Ramiro Endara ha dedicado su vida a la restauración de obras históricas, así como al rescate de sitios patrimoniales. Y en su labor no siempre ha tenido contacto con objetos o construcciones con muchos años de ‘edad’.

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También ha lidiado con lo que, al parecer, serían las energías o espectros que algunos de estos lugares guardan en sus ‘entrañas’. El caso más aterrador se dio cuando hacía una restauración en el convento de San Francisco de Quito, en el centro de la Carita de Dios.

“Estábamos haciendo la recuperación de bienes patrimoniales como pintura de caballete, de libros cantorales, y otras cosas. Ahí nos asignaron un espacio en la segunda planta del convento”, recuerda el especialista de la Fundación Conservarte Ecuador.

Los padres tenían un cuarto enorme y al lado había un corredor abandonado con un dormitorio también bastante amplio. “Teníamos la impresión de que alguien estaba ahí, acompañándonos”.

Endara trabajaba con un compañero. Con el paso del tiempo, las tablas empezaron a sonar, lo cual resultaba ‘ilógico’ porque no había más personas aparte de ellos.

Las presencias se hicieron cada vez más extrañas, al punto de que Endara y su colaborador escuchaban murmullos aterradores. “Le dijimos al padre custodio y nos comentó que antiguamente ahí funcionaba la morgue de los sacerdotes del convento”.

Fue en ese momento que comprendieron que los espíritus de los religiosos se manifestaban mientras hacían las labores de restauración. Pero a eso se sumó algo que Endara, hasta ahora, no da explicación.

Dentro de su trabajo tiene que usar diversas herramientas para ‘revivir’ los objetos patrimoniales, entre estos los bisturíes. “Estaba usándolo, cuando repentinamente mi mano tomó el bisturí y me autoinfringí un corte. No lo considero como un accidente cualquiera, sino como que alguien lo hizo a través de mí”. El corte en su dedo meñique requirió 18 puntadas para cerrar la herida.

Harold Hernández, especialista en fenómenos paranormales, explica que esto último se lo conoce como adhesión espiritual. “Es decir, que el espíritu con su energía se conecta con el campo áurico de la víctima y le transmite impulsos autodestructivos”.

Hernández explica que, dentro del lenguaje católico, a esto se lo conoce como una posesión. “Se han visto casos extraños de adhesión de la energía de espíritus, en los casos de trasplantes de órganos, en los que se les pegan hábitos raros del donador como beber, comer cosas exóticas, al que recibió la donación”.

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