la angustia de recuperar el vehículo que, aunque no es suyo, es su herramienta de trabajo. “Fui a la Fiscalía de Flagrancia, pero me dijeron que no estaba allí. Luego me pidieron volver en la tarde porque las personas que me atendieron en un inicio no estaban”, dice con frustración.
Francisco es una de las 139 personas liberadas por la Policía Nacional en Ecuador entre el 1 de enero y el 28 de febrero de 2025. Sin embargo, él es consciente de que las cifras podrían ser mayores, ya que muchas víctimas no denuncian y optan por pagar el dinero exigido por los delincuentes.
Se volvió un delito común
Kleber Carrión, fundador de la Unidad Antisecuestro y Extorsión (Unase) y experto en seguridad, advierte que el secuestro ya no es un delito selectivo, sino de oportunidad. Los delincuentes actúan cuando encuentran el momento propicio y lo que podría ser un robo menor se convierte en un secuestro. Esto se debe a que han descubierto que, tras este crimen, hay una importante fuente de ingresos con poca inversión.
“Actualmente, los secuestros y extorsiones se han masificado tanto que ya no existe un monto fijo para estos delitos. Los criminales han comprendido que esta es una forma rápida de obtener liquidez y generar ingresos ilícitos para las arcas de la delincuencia organizada. El secuestro se ha vuelto tan común que ni siquiera sorprende hablar de él”, señala Carrión.
creador de la Unase y experto en seguridad
El experto advierte que el secuestro se ha convertido en una industria criminal, tal como ocurrió en Colombia y México durante los años más críticos de este delito.
“Hemos llegado al punto en el que el término ‘industria del secuestro’ ya no nos resulta ajeno, sino que describe con precisión nuestra realidad actual. A diferencia de otros delitos, incluso del narcotráfico, el secuestro conlleva una urgencia distinta: aquí se negocia la vida de una persona, lo que lo convierte en un crimen aún más delicado y perverso”, concluye.
El mexicano Ramón Celaya, vicefiscal y experto en seguridad, propone crear unidades especializadas en cada provincia para combatir el secuestro, siguiendo el modelo de México, donde en un año se reportaron 4.000 casos.
“Gracias a estas unidades, el secuestro dejó de ser una amenaza en México, permitiendo enfocarnos en otros delitos como el homicidio doloso y el narcotráfico. En 2024, Ecuador registró 2.022 secuestros, según la Policía Nacional, sin contar los casos no denunciados”, indica.
Celaya sugiere replicar experiencias internacionales y crear 24 unidades especializadas con facultades legales y capacitación en técnicas avanzadas, como intervención de comunicaciones y geolocalización en tiempo real, herramientas clave en la reducción de secuestros en México.
Johanna Espín, socióloga y experta en criminología del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), considera que la Policía ecuatoriana no está completamente preparada para enfrentar la ola de secuestros. Destaca que, para evaluar su capacidad, es clave analizar el conocimiento sobre el delito, los patrones actuales, los recursos disponibles y el nivel de capacitación en manejo de secuestros.
Según Espín, el rápido aumento de estos crímenes ha superado la preparación institucional, lo que requiere fortalecer las capacidades policiales con tecnología avanzada, formación especializada y cooperación internacional. Concluye que, en la actualidad, no existen los medios suficientes para prevenir ni controlar eficazmente el secuestro en Ecuador.
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