Los momentos de la tragedia que le arrebató a sus dos amigas, Lisseth Fernanda Merchán Fuentes y Charito Luzmila Plúas Pionce vuelven a la mente de Estefany Barrera como si estuviera en una pesadilla.

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Minutos antes habían compartido una tarde de diversión en la que rieron, cantaron, bailaron y se dieron un chapuzón en las aguas del río Daule, luego todo se tornó gris. Lisseth y Charito y al menos otras tres personas fallecieron ahogadas, luego de que la embarcación en la que regresaban se hundiera, producto del agujero que tenía en el piso.

Con su voz entrecortada, la guayaquileña revive segundo a segundo la desgracia de la que logró sobrevivir porque flotó agarrándose de una maleta. Después fue auxiliada por otra embarcación hasta ser llevada a la orilla.

“Salimos del recinto, caminamos y nos subimos a la canoa. A los pocos minutos se subió una señora que tenía unas maletas grandes, eso hizo que esta tambaleara. Luego comenzó a filtrarse agua, ya que el piso tenía un agujero, nadie nos dijo nada, no nos advirtieron del peligro. Cuando nos hundíamos, el canoísta intentó virar y volver a la orilla, pero ya era demasiado tarde”, relató la guayaquileña, mientras con pesar contemplaba los cuerpos de sus amigas.

Los cadáveres de Lisseth, de 39 años, y Charito de 53, fueron encontrados en el recinto Los Lojas a orillas del río Daule, aproximadamente a las 09:00 de ayer. Las dos mujeres junto a sus parejas salieron de sus casas, ubicadas en el noroeste porteño, para disfrutar de las festividades por Navidad.

“Lisseth fue junto a su esposo y su hijo de 9 años. Mi otra amiga en compañía de su cónyuge. Recuerdo que tras caer al agua, las dos comenzaron a gritar y se agarraron de las camisas de sus esposos. Lisseth decía: ‘mi hijo, mi hijo’. Mientras que Charito decía: ‘viejito, me ahogo, me ahogo’. La gente pedía auxilio, ayuda, todos gritábamos. Fuimos auxiliados por personas que estaban en la orilla bebiendo, ellos nos tiraron unos tubos para que nos agarremos, luego otra embarcación nos sacó del agua. No todos sabíamos nadar. Lo peor es que el dueño de la lancha logró sacarla del agua y se fue como si nada”, manifestó la señora.

Los gritos de auxilio de las madres que llevaban a sus bebitos en brazos o las que estaban acompañadas de sus hijos y que luchaban para tratar de salvarles la vida, también vuelven a sus memorias y erizan su piel, pues, entre los que cayeron al agua había dos niños de meses de nacidos, uno de ellos perdió a su madre, Daysi Angélica Toala Vargas, de 29 años.

Daysi, quien habitaba en la cooperativa Balerio Estacio, visitó este recinto de la parroquia Los Lojas de Daule, en compañía de varios familiares, entre ellos sus dos hijos y un sobrino de 14 años, quien también murió ahogado.

La niña de 6 meses fue auxiliada por los comuneros, quienes le brindaron los primeros auxilios, dándole respiración boca a boca, lograron hacerla respirar.

Ramón Cortez López, quien desde hace dos años era la pareja sentimental de Lisseth Fernanda, es otro de los sobrevivientes de esta desgracia.

El hombre recuerda que el destino no era ir a Pula, sino al cantón Naranjal, pero que por la cercanía, a última hora, decidieron cambiar la ruta y emprender un viaje que de regreso a su hogar se convirtió en una tragedia.

“Una señora dio la alerta cuando ella se comenzó a mojar, pero el hombre que nos traía de regreso no nos hizo caso. Luego todos nos caímos al agua. Mi señora me decía: ‘salva a mi hijo’, se agarraba de la camisa, también otra mujer me sujetaba del cuello, no me dejaba nadar. Logré llegar a la orilla, no sé en qué momento mi mujer se aflojó y la perdí, cuando me di cuenta de que no estaba a mi lado me regresé. Ya era en vano”, rememoró entre lágrimas Ramón.

Ángel Rodríguez, esposo de Charito, también revivió los momentos en que perdió a la mujer que fue su pareja por casi tres décadas. A orillas del río, sentado en un pedazo de caña, contó que apenas habían pasado unos tres minutos cuando la embarcación se hundió y todos cayeron al agua. En ese instante lo que primero que hizo fue pedirle a su esposa que se tranquilizara y que se sujetara a su camisa, para juntos llegar hasta la orilla.

“Me decía: ‘viejo, sigue nomás que yo me agarro’. No me di cuenta en qué momento se me aflojó. Comencé a buscarla, pero ya no estaba. Con mi Charito se me fueron las ganas de vivir”, expresó el hombre de 59 años.

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